Hace unos días, los mexicanos volvimos a ser espectadores de una imagen indigerible que recordaba lo mismo al grupo terrorista ETA que a los integrantes de Al Qaeda.
Cuatro hombres vestidos de negro, con el rostro y la cabeza totalmente cubiertos, sentados detrás de una mesa de conferencias acompañaban a quien parecía ser su líder, y daba, frente a una cámara, una especie de mensaje a la nación en el que reconocían ser los autores de los 35 cadáveres arrojados a una de las principales avenidas de Boca del Río, Veracruz.
“Somos los Matazetas”; “somos el brazo armado del pueblo y para el pueblo”; “respetamos a las fuerzas armadas, a los poderes Ejecutivo, estatal y municipal, pero condenamos a los malos funcionarios que protegen a los Zetas”; “les pedimos que dejen de apoyarlos.”
Aunque la vocera del gobierno federal, Alejandra Sota, haya salido a decir nerviosamente que en México no hay indicios de que existan grupos paramilitares, lo cierto es que los objetivos y la estrategia utilizada por los Matazetas la contradicen.
Esta agrupación, como muchas otras que ya existen en el país, operan como verdaderos escuadrones de la muerte. Es decir, en forma clandestina, perfectamente bien patrocinados y organizados, con un arsenal de alto poder que no tiene ni el mismo Ejército y cuya existencia tiene como propósito hacer “justicia” por propia mano.
Este video es el segundo que aparece. El primero fue subido a Youtube el 27 de julio y en él se puede ver a un ejército de encapuchados abrazando metralletas perfectamente nuevas.
La aparición de los Matazetas comprueba —como lo han advertido las agencias de seguridad de Estados Unidos— la presencia de una seudoguerrilla, vinculada con el crimen organizado, que utiliza tesis nacionalistas de reivindicación social y política para ganar adeptos.
“Somos —dijeron en el comunicado— orgullosamente mexicanos”, frase dirigida a tocar las fibras más profundas de la identidad nacional. De una identidad que, por cierto, ningún gobierno se ha interesado en reforzar.
La aparición de esta agrupación merece, por otro lado, un análisis cuidadoso.
Seguramente, es la primera de muchas otras que comenzarán a aparecer conforme se acerque el proceso electoral del 2012.
Así como hoy centran sus demandas en la eliminación de los Zetas, mañana podrían intervenir para calificar o descalificar públicamente a los futuros candidatos a la Presidencia de la República, para acusarlos de proteger o ser cómplices de ciertos cárteles o bien para exigir que se comprometan a cumplir con algunas exigencias.
Según la enciclopedia cibernética: “En El Salvador, los escuadrones de la muerte fueron grupos paramilitares de extrema derecha, conformados por militares, policías sin uniforme y civiles, que ejecutaron acciones en contra de opositores políticos o del gobierno”.
Este tipo de oscuras agrupaciones le harían el próximo año un “maravilloso” servicio político electoral al partido en el gobierno.
Imaginemos el impacto que tendría en el electorado ver cómo un grupo clandestino irrumpe en las pantallas del Canal 2 de las Estrellas, para decir que si gana tal o cual candidato inundará el país con sangre.
Es decir, las precampañas rumbo al 2012 ya empezaron, y lo hacen en medio de un clima enrarecido por la violencia y la aparición de grupos clandestinos que por su poder, influencia y objetivos podrían operar como los verdaderos tapados.
Beatriz Pagés