Escenario empantanado
Yazmín Alessandrini
De hoy al 15 de febrero faltan algo así como 24 días. Es esa fecha del calendario la que marca el arranque oficial de las campañas que arrojarán en diciembre próximo a aquéllos que se convertirán en presidente de la república (1), jefe de Gobierno del Distrito Federal (1), senadores (128) y diputados federales (500). El ring político ya está prácticamente listo, partidos y aspirantes ya afilan y le sacan brillo a sus fierros con un simple y llano objetivo: obtener el favor del electorado y despedazar a sus adversarios… ¡ah!, y también poner en su plato una rebanada (aunque sea delgadita) del suculento pastel del poder. ¡Ups!, creo que me pasé, no fue nada más “un simple y llano objetivo” (fueron tres). Ya me parezco a Ernesto Cordero con eso de que no le salen las cuentas.
A estas alturas del partido, en eso de empezar a sembrar para cosechar el próximo 1 de julio en las urnas, el PRI y el PRD ya le sacan una ligera ventaja al PAN, porque sus candidatos ¾Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, respectivamente¾ llevan ya algunas semanas rancheando y dándose baños de pueblo a lo largo y ancho de nuestra geografía; en tanto, los blanquiazules siguen con sus minidebates.
Sin embargo, lo que sobresale en estos días previos a la verdadera confrontación proselitista entre todos los actores participantes es la furia, la vehemencia, la animadversión con la que se están confrontando. Se están dando hasta con la cubeta, prácticamente hay de todo: injurias, insultos, reproches, acusaciones, descalificaciones, mordidas, patadas, codazos, arañazos…
Todos quieren las candidaturas, todos buscan llenarle el ojo a sus potenciales sufragantes, pero eso sí, a todos les vale un pepino ofrecer propuestas, proyectos viables, factibles y sustentados, toda su energía la están invirtiendo en tonterías. Y de seguir así, la próxima elección, que se perfilaba como una de las más importantes para la historia de nuestro país, terminará siendo pan con lo mismo.
Y en este empantanado escenario mucho tiene que ver el árbitro (el Instituto Federal Electoral) y los apéndices que de él emanan para organizar, vigilar, regir y sancionar todo lo que tiene que ver con este proceso. Desgraciadamente, para variar, está durmiendo una siesta eterna y todo se ha vuelto un verdadero fandango, porque no hay nadie que meta en cintura a los rijosos, a los indisciplinados y a los abusivos.
Ojalá que en los próximos días el tenor de los discursos de los candidatos y precandidatos adquiera un tono más serio. Urge que el PAN ya defina a su “gallo” para la Presidencia de la República, que en el perredismo erradiquen las viejas y feas formas que lo caracterizan para que su aspirante al Gobierno del Distrito Federal (Miguel Mancera, Alejandra Barrales, ¡el que sea!) llegue fortalecido a la contienda y que los cambios en el interior del priismo impacten en la solidez que requieren para catapultar la campaña de Peña Nieto.
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La pregunta de la semana: ¿por qué ese dispendio de la administración calderonista para la pachanga del Bicentenario, la Estela de Luz y demás oropel, al mismo tiempo que varias entidades sufren la aniquilación del campo y la ganadería sin que les inyecten un solo centavo? No hay que ser.
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