Entre muchos actores políticos

Por José Fonseca

Cuanto más siniestros son los deseos de un político,
más pomposo es su lenguaje.
Aldous Huxley

A casi tres semanas de que empiece legal y constitucionalmente el proceso de la elección presidencial, se endurece el discurso de muchos actores políticos.

Otra vez, como hace seis años, los extremos del espectro ideológico amenazan con secuestrar el debate democrático y ahogar las voces de la moderación y la conciliación, fundamentales para toda democracia.

Es una batalla en la cual los protagonistas son esencialmente los miembros de las elites de la sociedad mexicana, con sus propias agendas, casi siempre ajenas a la agenda de las prioridades de la nación.

El moderno fenómeno de las redes sociales, las cuales se incorporan a las discusiones públicas es, ciertamente, un ejercicio de libertad de expresión, pero también campo fértil para la difusión de mensajes rencorosos, cuyo objetivo parece ser una catarsis personal y sembrar el odio hacia el adversario, cualquiera que éste sea.

Así lo han probado diversos acontecimientos, en los cuales información sesgada y falsa se difunde por irresponsabilidad y hasta por perversidad, estimulada por el anonimato.

Desde ahora se perfilan los juicios descalificatorios del adversario, los discursos empeñados en eliminar cualquier asomo de tolerancia, de respeto por quienes piensan distinto, pues muchos pretenden que la tolerancia es signo de debilidad. Entre más rabioso es un discurso político, más difusión recibe.

No es culpa, por supuesto, de las redes sociales, o de quienes difunden las declaraciones estridentes y provocadoras, no. La culpa es de tantos estrategas de la comunicación política para quienes la única línea de acción posible es la descalificación de todos los que pertenecen a otra filiación política.

La presunta discusión del pasado del PRI no tiene otro objetivo que avivar el rencor de algunos que, pese a haberse beneficiado durante los regímenes priístas, ahora se disfrazan de predicadores democráticos.

Y, de paso, dividir otra vez a la sociedad. Esa división no ha sido tan perceptible en el Altiplano, pero sí en el resto de la República, donde las pasiones políticas dividen hasta a las familias.

Ése es el discurso rijoso y rencoroso que nos empiezan a ofrecer algunos de los aspirantes a la candidatura presidencial.

Mas también es el discurso rijoso y rencoroso que luego divide a la nación, que hace difícil la reconciliación después de las elecciones y luego les impide a los gobernantes alcanzar consensos para las decisiones difíciles y necesarias para atender los problemas nacionales.

Es el discurso rencoroso de los actores políticos, no el sistema político, el gran obstáculo para salir del marasmo que sólo prolonga la desigualdad y la pobreza.

Pero como no pueden cambiar la esencia de los actores políticos, por eso insisten en un permanente cambio de las instituciones.

jfonseca@cafepolitico.com