Fanático pentecostal en EU prende fuego al libro sagrado del Islam
Bernardo González Solano
La historia demuestra que cuando se empieza por quemar libros se termina por incinerar al propio ser humano.
Hace casi 73 años, en la noche del 9 de noviembre al 10 de diciembre de 1938, conocida como kristallnacht (noche de los cristales rotos) tuvo lugar en Alemania la mayor explosión de violencia institucional dirigida hasta entonces contra los judíos alemanes: cien muertos y mil heridos y golpeados por la turba y agentes hitlerianos disfrazados.
En el curso de estos disturbios se destruyeron y saquearon 7 mil 500 establecimientos propiedad de judíos y se atacaron e incendiaron 250 sinagogas, quemando la mayoría de sus libros sagrados. Toda esta incitación al odio culminó con las horripilantes matanzas de más de seis millones de judíos, gitanos, homosexuales, testigos de Jehová, disidentes políticos e incapacitados mentales a manos de soldados y colaboradores de los nazis.
Esta abominable matanza se conoce con el nombre de Holocausto o Shoa. Moraleja: nadie debe quemar libros, mucho menos libros sagrados; asimismo, el racismo debe de ser una palabra prohibida en todo el mundo y su práctica inaceptable.
Ray(mond Douglas) Bradbury, el famoso escritor estadounidense, tituló su conocida obra Fahrenheit 451 porque estos son lo grados necesarios para quemar un libro. Ahora, hay locos que queman el Corán, el libro que contiene las revelaciones de Dios a Mahoma.
Fundamentalismo cristiano
El absurdo episodio de la quema de un volumen del Corán se desarrolla en un momento especialmente delicado, cuando los países del Magreb y del Medio Oriente, en los que el Islam es influyente en todo momento, cuando demuestra una creciente fuerza en las revoluciones árabes en desarrollo —Túnez y Egipto están en camino de cambiar radicalmente de gobierno después de que sus autócratas cayeron, y Libia y Siria se encaminan por el mismo rumbo, aparte de otras naciones—, hay intranquilidad tanto entre laicos y liberales occidentales como árabes, que temen que esta “primavera árabe” llegara a caer en un islamismo que rechaza la versión pluralista de la democracia, que oprime inicuamente a todas sus mujeres y proclama la bandera de la yihad contra cristianos y judíos.
Su temor no es debido a un fundamentalismo cristiano —que también lo hay— la quema del Corán es la mejor prueba de ello, sino a la militancia asesina islámica que ha segado la vida de mas de 30 mil paquistaníes en cuatro años, matanza “religiosa” que podría surgir en el mundo árabe, hoy en plena ebullición sociopolítica.
En pocas palabras, el auto de fe —palabra histórica que hacía mucho tiempo no aparecía en los medios de comunicación modernos: se refiere a la proclamación de pública y solemne de las culpas y sentencias de los acusados por el antiguo tribunal eclesiástico de la Inquisición, pero también significa la ejecución de esas sentencias y la acción de quemar algo, especialmente libros o documentos, por motivos ideológicos o religiosos— del pastor “iluminado” Terry Jones, de la iglesia pentecostal Dove World Outreach Center, en Gainsville, Florida, para quemar un Corán, incendió no un sólo volumen sino a todos los seguidores de Mahoma. Después de las viñetas en contra de Mahoma publicadas por un periódico danés hace unos años, que originaron que el caricaturista, autor de las mismas, fuera amenazado de muerte por las autoridades religiosas islámicas, hasta el momento, permanece bajo protección policiaca y vive en secreto. Ahora, el segundo capítulo de esta secuencia se desarrolló en Afganistán.
Virulencia afgana
El hecho es que nunca antes, posiblemente, los afganos habían expresado con tanta virulencia su adhesión al Corán y su hostilidad contra Estados Unidos. ¿Por casualidad? Eidentemente no. “Muerte a Estados Unidos”, “muerte a los judíos”, “muerte a los cristianos”, corearon varios cientos de exaltados en Jalalabad, la principal ciudad del este de Afganistán.
Las protestas contra la quema de un Corán en Estados Unidos se extendieron el domingo 3 de abril a la región este afgana y agregaron otros dos muertos en Kandahar. Por tercer día consecutivo, hasta el momento de escribir este reportaje, se desarrollaron manifestaciones que ponían de relieve el disgusto de los afganos con la comunidad internacional y amenazando con iniciar una crisis política entre Kabul y Washington.
Pese a la condena del presidente Barack Obama a la profanación del pastor Jones, las quejas de los creyentes en Mahoma adquirieron un marcado cariz antiestadounidense.
