En el país de los “topes”

Félix Fuentes

En esta nación de millones de “topes” en calles y caminos vecinales ¾prueba evidente de nuestro retraso cultural¾ la ciudad de México padece elevada contaminación y un caos vehicular jamás visto.

Al jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, se le metió en la cabeza que podía ser presidente de la república y para ello decidió hacer obras a diestra y siniestra, a costos estratosféricos y sin planeación.

Ebrard no calculó que se le iba a atravesar en el camino Andrés Manuel López Obrador, quien está enloquecido por gobernar México y vengar el despojo del cual se queja, sucedido en el 2006.

El tabasqueño ofrece otra cara, quiere ser amigo de empresarios y les promete que no los va a despojar de sus propiedades, pero Diego Fernández de Cevallos lo calificó en días pasados de “ser la misma víbora con el mismo veneno”, y algunos magnates le dan el lugar de resentido social.

En meses previos a la decisión de quién sería el candidato de “partidos de izquierda”, López Obrador emitió elogios abrumadores en favor de Ebrard, tildándolo de extraordinario político. Y el jefe de Gobierno se tragó la píldora.

De pronto, López Obrador y sus seguidores se sacaron de la manga una encuesta ciudadana de cinco preguntas y él la ganó en proporción de 3 a 2, casualmente. Don Marcelo se quedó colgado de la brocha y sin escalera. En su caída lo acompaña su incondicional de tantos años, Manuel Camacho Solís, eterno perdedor en lides políticas.

Ahora pagan consecuencias los capitalinos debido al reguero de escombros y tolvaneras, causados por los contratistas de segundos pisos en el Anillo Periférico y en numerosos ámbitos de la metrópoli.

Los responsables de esas obras han hecho toda clase de destrozos, incluida la criminal tala de árboles en avenidas como la del Conscripto y en el Bosque de Chapultepec. Los jardines fueron convertidos en áreas desérticas.

Ninguno de los funcionarios de don Marcelo obligó a los contratistas a llevar a cabo los trasplantes de los árboles y menos se ocupan de reforestar los lugares dañados.

Es claro que Ebrard, quien ya se veía cruzando las puertas de Los Pinos, habiéndose ufanado de ello, ha endeudado el gobierno del Distrito Federal y no le alcanza ningún dinero para costear sus obras, incluso las de los metrobuses. Debido a ello canceló multas y recargos a los contribuyentes en impuestos como el predial, por estar tan urgido de recursos financieros.

En contraste, López Obrador se la pasa tan campante, hoy en actitud de predicador. Hace chistoretes a costa de Enrique Peña y promete dinero a quienes pasen de los 65 años de edad. A la vez ofrece préstamos bancarios a estudiantes y anuncia el reparto de becas como programas de cine.

En sus noches de insomnio, Ebrard ha de calcular qué tan lejano está el año 2018 para ser candidato presidencial, según promesa del Peje. Primero deberá esperar que éste se coloque la banda tricolor en el pecho y él mismo salga avante de los destrozos hechos en la metrópoli, por su afán de ser primer mandatario. ¿Creerá que le aplaudirán el cierre del Periférico durante diez meses para hacer una vía subterránea de 800 metros?

El propio Marcelo convirtió en basurero la ciudad de México. En otra de sus decisiones irresponsables convocó a los medios informativos para ser retratado y filmado a la hora de cancelar el Bordo de Xochiaca y presumir que todos los deshechos capitalinos serían convertidos en composta.

Fue otro gran fiasco. La planta diseñada para triturar la basura del Distrito Federal es insuficiente y ahora busca Ebrard en cual municipio del Estado de México le permiten arrojar los desperdicios. Tiene la mira puesta en Atizapán de Zaragoza, lo cual causaría graves trastornos a los habitantes de ese municipio por la contaminación y el ruido de camiones.

Es pregunta: ¿se permitirá a Ebrard arrojar basura en el Estado de México, tras de que se ha negado de manera permanente a conectar Cuajimalpa y Huixquilucan a través del Puente de Hueyetlaco?