Por Carlos Guevara Meza
Al momento de escribir estas líneas el dictador Gadafi aún no había sido detenido por los rebeldes libios, e incluso la noticia del arresto de su hijo y segundo en el mando Saif al Islam resultó un error si no es que un engaño (confirmado por la Corte Penal Internacional, el anuncio resultó falso cuando Saif fue visto y entrevistado en Trípoli apenas unas horas después). Pese a ello la situación ya no tiene vuelta atrás: Gadafi no recuperará el poder tras haber perdido Trípoli y su residencia oficial (una gigantesca instalación militar que servía también de cuartel general y centro de comunicaciones con sus tropas), así como la mayoría de las ciudades importantes. Sólo resta Sirte, ciudad natal del dictador, donde aparentemente algunas de las tropas que aún le quedan se han reagrupado (pues otras se han marchado al sur). Los rebeldes, con el apoyo aéreo de la OTAN se dirigen ahí desde varias direcciones, con el objeto de sitiarla. Algunos analistas internacionales esperan que la resistencia gadafista ahí sea aún mayor que la ofrecida en Trípoli.
Sirte resulta estratégica no sólo por su carácter de bastión de Gadafi y posible lugar de refugio del perseguido líder, sino porque permitiría llevar agua a Trípoli desde las reservas del Este del país (bajo control rebelde), en caso de que los leales al coronel intentaran cortar el suministro de agua que va desde el sur hasta la capital. Ello podría ser realizado por las fuerzas gadafistas que escaparon de Trípoli en dirección a la zona montañosa de Hasuna, donde se encuentran los acuíferos que abastecen la capital gracias al gigantesco proyecto hidráulico que el régimen construyó en los años de 1980. Bastaría con cortar la electricidad de las máquinas que bombean el agua (o romper el ducto o envenenar el líquido). Trípoli podría literalmente morir de sed en cuestión de días si esto llega a pasar.
Para los rebeldes es claro que detener (de cualquier forma) a Gadafi y su círculo (incluyendo a sus hijos Saif y Jamis) es fundamental para declararse vencedores de la guerra, pues mientras permanezcan libres la resistencia de sus incondicionales no cesará. Gadafi ya sólo tiene la opción de huir a algún país que le ofrezca asilo (que podría ser alguno de la Unión Africana, a la que tanto apoyó), o intentar la locura de seguir luchando hasta ser abatido por completo.
Aparentemente, a través de un portavoz, anunció que estaría dispuesto a dialogar con el Consejo Nacional de Transición, pero fue rechazado de la manera más tajante.
Por otro lado, los rebeldes deben poner en marcha un país colapsado por la guerra y el caos que prácticamente nunca tuvo instituciones. Y resistir los seguros esfuerzos de las potencias occidentales para cobrarse la asistencia militar que han brindado durante el conflicto.
Libia es un buen lugar no sólo para abastecer de petróleo a Europa (por la calidad del crudo y la cercanía geográfica), sino también un espacio geopolítico fundamental para contener una posible radicalización de la primavera árabe, un buen lugar para colocar un régimen que apoye a Israel ahora que Egipto está en veremos, y finalmente también un buen lugar para contener la migración africana y árabe que tanto temen en una Europa que la crisis está tornando a la derecha.