Por Luis Terán
Después de concluir la Segunda Guerra Mundial, durante décadas, amigos y enemigos del cine de Hollywood han coincidido en describirlo como una fábrica de sueños, un mundo irreal, una tergiversación de la vida cotidiana, una nube de falsedad, un cuento de hadas, o simplemente, una ficción con una veracidad alternativa.
En los finales de los años cincuenta, un grupo de críticos e investigadores fílmicos franceses, descubrieron entre el cortinaje de miles de millones de metros de celuloide, un retrato real, contundente, detallado, riguroso, explícito, veraz, de proporciones magníficas de los Estados Unidos de Norteamérica, impresas en las películas dirigidas por un enorme contingente de cineastas que llegaron de todos los confines del planeta a Hollywood; arribaron a la llamada Meca del cine hasta de su propio país y otorgaron al cine norteamericano un certificado de calidad.
En los más de cien años de cine de Hollywood, se crearon géneros, tales como el drama y la comedia, y una serie de subgéneros como por ejemplo el western o película del oeste, la comedia musical, toda suerte de farsas, y también las estrellas de cine, rara especie que glorifica la presencia fotogénica de algunos actores y actrices con personajes protagónicos en las películas.
El siglo XX dio vida a cientos de luminarias. Algunas vivieron como relámpagos y otras lograron existencias duraderas. Además, los importantes casos de figuras legendarias que trascendieron su dimensión fílmica y se convirtieron en parte intrínseca de la cultura de un país: sucedió con Marilyn Monroe, James Dean, Greta Grabo, Bette Davis, Joan Crawford, por citar sólo algunas especificaciones verdaderamente rotundas.
Elizabeth Taylor ha sido en el siglo XX y parte del XXI, la reina absoluta del cine de Hollywood. Ninguna estrella de cine fue más fotografiada, filmada en noticieros, impresa su imagen en periódicos y revistas; de ninguna actriz se escribió más y se habló más en todos los medios. Durante su carrera movilizó a la prensa en todos los lugares que recorrió en su país y en el mundo.
Nació en Londres, Inglaterra, y se fue a vivir desde una edad temprana a Los Ángeles, California, y comenzó a trabajar como actriz infantil en el cine; estudió en escuelas especiales que la Metro Goldwyn Mayer poseía en los estudios para no descuidar la carrera cinematográfica de los niños que tenía bajo contrato; en casi setenta años de labores, participó en más de cincuenta films.
El trabajo social que desarrolló Elizabeth Taylor a partir de 1985, tras la muerte de su amigo el actor Rock Hudson, fue incansable: durante el gobierno del presidente Ronald Reagan no se destinó ninguna partida económica para la investigación del “Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida” (SIDA). Taylor entonces creó una fundación, cuyos fondos se han destinado a la búsqueda de una cura para esta epidemia. En los primeros diez años de trabajo, la Taylor, convertida en embajadora de este organismo privado, visitó los países más ricos del mundo, desde Israel hasta Japón y consiguió más de cien millones de dólares.
Sin la energía de Elizabeth Taylor y todos los que han colaborado con ella en esta misión, desde Sharon Stone hasta Salma Hayek, la historia de este mal tendría resultados completamente diferentes. La verdad es que han habido muchos adelantos y hoy puede decirse que la mayoría de los portadores de VIH, por ejemplo, ya en la actualidad son considerados como pacientes de una enfermedad crónica, al igual que como se trata a los enfermos de diabetes. De cualquier modo, la investigación continúa y los recursos de la fundación promovida por Taylor, siguen fortaleciéndose; si se encuentra pronto o tarde un remedio para este mal, el nombre de la megaestrella de Hollywood, vinculada a clásicos como Fuego de juventud, Ambiciones que matan, Gigante, El árbol de la vida, Una gata sobre el tejado caliente, De repente en el verano, Cleopatra, ¿Quien le teme a Virginia Woolf?, Ceremonia secreta y Reflejos en un ojo dorado”, entre otras cintas, estará estrechamente ligado a un descubrimiento histórico fundamental en la vida humana.