Juan Barrera Barrera  

La izquierda aglutinada en torno al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y su candidato Alfredo Pérez Rubalcaba, llegará a su compromiso con el electorado este 20 de noviembre desprovista de sus mejores herramientas políticas para tratar de evitar lo que los sondeos apuntan como inevitable: el triunfo de la derecha.
Desde que el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, anunciara la convocatoria para adelantar las elecciones generales que estaban previstas originalmente para marzo del 2012, los socialistas no han logrado disminuir considerablemente la ventaja que les saca el candidato del Partido Popular (PP), Mariano Rajoy.
La derrota del PSOE es anunciada con insistente anticipación, pues además los opositores de la derecha popular  no han cejado en colgarle todos los males que le aquejan a España, cuando ha sido el PP corresponsable por ser el principal impulsor de las medidas de ajuste económicas impuestas por la Unión Europea y los mercados financieros.
Tocó la mala fortuna de haber sido un partido socialista al que le correspondiera la responsabilidad de enfrentar la peor crisis económica de todos los tiempos modernos y de haber aplicado, en contraposición a sus principios, las recetas antipopulares para superar la crisis global que ha dejado sin trabajo a cinco millones de trabajadores.
Cómo recomponer el liderazgo socialista y convencer a los electores que el proyecto del PSOE que tiene como centro de su programa la defensa del Estado de Bienestar sigue vivo, cuando en mayo del 2010 el gobierno de Rodríguez Zapatero abdicó de las políticas socialdemócratas para imponer a su pueblo las recetas del capitalismo salvaje.
Cómo explicar y convencer a esos cinco millones de desempleados (la tasa más alta de la Unión Europea), que el gobierno socialista tuvo que aceptar los condicionamientos externos, de lo contrario la situación se hubiera salido de control con mayores consecuencias no sólo para España, sino para todos los países de la zona euro.
Cómo congraciarse con los sindicatos, aliados históricos del PSOE, cuando el gobierno aprobó las reformas laboral, que abarata el despido, y que le costó a Rodríguez Zapatero una huelga general el 29 de septiembre de 2010; y la de pensiones que alarga la vida laboral hasta los 67 años y obliga a trabajar 38.5 años a quien pretenda jubilarse a los 65.
Un adelanto de lo que serán los comicios de este 20-N (fecha emblemática para los españoles por ser el día en que murió el dictador Francisco Franco hace 36 años), fueron los comicios autonómicos y municipales de mayo en los que el PSOE sufrió una devastadora derrota frente a su tradicional rival PP, con una diferencia de casi dos millones de votos.
Cómo poder revertir esa cauda de votos en un lapso de tiempo tan corto. Aunque hay optimismo en las filas de los socialistas, la derrota se percibe. De acuerdo a los sondeos, el derechista PP no sólo ganaría la presidencia del gobierno, también la mayoría en las dos Cámaras del Parlamento (se renovarán 350 escaños del Congreso de los diputados y 208 de los 269 del Senado).
El escenario no sólo es desalentador para el PSOE y sus candidatos, es para la gran mayoría de los españoles. Si se cumplen los pronósticos electorales, habrá un partido que tendría mayoría en casi toda la península ibérica. Los electores no le otorgarían un voto de confianza, le estarían entregando un cheque en blanco al PP. Será un gobierno con amplios poderes sin pesos ni contrapesos.
Solamente un milagro podría impedir el triunfo de Mariano Rajoy, pero como los milagros no existen en los procesos electorales, sólo queda apelar a la memoria histórica de los españoles para que no le entreguen el país en bandeja de plata a la derecha mentirosa, hipócrita y autoritaria.