Demostró que Los protagonistas de la contracultura éramos los chavos

Moisés Vladimir Zaldívar Villanueva

José Agustín (sus apellidos son Ramírez Gómez) (Acapulco, Guerrero, 19 de agosto de 1944), estudió Letras clásicas en la UNAM, dirección en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos y composición dramática en el INBA, ha dado clases como visitante en la Universidad de Denver; además de conductor y productor de programas de radio y televisión, ha sido columnista y colaborador en la revista La Mosca y en los diarios El Universal y La Jornada. Este 21 de septiembre, junto con Vicente Leñero, recibirá la Medalla Bellas Artes del Instituto Nacional de Bellas Artes, en reconocimiento a su trayectoria y aportaciones a la cultura.
Fue cuando estudiaba el bachillerato en el CCH Sur que empecé a leer a José Agustín. Mi padre, al darse cuenta de que empezaban a gustarme demasiado el rock y la lectura, me recomendó que leyera La contracultura en México; fue con este libro que le agarré confianza a José Agustín, por dos cosas: porque hasta ese entonces yo creía que los escritores debían de ser sobrios (en todos los sentidos) e interesarse por temas complejos y tratarlos con lenguajes rebuscados y porque en el prólogo de la contracultura decía que los verdaderos protagonistas de la contracultura éramos los chavos. Así que fue en esas páginas que pasé por cantidad de momentos históricos en México: desde la época de los pachucos hasta el Chopo y los cholos, pasando por los beatniks y demás movimientos sociales. Luego vino a mis manos La casa del sol naciente (de rock y otras rolas) y si ya le había agarrado confianza con éste terminé por agarrarle la onda. Y es que, además, fue el primer autor que pude leer escuchando rock, cosa que le agradecí muchísimo: poder escuchar a los Animals o a la Tinta Blanca leyendo las historias sobre mi música favorita. Porque, además, José Agustín nunca ha dejado de actualizarse en el mundo de la música, esto llama la atención porque no es muy común que alguien nacido en 1944 sepa de grupos como The Hives o The White Stripes. Claro, hay escritores que tienen una pasión alterna a la literatura y escriben sobre ella (como Juan Villoro con el futbol). Los trabajos de José Agustín, fueron los primeros que no me exigieron una erudición amplia para comprenderlos, bastaba con haber escuchado rock toda mi vida para saber de qué estaba hablando. Es un escritor que podemos ubicar en momentos importantes de la historia de México, como la matanza de Tlatelolco o el 10 de junio de 1971, el día de los Halcones Negros. Con él comienza una visión de la realidad mexicana joven, con una actitud rebelde y a veces (muchas) irreverente. En un país en el que la contracultura era censurada y encarcelada, surgieron escritores como el acapulqueño, Jesús Camacho Morelos o Gustavo Sainz, entre otros, que comenzaron a rebelarse prolíficamente mediante la literatura, convirtiéndose en los primeros autores de novelas sobre jóvenes (José Agustín, en La contracultura en México, señala que la primera novela sobre jóvenes la había escrito Augusto Sierra, Colonia Roma, pero que sólo se trataba de una obra moralista sobre las pandillas a finales de los años cincuenta). Es con la novela La tumba que comienza a publicar; y se considera a ésta la primera novela del movimiento literario “La Onda”, que se caracterizó por utilizar una forma completamente nueva de escribir en México pues llevaron el lenguaje coloquial hasta las últimas consecuencias dentro de su narrativa. Después, la novela de más reconocimiento de José Agustín fue Se está haciendo tarde (final en laguna), escrita dos años después del “Halconazo” y del festival de rock mexicano “Avándaro”. Una novela enérgica, calificada por algunos críticos como explosiva e intensa, y sí, con una variedad de técnicas narrativas, el autor guerrerense cuenta la historia de Virgilio y Rafael, el primero, un vendedor de drogas, el segundo, un lector del tarot. El nombre de Virgilio no se trata de ninguna coincidencia con el autor de las bucólicas, ya que la descripción de Caleta, aunque no pastoril, es de un lugar tranquilo, de descanso y en donde el personaje principal “encontró allí su medio natural” (recordemos que José Agustín estudió Letras clásicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM). En cuanto al lenguaje, no hace falta explicarlo: “Desde hace rayo, hijo. Estuvimos parroteando durante el Atizapán hasta que pirañas el charro. Luego te clavaste con la posteriza, pero te sacó de onda el póster de Frank Zappa cagando (…) Te dije que esta mostaza está súper.” Esto junto el inglés forman el lenguaje que, en sus novelas y en sus ensayos, utilizó el guerrerense para hablar de su generación, así como también desmenuzó las formas narrativas para representar una vida llena de rock, rebeldía, sexo y drogas,
Una de las aportaciones de José Agustín a la cultura (no sólo a la literatura) es haber interpretado la realidad extranjera para poder escribir sobre la mexicana. En él se leen muchas influencias, principalmente la de Kerouac, Ginsberg y Burroughs, en sus primeros trabajos, y de un montón de letras de canciones de blues, punk y rock.
Formó parte de una generación que convivían con la cultura norteamericana muy de cerca, especialmente los que vivían en Tijuana y en Acapulco –que para ese entonces ya era un centro de constante flujo de turistas-; fue, junto con músicos y escritores, uno de los que expresó que aquí también podía haber contracultura.

México, D.F., 2011