Movimiento Progresista
Al gobernar aprendí a pasar
de la ética de los principios
a la ética de las responsabilidades.
Felipe González Márquez
José Alfonso Suárez del Real y Aguilera
El compromiso signado por las dirigencias de los partidos Movimiento Ciudadano, Del Trabajo y el de la Revolución Democrática, a fin de constituir la coalición denominada Movimiento Progresista, se inscribe en una nueva etapa que preconiza el fortalecimiento de principios sustantivos para nutrir la urgente transformación de México.
Antecedido por el meritorio ejercicio de ética política protagonizado por Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador, los partidos y las corrientes de expresiónm, se vieron orillados a concretar un pacto de largo aliento, que al mismo tiempo dio cauce a la esperanza de millones de mexicanos que confían en que en unidad, en una coalición completa, la izquierda mexicana cumplirá de mejor forma con su alta responsabilidad histórica, a fin de consolidar una profunda regeneración democrática de un país inmerso en el dolor, la pobreza, la muerte, la exclusión y la violencia.
La expectativa generada exige a las dirigencias partidarias una izquierda que destierre la confrontación estéril, la incomprensión e intolerancia y obliga a que se apresten a contribuir a la construcción de la república amorosa con dimensión social y grandeza espiritual, que delineó Andrés Manuel López Obrador en su discurso del 15 de noviembre, al ser reconocido como el mejor posicionado en las encuestas realizadas a su nombre y al de Marcelo Ebrard a fin de dirimir la candidatura de izquierda en condiciones de civilidad.
Para lograr el noble objetivo propuesto por López Obrador, resulta imprescindible que el Movimiento Progresista asuma como principio rector la recuperación y el rescate de la ética en la política, propuesta legada por don Adolfo Sánchez Vázquez, paradigma de la izquierda mexicana, quien a través de su obra Etica y política acreditó la vigencia de valores en la política y su indivisible vinculación con la vida pública y privada de las izquierdas y sus militantes.
Con la autoridad moral que sustentó la firmeza de sus convicciones y su congruencia militante, Sánchez Vázquez reivindicó la vigencia “de la solidaridad frente al egoísmo; de la disciplina consciente frente a la arbitrariedad; de la lealtad frente a la deslealtad; de la honestidad frente a la corrupción; de la tolerancia frente a la intolerancia; de la transparencia frente al doble lenguaje; de la modestia frente a la vanidad o afán de protagonismo; de la coherencia entre el pensamiento y la acción, y de la independencia de juicio frente al seguidismo, prácticas que impiden entrar en contradicción con los fines emancipatorios que la izquierda defiende y proclama”.
El arranque de esta alentadora expectativa se finca en el profundo valor del acto a través del cual Ebrard y López Obrador brindaron una bocanada de ética política al demostrar la factibilidad de la unidad de objetivos por sobre la pluralidad de estrategias, zanjando con su conducta las divergencias, desencuentros y enconos de algunas dirigencias partidarias que amenazaban, no sólo la viabilidad de una propuesta de izquierda electoral, sino de la propia democracia mexicana, al dejar el campo abierto al bipartidismo simulado, al que tanto apuestan los poderes fácticos nacionales y extranjeros.
Es deseable que en aras del cauce abierto por el precandidato López Obrador y el jefe de Gobierno capitalino, las dirigencias de la izquierda del Distrito Federal repliquen a nivel local este ejercicio ético, a fin de fortalecer candidaturas que garanticen y consoliden la dimensión social y la grandeza espiritual de la ciudad solidaria y amorosa forjada por la izquierda desde 1997, lo que en la práctica solo se puede acreditar con la corrección y erradicación de conductas, programas o proyectos cuestionables, y con la decidida adopción de la ética como eje rector de la política capitalina, fortalecida por los principios éticos legados a la izquierda por el fallecido doctor Sánchez Vázquez.
La lección de este proceso —que echó por tierra todo augurio rupturista— demostró a la nación la existencia de políticos que han aprendido a responder a lo que el ex presidente español Felipe González Márquez calificó como la ética de las responsabilidades, ética inherente al ejercicio del poder público con plena convicción en los principios de la ética democrática, tan necesaria para propiciar la urgente regeneración nacional exigida por millones de compatriotas a lo largo y ancho de nuestro atribulado país cuyas voces sustentan la propuesta de López Obrador, quien atentamente los ha escuchado y en base a sus legítimos reclamos y aspiraciones ha vertebrado su nuevo proyecto de nación.
