México y EU: siameses que nunca podrán separarse
Bernardo González Solano
Aunque se ha repetido miles de veces, la manida frase de “pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos!” nunca pierde la verosimilitud. La extensísima frontera entre ambos países permite (o impide) todo tipo de intercambios.
Bien definió, en su día, la diplomacia binacional de las dos naciones, un ex secretario de Relaciones Exteriores de México: “La diplomacia entre Palacio Nacional y la Casa Blanca es una de las más vivas del mundo, diariamente se llevan a cabo miles y miles de contactos de la mayor importancia”.
Como sea, la relación bilateral mexicano-estadounidense puede calificarse, al mismo tiempo, como una maldición o una bendición. Todo depende. En ocasiones, todo parece estar como miel sobre hojuelas; otras, semeja el peor de los infiernos. Como maldición bíblica, somos siameses que nunca podremos separarnos. Para colmo, la insaciable adicción de los vecinos del norte por las drogas ha envenenado, aún más si esto fuera posible, nuestra vecindad. En ocasiones, la política electoral del Tío Sam le agrega hiel al asunto.
La opinión de The New York Times
En tiempos electorales, la relación bilateral entre México y Washington empeora. Los propios medios de comunicación del vecino lo denuncian. El pasado 17 de septiembre, por ejemplo, el famoso diario The New York Times criticó severamente en un editorial las propuestas de los aspirantes a la candidatura presidencial del Partido Republicano —en la oposición— mediante las que pretenden sellar la frontera con México, al tiempo que piden más dinero para reformar la seguridad al paso de indocumentados mexicanos y no contemplan otras medidas.
The New York Times puntualizó que los republicanos
—que gozan fama de representar a los políticos más derechistas del país, y que incluyen a grupos ultraortodoxos como la Tea Party, entre otros— están “equivocados” en sus respuestas para legalizar a once millones de ilegales, y agregó que “los indocumentados tienen trabajos, tienen niños, pagan impuestos, usan servicios del gobierno y frecuentemente viven con miedo”, pero los precandidatos republicanos han evitado responder en sus debates por la televisión con acierto.
En fin, el influyente periódico neoyorquino indicó que, además, los políticos republicanos rechazan la “amnistía” que favoreció el ex presidente republicano Ronald Reagan, así como una reforma migratoria integral con multas que apoyó el ex mandatario George W. Bush, también republicano, y su sucesor y actual mandatario, el 44, el demócrata Barack Husein Obama.
Indicó el periódico que, sobre los indocumentados y la migración ilegal, la respuesta de los republicanos es “sellar la frontera”, al tiempo que solicitan miles de millones de dólares en nuevos gastos del gobierno.
The New York Times puntualizó: “Sellar la frontera no es la solución y falsamente la presentan como peligrosa, cuando las ciudades estadounidenses en esa región están entre las más seguras del país y se ha reducido el paso de ilegales debido al muro y la mala economía del país”.
Perry, político cowboy
Asimismo, el periódico citado manifestó su decepción con los abanderados republicanos Mitt Romney, James Richard (Rick) Perry y John Hunstman, que ni siquiera ofrecieron “soluciones sensibles” tomando en cuenta que en el pasado ya habían abordado el delicado tema.
Rick Perry, gobernador de Texas, por ejemplo, rechazó el levantamiento del muro entre su país y México, pero ahora favorece más soldados y aviones; John Hunstman apoyó la concesión a los indocumentados de licencias para conducir, aunque ahora apoya el levantamiento del muro. En su turno, Mitt Romney apoyó el plan anterior de George W. Bush encaminado a la consecución de la ciudadanía a los ilegales, aunque posteriormente rechazó una propuesta bipartidista que presentaron el senador republicano John McCain y el recién fallecido senador demócrata Edward Kennedy.
De tal suerte, Perry, de 61 años, el político cowboy que desde diciembre del año 2000 sucedió a George W. Bush en el gobierno de Texas, en su condición de precandidato republicano en una reunión celebrada en Manchester, Nueva Hampshire, quizás sin meditar bien las consecuencias de sus palabras declaró: “Podría requerirse de nuestras fuerzas militares en México, para trabajar en coordinación con ellos a fin de eliminar estos carteles de narcotraficantes y mantenerlos alejados de nuestras fronteras”.
En pocas palabras, Rick Perry comparó la situación que priva en México con la de Colombia, cuyo gobierno aceptó el apoyo militar estadounidense en el combate contra la droga. Así, el gobernador texano afirmó que la violencia actual en México puede requerir medidas militares similares.
