Hasta se le rindieron honores patrios


Félix Fuentes

 

Ante su féretro, Felipe Calderón reconoció en Francisco Blake grandiosas virtudes de trabajo, honestidad, lealtad, patriotismo y  entrega a la patria, y uno no se explica por qué los sabios del PAN no las advirtieron ni pensaron en él para precandidato presidencial.

Si Blake fue cuanto dijo Calderón de su “amigo entrañable” y algunos vociferantes lo consideran, ya  muerto,  como el mejor del gabinete presidencial,  esto explicaría por qué el equipo presidencial  está para llorar y  tiene a México al borde de la hecatombe.

El nacido en Tijuana, Baja California, fue diputado federal, pero no se le recuerda como un tribuno que hubiese formulado importantes propuestas o debatido en pro de los intereses nacionales. Pero el primer mandatario aseguró que Blake “dejó siempre constancia de su enorme inteligencia, su compromiso con los ciudadanos, su gran bonhomía y su gran patriotismo”.

En realidad, el ex secretario de Gobierno de Baja California era un desconocido para la mayoría de los mexicanos cuando fue llamado para relevar en Bucareli al renegado del PAN, Fernando  Gómez Mont.  Ahora lo eleva Calderón como buen ejemplo de su generación y de su tiempo. Su acción “estuvo siempre guiada por la vocación de servir a México”.

A Blake y a las otras siete víctimas del accidente del helicóptero de la Fuerza Aérea Mexicana les fueron rendidos honores patrios, con sus fotografías frente a los féretros, como lo hizo el Presidente cuando se accidentó el campechano originario de España, Juan Camilo Mouriño.

Único orador del acto luctuoso, Calderón lamentó la pérdida de “un mexicano honesto, trabajador, leal, patriota, comprometido con las mejores causas del país”. También lo calificó de político congruente que llevaba sus actos a la altura de sus ideas.

Más aún, Calderón dijo de Blake que en el servicio público brilló con luz propia y demostró con creces su capacidad para el diálogo y para idear siempre soluciones de fondo a problemas complejos, donde pudiera caber la concertación política.

En Gobernación, prosiguió el Presidente, su colaborador se desempeñó siempre con absoluta entrega, con rectitud y lealtad a toda prueba. Sirvió con pasión —agregó—, con dedicación y alegría a la Patria hasta el último instante de su vida.

Blake fue un funcionario admirable, buscaba genuinamente gobernar para los ciudadanos y eso lo llevó a ser un impulsor decidido del diálogo “que hemos sostenido en los últimos años con todos los sectores sobre los más diversos temas, particularmente el de seguridad, declaró Calderón.

En la interminable relatoría de elogios, Calderón dijo que, como político, Blake jamás cayó en la vociferación, en la descalifcación o el encono. Fue atinado, fuerte y a la vez sereno, nunca un desplante y nunca una declaración imprudente o fuera de lugar. Su afán no fue ganar la primera plana, sino trabajar para transformar verdaderamente el país.

Ningún héroe de la patria, que sepamos, recibió similar  catarata de elogios, de un solo golpe. ¿Pretendió con ese discurso Calderón conmover a la población, en vísperas de las elecciones de Michoacán? No lo logró si así lo pensó.

En el primer conteo de votos fue derrotada  Luisa María Calderón, lo cual significó un chubasco helado para Los Pinos, donde se dispuso de nutridos contingentes de militares y  agentes federales para resguardar a la candidata panista, hermana del Presidente.

Cuando faltaban horas para concluir los comicios michoacanos, Luisa María festejó con unas cien personas y saltó de gusto con el líder albiazul, Gustavo Madero, quien  como chamaco de primaria dio brinquitos y elevó los brazos en señal de triunfo.