Durante tres jornadas consecutivas se han continuado ininterrumpidamente las manifestaciones que denuncian el auto de fe del libro sagrado del Islam por el pastor Terry Jones. El 20 de marzo último, este integrante protestante que dirige un pequeño núcleo cristiano de Estados Unidos —donde abundan— públicamente prendió fuego al Corán en una localidad de la soleada Florida. Resultado: hasta el momento, la quema ya provocó 12 muertos en Afganistán. Asimismo, el viernes 1 de abril, las manifestaciones de protesta en Mazar i Sharif degeneraron en un asalto a las oficinas de la ONU en dicha ciudad que dejó 20 muertos, entre ellos siete empleados extranjeros de la organización internacional. No se pudo precisar si esta violencia fue inducida por las fuerzas insurgentes locales, como afirmaron algunas fuentes oficiales. Lo ciertos es que estas protestas muestran la extrema sensibilidad de los afganos hacia cualquier insulto contra su religión y su creciente hartazgo con la presencia de tropas occidentales en su país.
Esta muestra de cólera se presenta mientras que la frustración de la población afgana alcanzó su límite. Después de diez años de guerra contra los talibanes, los afganos esperan, en su gran mayoría, mejoras socioeconómicas prometidas por la coalición en el año 2001, después de los ataques de Al Qaeda a las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York, en una ala del Pentágono y otro ataque suicida que frustraron heroicos pasajeros sacrificando su vida.
Además, la seguridad de Afganistán se degrada día a día. El domingo 3, el presidente Hamid Karzai personalmente pidió a Obama que “no se repitiera” un acto semejante como el del pastor Jones. El 24 de marzo calificó el auto de fe “como un acto obsceno e insultante”.
Violencia contra la ONU
Las protestas, convocadas abiertamente por los mulás en el curso de sus sermones diarios, tomaron un rumbo dramático en Mazar i Sharif donde cuatro de los gurkhas (soldados profesionales) nepaleses encargados de la seguridad de las oficinas de la ONU, que habían recibido órdenes de no disparar a los grupos civiles aunque se mostraron amenazantes, fueron arrollados por los manifestantes armados.
El representante especial del secretario general de la ONU, Staffan di Mistura, explicó cómo fueron asesinados tres empleados que se encontraban en las oficinas: un rumano, un sueco y un noruego. Se habían e ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽an cios . refugiado en el búnker construido en caso de bombardeo. Los manifestantes, agregó el diplomático, cometieron pillaje e incendiaron las oficinas. Dispararon en contra de tres europeos y decapitaron a uno de ellos. El jefe de la misión, el ruso Pavel Ershov, salvó la vida gracias a su perfecto dominio del dari, una de las lenguas afganas. Rogó a los asesinos, afirmó que era musulmán y finalmente lo dejaron ir.
Tan reprochables son los actos criminales en contra de los miembros de la delegación de la ONU en Afganistán como la farsa del “juicio” (auto de fe) del Corán por la Internet. Unos cuantos devotos del pastor Terry Jones condenaron a la hoguera el libro sagrado del Islam. Cuando dos fanatismos se enfrentan, nada bueno puede resultar.
Crónica de El País
Una crónica del auto de fe escrito por Yolanda Monge, corresponsal de El País en Washington, dice: “Veinticuatro minutos y seis segundos dura la farsa del juicio que una mente desequilibrada parapetada tras la religión puso en práctica el pasado mes de marzo contra el Islam. En esos 24 minutos y seis segundos se escucharon los argumentos de la defensa —un imán de Dallas defendió el Corán— y de la acusación —ejercida por un cristiano convertido del Islam—, y un jurado de 12 personas dictó sentencia. El Islam era culpable de «crímenes contra la humanidad» —incluido el delito de promover el terrorismo— y de «la muerte, violación y tortura de todo aquel alrededor del mundo cuyo único crimen es no pertenecer a la fe islámica»”.
De hecho, la “sentencia” se decidió desde antes por medio de un sondeo on line entre los miembros de la iglesia pentecostal, en cuyo menú estaba la hoguera (que fue el que se aplicó), el ahogamiento, el descuartizamiento o el fusilamiento. De no ser por el número de muertos (alrededor de veinte) que esta parodia ha provocado a 12 mil kilómetros de distancia de la Florida, podría decirse que ésta es una pésima novela seudorreligiosa. Casi irreal.
El “iluminado” pastor Terry Jones, finalmente se dio gusto: quemó el Corán como lo anunció desde el año pasado, poco antes del aniversario del 11-S. “Arde bastante bien”, se escucha en el pésimo video grabado por los miembros de su iglesia. La verdad es que muy pocos se percataron de su “odisea”.
“Con ese fuego se podían hacer unas buenas hamburguesas”, dice en el mismo video Wayne Sapp, el pastor que puso fuego al libro sagrado de los musulmanes, ya que Jones sólo ejerció de juez y no de verdugo. Sin dejar de ser el “sumo sacerdote” que encabezó el abominable auto de fe. El ridículo pastor de bigotes todavía más ridículos, de 58 años de edad, tuvo su momento de gloria. Además, cínicamente negó que fuera responsable de los muertos en Afganistán. Vale.

