El diálogo entre el filósofo italiano Umberto Eco y el arzobispo emérito de Milán, Carlo María Martini, titulado ¿En qué creen los que no creen? puede aplicarse en su título y contenido a lo que sucede actualmente con los medios de comunicación en México.
Parafraseando el nombre del libro valdría preguntar: ¿En qué o en quién creen los medios de comunicación?
Las reformas al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales para evitar que los partidos atasquen las arcas de las radiodifusoras y televisoras con dinero de las campañas y favorezcan a determinado candidato han resultado un absoluto fracaso.
Día a día, minuto tras minuto, las pantallas y los micrófonos aunque también la prensa escrita orientan sus contenidos editoriales, tiempos y jerarquización noticiosos a partir de claras consignas económicas.
Al igual que hace seis años, cuando el país fue testigo de la peor guerra sucia de la historia, los medios vuelven a operar como sepultureros de la democracia.
Son, sin duda, hacedores de tumbas e ingenieros profesionales de tronos sin legitimidad a los que hacen llegar reyes con pies y cabeza de aserrín.
Como en el 2006, los monopolios mediáticos han comenzado a construir las criptas y las lápidas. En una de ellas colocaron a Andrés Manuel López Obrador y en otra a Roberto Madrazo.
Hoy, la “operación cementerio” es similar. Basta ver la franja noticiosa de un canal de televisión abierta donde los mejores espacios y opiniones de los conductores son para los precandidatos del Partido Acción Nacional, y donde es clara, notoria y obvia la orden de satanizar el PRI. Al PRD le conceden el espacio mínimo indispensable que marca la ley.
Si el dinero y no la ética; si el dinero y no el compromiso con el futuro de la nación es lo que va a determinar la conducta de los medios de comunicación durante las campañas presidenciales, entonces puede darse por hecho que el próximo presidente de México será, como en el 2006, un presidente o presidenta sin legitimidad. Peor aún, ilegal.
Basta ya de insistir en el trillado argumento de que los medios sólo reflejan la realidad. Si la reflejaran, si fueran realmente obsecuentes con la dimensión ética que exige el periodismo, entonces se negarían hoy a ser cómplices del gobierno y de su partido político para colocar otra vez el país en el umbral de la ruptura constitucional.
¿En qué o en quién creen los medios? Como Eco y Martini aseguran ¾uno desde la laicidad y otro desde la religión¾: “Si las palabras sirven para mentir, entonces, ¿desde dónde hablar?”
Radio, prensa y televisión han entrado en el terreno de la dimensión desconocida. Espacio en el que la lógica y las leyes de la naturaleza pierden sentido y donde lo corrupto se vuelve menor o aceptable por el solo hecho de tratarse de una verdad patrocinada desde el PAN.
Si para los medios lo único importante son los montos de dinero que reciben y la verdad ¾su verdad¾ tiene como único respaldo el valor económico, entonces puede preverse que el candidato que apoyen no será el favorito de los electores, ni el que tenga mejores ideas, propuestas o principios, sino el que más dinero invierta en propaganda sin importar las consecuencias.
La rueca social ha comenzado, sin embargo, a dar la vuelta. La derrota de Luisa María Calderón en Michoacán se dio a pesar de que el gobierno federal y el Partido Acción Nacional hicieron una multimillonaria inversión en canales de televisión, espectaculares, radiodifusoras y periódicos para que la ciudadanía votara por la hermana del presidente de la república.
El hecho no es menor. Habla de que la sociedad no sólo está hastiada de los políticos y de los partidos, sino que ha comenzado a desarrollar una profunda desconfianza hacia los medios. Y es que, un sepulturero, luego, termina por cavar su propia tumba.