Felipe Calderón quiere imponer a Ernesto Cordero en la silla presidencial y a Luisa María Calderón, alias la Cocoa, en Michoacán.

Ninguno de los dos Cocos tiene méritos suficientes para llegar al poder, excepto porque el primero es su favorito, y el segundo, su hermana.

Ante la carencia de méritos y aceptación social, la inversión y despilfarro de recursos públicos en propaganda y compra del voto —en una de las entidades más pobres del país— es impresionante. El silogismo no falla: entre menos carisma y popularidad tenga un candidato, más cara resulta la campaña.

Es el caso de la hermana del Presidente. Como dicen los lugareños: “La quieren imponer a huevo”, y no hace falta ser muy suspicaz para darse cuenta de que Michoacán ha sido convertido por Los Pinos en tubo de ensaye del 2012.

El candidato del PRI al gobierno del estado, Fausto Vallejo, ha sintetizado el proceso electoral de la entidad con la muy incisiva frase: “Mi verdadero adversario es el Presidente de la República”.

Y es que la intervención de Calderón en Michoacán resulta obscena por diferentes razones.

En primer lugar, porque el poder e influencia que hoy, tan ostensiblemente, muestra para imponer a su hermana no lo ha empleado a lo largo del sexenio para  revertir el estado de pobreza, marginación y abandono en el que se encuentra la entidad donde nació.

Michoacán tiene estadísticas alarmantes que explican por sí solas el resquebrajamiento del tejido social y la consecuente proliferación del crimen organizado.

Basta saber que en Estados Unidos viven más michoacanos que en el mismo Michoacán, para entender que se trata de una entidad rota donde a la falta de inversión, productividad y empleo se suma un rezago educativo sólo comparado con algunos países de Africa.

El Instituto Nacional de Evaluación Educativa coloca al estado en los primeros lugares de deserción escolar, niños reprobados, ausencia de maestros y escuelas en malas condiciones físicas.

En Michoacán muere una mujer cada tercer día por cáncer de mama, incrementándose obviamente la incidencia cuando se trata de una indígena.

De acuerdo con cifras del Banco de México, en 2010 el país recibió 21 mil 271 millones de dólares en remesas; de esa cantidad, 2 mil 141 millones llegaron a Michoacán.

La pregunta es: ¿dónde están? ¿El gobierno federal y el gobierno del estado han hecho algo para que esos recursos se traduzcan en desarrollo, crecimiento y empleo?

¿A dónde, en resumen, han estado Calderón y la Cocoa, como michoacanos y políticos para revertir ese estado de cosas?
Cada vez que tiene oportunidad, el Presidente de México asegura ser un demócrata. Autodefinición a la que debería agregar: siempre y cuando la democracia “se haga en los bueyes de mi compadre”, porque Michoacán se ha convertido en una verdadera radiografía del abuso y autoritarismo calderoniano.

Ni ganando, gana la Cocoa. Nadie creerá en su triunfo. Todos los michoacanos saben que el domingo 13 de noviembre, Calderón hará lo necesario para, desde Los Pinos, robarse la elección y entregarle la gubernatura a su hermana.

Ella y el Presidente deberían pensarlo dos veces. Medir las consecuencias que puede tener gobernar un estado, donde la eficacia para combatir el crimen organizado descansa necesariamente en la legitimidad del poder.