Retos del futuro


Los hombres modernos temen a las caras del pasado;

porque una muestra triunfos, la otra derrotas.

Lippman

 

José Fonseca

Reacciones prematuras claman por la violación al Estado laico por una reforma al artículo 24 constitucional aprobada en la Cámara de Diputados.

Es una reforma que simplemente elimina el requisito de solicitar permiso para las manifestaciones públicas de cualquier religión.

Reacciones prematuras porque al tratarse de una reforma constitucional, falta un tramo legislativo por recorrer. Debe ser ratificada por el Senado a partir del uno de febrero y luego por una mayoría de las legislaturas estatales.

Se prueba una vez más lo difícil que es reconciliarnos con nuestro pasado, un pasado complejo, apasionado y apasionante, pero pasado al fin.

En estas mismas páginas de Siempre! escribí hace tiempo el asombro que me provoca el intento de revivir las guerras entre conservadores y liberales del siglo XIX y las batallas de la Cristiada.

Ambas, la Guerra de Reforma y la Cristiada —el único y último levantamiento popular del siglo XX, según el historiador Jean Meyer— son parte de nuestra historia nacional.

Se pone de moda cuando los hombres y mujeres del siglo XX utilizan el lenguaje más viejo de la historia política mexicana y vuelven a manejar adjetivos tan pasados de moda como aquello de “maniobras del clero político”.

Curioso que quienes se consideran herederos de la tradición anticatólica de una facción de la Revolución mexicana sólo mantengan viva la llama del fundamentalismo anticlerical.

No olvidemos que la Revolución mexicana fue una sacudida social y política cuyas reivindicaciones abrieron las compuertas de la movilidad social que mantenía cerradas el régimen porfirista.

Es curioso que tantas lúcidas inteligencias se niegan a reconocer que todos los participantes de la Reforma y la Revolución son ya parte de la historia, que sus acciones y modos de pensar deben juzgarse con humana comprensión.

En la Guerra de Reforma y la Revolución hubo pasiones desbordadas, visiones de nación que se confrontaron.

El tiempo debiera permitirnos ver con humana comprensión aquellas pasiones que confrontaron a liberales y conservadores en el siglo XIX y que en el siglo XX, cuando aún no se disipaba el humo de las batallas revolucionarias, llevaron a tantos a volver a tomar las armas “Por Dios y por la Patria”.

A tanta distancia en el tiempo, ¿qué sentido tiene juzgar quién tenía razón? Es volver a pelear batallas que la mayoría de los mexicanos ha superado con excepcional sensatez.

Los retos del siglo XIX son distintos. No los enfrentaremos con éxito si permitimos que nos cieguen las visiones que tratan de ver el futuro en el espejo retrovisor.

Y ya entrados en gastos, deseo a todos una feliz Navidad y un mejor año 2012.

 jfonseca@cafepolitico.com