Entre manifestantes, políticos muertos y encarcelados


Bernardo González Solano

La primera década del siglo XXI terminó como pocos analistas hubieran previsto. No siempre suceden, a la vez, episodios tan relevantes. Por ejemplo, la renombrada revista semanal estadounidense Time, en su tradicional selección anual de la “personalidad del año 2011”, escogió al movimiento de protestas en todo el mundo y en la portada de su edición del miércoles 15 de diciembre pasado publicó el dibujo, a colores, de The protester (“El manifestante”) con un rostro anónimo, pero cuyas delineadas cejas y ojos representan a una joven de profunda mirada. Certera elección.

La llamada “Primavera Arabe”, que comenzó en las primeras semanas de 2011 en Túnez, cuando un profesionista convertido en vendedor de verduras se autoinmoló en protesta por la crisis económica, se extendió a muchas partes del Oriente Medio, y con el nombre de indignados y ocupa a Europa y Estados Unidos.

El movimiento influyó en la política mundial e hizo patente, como pocas veces, el poder del pueblo, tan olvidado incluso por la propia democracia. De ahí la selección de Time, que considera que los actuales movimientos de protesta tienen muchos puntos en común, pues en su mayoría los iniciaron jóvenes de clase media y alejados de los partidos políticos y grupo de oposición.

A esto hay que agregar la insólita sentencia a dos años de cárcel en suspenso al ex presidente de Francia, el septuagenario Jacques Chirac, acusado de corrupción. Y, por último, la muerte del icono anticomunista, el ex presidente de la República Checa, Vaclav Havel, de 75 años de edad, líder de la “revolución de terciopelo” en 1989, víctima de una neumonía, el domingo 18.  El dictador norcoreano Kim Jong Il desde 1994, cuando sustituyó a su padre, Kim Il Sung, murió el sábado 17 de diciembre cuando viajaba en un tren; la prensa local  lo llamaba “querido líder” y “estrella guía del siglo XXI”.

Protesta global

Instrumento esencial para cambiar la historia ha sido el pueblo en la calle. Desde la histórica Revolución Francesa, hasta la de la Unión Americana, la de México en 1910 y la de la Rusia de los zares en 1917. Más cerca de nuestros días, el levantamiento popular contra los regímenes comunistas en la Europa del Este y las marchas —de negros y de blancos— por los derechos civiles en la tierra del Tío Sam.

Cuando la ciudadanía reclama masivamente sus derechos nace una fuerza incontenible, incluso cuando se enfrenta a las mas brutales represiones. Túnez, Egipto, Libia, son los ejemplos más claros, a los que se agregarán, en poco tiempo, Siria, Jordania y la propia Arabia Saudita, solo es cuestión de tiempo.

La historia demuestra que al paso de los siglos, ese magma popular se enfría o resurge de forma intermitente en varias partes del planeta y en distintas épocas.

A lo largo de 2011 esa fuerza del pueblo brotó con un poderío desconocido desde hacía mucho tiempo (sobre todo en el mundo árabe), y aunque con disparidades, dudas y contradicciones (y muchos errores), logró consolidar un movimiento que conlleva un poderoso potencial transformador. Sin duda, eso es lo que indudablemente valoró el hebdomadario Time al seleccionar a “El manifestante” como el personaje del año.

Los orígenes de este fenómeno son conocidos en todo el mundo y se ha vuelto una protesta global porque comparte sus principales instrumentos de movilización —los nuevos medios de comunicación y redes sociales— y ciertas modalidades de organización, como la falta de líderes. Estas características podrían ser, también, las fallas del movimiento y de su futuro, aunque, a las veces, lo hacen más integrador y fortifica su imagen de pureza. unas por otras.

No obstante, su onda expansiva se ha hecho sentir en casi toda la Tierra, sobre todo en países europeos, Hispanoamérica y en los últimos días en Rusia, como efecto de los recientes comicios legislativos en los que el partido de Vladimir Putin casi perdió la mayoría absoluta. Estas son las primeras manifestaciones de protesta contra el nuevo “zar” de todas las Rusias, Vladimir Putin.

