Alexander Serikov 

La muerte de Burkhanuddin Rabbani sucedida el 20 de septiembre del año en curso marcó el fin de una etapa pacífica en la historia moderna de Afganistán. Ya que la persona responsable de las negociaciones con los talibanes -integrantes del movimiento islámico de tendencia suní considerado terrorista por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas– en sus esfuerzos por lograr la paz definitiva en este país asiático fue asesinada por los mismos talibanes; ni hablar de la reconciliación con ellos. Ni las negociaciones ni tampoco las acciones militares llevadas a cabo en Afganistán por las tropas estadounidenses, acercaron la paz a la región.

El 7 de octubre se cumple el décimo aniversario de la intervención estadounidense en Afganistán. Aquel día hace diez años los primeros misiles norteamericanos fueron arrojados sobre las posiciones de los talibanes y luego aparecieron en los cielos de este país los aviones bombarderos B-52 Stratofortress salidos de los portaviones F/A-18.

El mencionado Burkhanuddin Rabbani era uno de los líderes de la llamada Alianza del Norte –agrupación militar integrada por algunos jefes militares que dirigían la lucha contra los talibanes-, esta Alianza, apoyada por el poderío militar estadounidense en unos pocos meses logró ocupar casi todo el territorio nacional obligando a los talibanes a esconderse en las zonas montañosas del país. Al parecer, la guerra había terminado. Pero no fue así. Movidos por el deseo de vengarse por lo del 11 de septiembre, los dirigentes estadounidenses enviaron sus tropas militares a desembarcar en tierra afgana, precisamente en la capital Kabul y en la ciudad de Kandagar para encontrar a Osama Bin Laden culpable de haber organizado los actos terroristas en Nueva York y Washington. De esta manera comenzó un nuevo episodio de la intervención estadounidense en Afganistán. Las primeras operaciones militares que tuvieron cierto éxito, con el pasar del tiempo se convirtieron en una guerra costosa, sangrienta y absurda. Igual que los británicos en su tiempo, igual que los soviéticos, los norteamericanos tenían que buscar la manera de salir del callejón sin salida. Y se acordaron de Rabbani.

Era una persona controvertida: fue uno de los destacados jefes de la lucha contra las tropas soviéticas y ex presidente de Afganistán, que se negó a retirarse y provocó en 1994 la escalada de la guerra civil. Fue nombrado jefe del Consejo Supremo de Reconciliación cuyo objetivo era establecer el diálogo entre las partes en conflicto y convertir la lucha armada en una de carácter político. Pero Rabbani no fue bien aceptado por los demás integrantes del Consejo por cometer varios errores siendo presidente del país e integrante de la Alianza del Norte. Además, los talibanes contra quienes Rabbani luchó durante la guerra civil, calificaron su nombramiento como insulto personal y juraron asesinar a todos los integrantes del Consejo y en primer lugar a Rabbani. Y el momento trágico para esta persona  llegó.

Fue el 20 de septiembre cuando Rabbani recibió la información de que habían llegado dos representantes del movimiento Talibán con un importante mensaje acerca de la negociación pacífica del conflicto. Rabbani los atendió el mismo día. Uno de ellos se acercó y apretó un botón secreto que activó un explosivo escondido en su turbante. Rabbani y su asesino murieron al instante. La muerte del líder afgano provocó especulaciones de que, como consecuencia de este acontecimiento trágico la tensión entre las regiones norteñas relativamente tranquilas y controladas por el gobierno y las sureñas controladas por los talibanes se acrecentará. Se vinieron abajo los planes de los dirigentes de Kabul y de los estadounidenses acuartelados en la parte norte del país de lograr la reconciliación con los talibanes quienes declararon el día siguiente del asesinato de Rabbani que no habría negociaciones con el Norte del país hasta que las tropas norteamericanas abandonaran Afganistán. Cabe recordar que según los planes del Pentágono, las tropas norteamericanas deben salir de este país asiático  en 2014.