Por otra parte, Perry agregó: “Soy un gobernador; no tengo la postura placentera en la que sólo me paro en un escenario y crItico”, refiriéndose claramente a sus rivales por la candidatura presidencial republicana, quienes han manifestado que el texano muestra una actitud muy blanda sobre el tema de la inmigración ilegal. “Tengo que lidiar con estos asuntos”, acotó Rick Perry.
Al declarar sobre el posible envío de fuerzas a México y con otras declaraciones que hizo durante una visita con fines proselitistas a Nueva Hampshire, Ricky pareció mostrar una actitud más dura en materia de inmigración ilegal y seguridad fronteriza.
No debe olvidarse que durante el gobierno de Obama varios gobernadores fronterizos con México e incluso del interior de la Unión Americana han promulgado rígidas e inhumanitarias leyes contra los inmigrantes ilegales. En este sentido, el gobierno federal ha tenido que acudir a tribunales superiores para impedir que esas disposiciones legales se apliquen, aunque algunos artículos sí surten efecto.
Temerarias declaraciones
A mayor abundamiento, es frecuente que el gobernador Rick Perry convoque a la Guardia Nacional para proteger la frontera de Texas con México y prevenir la inmigración ilegal. Pero las declaraciones del sábado 1 de octubre fueron más lejos, al indicar que está dispuesto a ampliar la participación de las fuerzas estadounidenses al otro lado de la frontera. Perry hizo estas declaraciones durante una recepción en la casa del candidato republicano a gobernador de Nueva Hampshire, Ovide Iamontage.
Tiempo después de hacer estas declaraciones —que inmediatamente tuvieron en México fuertes reacciones—, un vocero de Rick Perry “aclaró” que el gobernador estaría dispuesto a estudiar todas las opciones de cooperación con México. Al parecer, la aclaración llegó tarde pues inmediatamente hubo fuertes reclamaciones, así como las ha habido por la ley antiinmigratoria HB 56 de Alabama.
Hasta el momento, sólo las declaraciones de Rick Perry han alertado a la parte mexicana. Enviar tropas estadounidenses a territorio mexicano con el pretexto de “ayudar” a combatir el narcotráfico, hace recordar expediciones punitivas de otros tiempos y de ataques al puerto de Veracruz y a la propia ciudad de México, en el Castillo de Chapultepec y otros sitios. Perry cometió una pifia. Para la opinión pública south of the border, el gobernador texano “no es un buen vecino”.
El singular Willard Mitt Romney
Del resto de los precandidatos republicanos, Michelle Hachmann, congresista por Minnesota; John Hunstman, ex gobernador de Utah y ex embajador en China; Newt Gingrich, ex presidente de la Cámara de Representantes; Ron Paul, congresista texano; Herman Gain, hombre de negocios y locutor de un estación radiofónica; Rick Santorum y Willard Mitt Romney, de 64 años, gobernador de Massachusetts de 2003 a 2007, únicamente éste mantiene las relaciones Estados Unidos-México como una de sus prioridades y cartas políticas.
Varios analistas políticos afirman que el ex gobernador de Massachusetts se diferencia de sus adversarios de partido, que tiene como emblema un burro, por impulsar una estrecha relación comercial privilegiada con México por sobre otros países con los que actualmente Estados Unidos mantiene solidez en sus contactos de comercio.
Esta situación tiene antecedentes familiares y políticos. Romney cuenta con varias decenas de familiares en Ciudad Juárez, Chihuahua, y no por ello se dibuja como una de las principales cartas del Partido Republicano para los comicios presidenciales de noviembre de 2012. Podría ser el 45 presidente de la Unión Americana, con lo que se cumpliría la profecía del presidente Obama de que un político “latino” podría ser mandatario de Estados Unidos a “corto plazo”.
La historia de la ascendencia mexicana de Mitt Romney no es muy conocida ni tampoco la menciona mucho el puntero para la nominación republicana. Lo cierto es que las legendarias vidas de los antepasados de Romney, y su actual lucha contra los narcotraficantes en México, ofrecen un retrato familiar mucho más complejo que la imagen puramente nacionalista que fomentan Mitt, su esposa Ann y sus cinco hijos.
Va de anécdota. Los Romney de México (obviamente Mitt) son descendientes de Miles Park Romney, que llegó al desértico Chihuahua en 1885 huyendo de la prohibición de Estados Unidos contra la poligamia. Miles tenía cuatro esposas y 30 hijos y junto con otros pioneros mormones, fundó una próspera comunidad fuera del alcance de la ley de su país. El bisabuelo de Mitt encontró en México la libertad que buscaba. Mitt continúa siendo mormón, pero con una educación privilegiada. Puede ser un candidato presidencial que compita con Obama.