Time resaltó el esfuerzo colectivo que puede llevar, como dice la revista, “al gobierno del planeta de una forma más democrática”.

La histórica condena de Jacques Chirac

El jueves 15 de diciembre de 2011 pasará a la historia de Francia como una fecha fatídica que sorprendió y dividió a los franceses que aun defienden su grandeur. Ese día, a las 10 horas, el presidente de la 11 sección del Tribunal Correccional de la Ville de París, Dominique Pauthe, comenzó la lectura del juicio sobre el affaire de los empleos ficticios en la administración de la capital francesa.

Así, el ex presidente Jacques Chirac se convirtió en el primer mandatario galo en ser condenado por corrupción en su país: “malversación de fondos públicos”, “abuso de confianza” y “adquisición”  ilícita de intereses. Se trata de una sentencia histórica, ya que Chirac es el primer ex mandatario de la V República condenado por corrupción.

De nada le sirvió a Chirac haber introducido en la Constitución la inmunidad penal para los presidentes, una vez más se cumplió aquello de que “la justicia siempre termina  por alcanzar a aquellos que le quieren escapar”.

Tras más de una década de postergaciones, Chirac fue condenado por un tribunal ordinario a dos años de prisión en suspenso por los delitos antes señalados. El tribunal lo declaró culpable de haber creado 19 empleos ficticios de “responsables de misión” para sus servicios de alcalde parisiense en los años 1993-1995. Ese recurso fue uno de los tantos utilizados en aquel momento para financiar su propio partido político, Agrupación para la República, sin que esos empleos existieran o los beneficiados fueran alguna vez a trabajar.

El ex jefe de Estado, de 79 años de edad, que no cumplirá su pena de cárcel por su primera condena y por su condición de septuagenario, no asistió ni al juicio ni a la lectura del fallo, porque un informe médico determinó que sufre problemas neurológicos “severos” e “irreversibles”.

Chirac fue un símbolo del establishment político francés durante décadas. Se le considera el heredero del general Charles de Gaulle. No sólo se mantuvo como presidente durante 12 agitados años —de 1995 a 2007—, sino también supo ejercer como secretario de Estado, ministro de diferentes carteras y primer ministro del Estado francés.

Al lado de hombrers como Georges Pompidou, Valéry Giscard D´Estaing y François Mitterrand, Chirac aprendió a deslizarse en los laberintos políticos y a escabullirse de sus trampas. Pero no pudo escapar de este juicio a la distancia, cuando la vida lo encuentra abatido y enfermo.

Por eso, en el momento de la verdad, Chirac sólo se encontraba acompañado de su férrea hija, Claude, su director de gabinete, Bertrand Landrieu, el amigo de siempre, Maurice Ulrich, y un puñado de sus más próximos  colaboradores.

El famoso político sufre de graves problemas de memoria y de movilidad, paso a paso cubre los metros de su despacho, y según sus abogados “comete importantes errores de juicio y razonamiento”.

El juicio minó los cimientos de la famosa grandeur que el pueblo francés, especialmente los políticos, llevan grabado como una segunda piel. Más aún, como en el caso de Chirac, se trata de alguien que lo ha sido todo en la historia más reciente de Francia. Toda una eminencia.

Pero el personaje tiene cola que le pisen. Cuando era presidente, se libró del banquillo de los acusados cuando saltó el escándalo (Alain Juppé, cercano colaborador suyo, fue condenado en 2004 por un asunto similar a 14 años de prisión, que tampoco cumplió nunca: ahora es ministro de Relaciones Exteriores). Chirac se libró del oprobio cuando los fiscales decidieron retirar los cargos. Pero los jueces de un tribunal ordinario consideraron probados los hechos y dictaron sentencia.

or su parte, Chirac decidió no apelar y que todo el asunto termine ya. El ex presidente juzgó que ya no tiene fuerza ni ánimos para continuar luchando. La justicia llegó, tarde, pero llegó.