Estados Unidos, decidido a asumir riesgos

Bernardo González Solano

Desde el mes de septiembre de 2011, se agrava la tensión entre Teherán y Washington. Por la cuestión nuclear, por las sanciones económicas dispuestas por Estados Unidos y la Organización de Naciones Unidas, por el espionaje, por los asesinatos de científicos iraníes ¾adjudicadas al Mosad¾ y por las reacciones diplomáticas, amén de los exabruptos del presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, contra el gobierno de Barack Obama y el estado de Israel, que no “debe de existir”, dice.

Después del brusco enfrentamiento en las últimas semanas en la zona, por si algo faltara, se agregaron las amenazas iraníes de cerrar el estrecho de Ormuz si Occidente adoptaba mayores medidas contra el petróleo vendido por Teherán, y la justicia revolucionaria de la República Islámica dio otro paso al condenar a muerte a un estadounidense-iraní acusado de supuestos actos de espionaje. Un ex marine de 28 años, nacido en Estados Unidos de una familia iraní, Amir Mirzaï Hekmati, fue “reconocido culpable de colaboración con un país hostil y espionaje para la CIA”, según informa la agencia iraní Fars. También la justicia lo declaró “moharab” es decir “en guerra contra Dios”, lo que hace posible que se le condene a la pena capital.

Lista de agravios

Para alargar la lista de agravios ¾según dicen los portavoces del Estado islámico¾, el miércoles 11 pasado el gobierno iraní acusó a Israel y a Estados Unidos del “ataque terrorista” en el que murió uno de sus científicos nucleares: Mostafa Ahmadi Roshan, que laboraba en la planta de enriquecimiento de uranio de Natanz. Los especialistas aseguran que se trataría del cuarto especialista del controvertido programa atómico de Irán asesinado en parecidas circunstancias. Obviamente, la Casa Blanca y el gobierno israelí negaron la acusación. La amenaza de cerrar Ormuz fue el paso inmediato. La “línea roja” estaba por cruzarse.

Ahora bien, el intento de impedir la libre circulación de los barcos petroleros por Ormuz siempre ha constituido para Washington un casus belli. La escalada de las sanciones tiende a probables acciones armadas, anunciadas desde hace seis años. Y tanto va el cántaro al pozo… En tales circunstancias, midiendo la amplificación mediática de parte y parte, habría que calcular qué ganancias pueden esperar los actores y cuáles riesgos podrían correr.

En Irán, parece ventajoso apostar en la lucha entre las facciones y los clanes tanto religiosos como laicos (el Guía Supremo, Alí Jamenei, el presidente Mahmud Ahmadineyad y su cuñado, Esfandir Rahim Mashaie, la poderosa familia de Alí Larijani, presidente del Majlis, el Parlamento) que se disputan el poder ante la perspectiva de las elecciones legislativas y la presidencial de 2013. Los pasdaranes (guardianes de la revolución) se juegan también su prestigio y su credibilidad de jefes de las alta tecnología militar.

En tales condiciones, la administración estadounidense advirtió directamente al máximo líder iraní, ayatolá Alí Jameneí ¾de acuerdo con el periódico The New York Times¾ que no dudaría en recurrir a la guerra para impedir el cierre de ese estrecho esencial para el transporte internacional del petróleo. De acuerdo con la misma fuente, Barack Obama estableció una vía directa de comunicación con Jameneí para que supiera que la clausura del estrecho de Ormuz significaría “cruzar una línea roja” , ante lo que Estados Unidos no se quedaría de brazos cruzados. Así, el general Martin Dempsey, jefe de las fuerzas armadas estadounidenses, advirtió que, ante una contingencia como esa, “se tomarían acciones”.

En boca de muchos analistas sucede que “de nuevo se utiliza el arma del petróleo”. Mariano Marzo Carpio, catedrático de Recursos Energéticos en la Facultad de Geología de la Universidad de Barcelona, explica: “Hoy por hoy, crecimiento económico y bienestar son prácticamente sinónimos de petróleo y gas. No en vano, en 2008, el 60.9% de todo el consumo de energía primaria de los países industrializados de la OCDE fue cubierta por ambos hidrocarburos, con un 37.5% para el petróleo y un 23.4% para el gas. Con este telón de fondo, resulta evidente que Irán juega un papel estratégico de primer orden en el tablero internacional… A finales de 2010, este país ocupaba el tercer lugar en el ranking mundial de reservas probadas de petróleo, con unos 137 mil millones de barriles (el 9.9% del planeta), mientras que su producción alcanzaba los 4 millones 245 mil barriles diarios (un 5.2% del total), lo que le convertía en el cuarto productor mundial y en el segundo de la OPEP, tras Arabia Saudí… Irán es el tercer exportador mundial de crudo, tras Arabia Saudí y Rusia. La venta de cerca de 2.2 millones de barriles diarios supuso en 2010 unos beneficios netos de 73 mil millones de dólares, lo que equivale prácticamente a la mitad de los ingresos del Gobierno de Teherán”. Y si Occidente dispone que se congelen los movimientos de efectivo por la venta de ese petróleo, los ayatolas no podrían seguir disponiendo de esas enormes cantidades a su arbitrio, como hasta ahora lo han hecho.

Ahmadineyad y el ayatola Alí Jameneí

Todo mundo supone que Ahmadineyad es el hombre fuerte de Irán. No es así, el verdadero hombre fuerte es el Guía Supremo de la República Islámica, el ayatola Alí Jameneí, de 73 años, que desde hace veintitrés vive en el terror del complot. Este líder religioso ¾cuyo poder terrenal y “celestial” supera infinitamente al papa de los católicos de la actualidad¾ sabe que como jefe de la teocracia shiita a la cabeza de este país de más de 70 millones de habitantes, representante de Alá en la Tierra, “representante del Mesías”, no es como “los otros hombres”. Jameneí tiene plenos poderes sobre la vida y la muerte de sus conciudadanos. Manda al ejército. El gobierno civil está, de hecho, bajo su mando. El es el verdadero patrón del asunto nuclear iraní. Cuando amenazó con cerrar el estrecho de Ormuz, reiteró sus amenazas al gran Satanás (Estados Unidos) y a los “diablitos”, los países europeos. Un juego que ya dura demasiado y que puede tener un final inesperado.

Así, en Teherán sólo hay un hombre que tiene el poder suficiente para ordenar a las fuerzas iraníes bloquear Ormuz. Este hombre es el “Guía”, del que el escritor Fariba Hachtrudi hace su retrato en un libro serio y emocionante: Ali Khamenei ou les larmes de Dieu (Alí Jameneí o las lágrimas de Dios, editorial Gallimard, 2011). No hay que equivocarse. El presidente de la República Islámica, Mahmud Amadineyad, cumple con su función ante el extranjero, con provocaciones y declaraciones escandalosas. Tiene la autoridad y la ejerce. Pero el poder, el verdadero, está en manos de Alí Jameneí.

Para no perder el tiempo, el gobierno de Barack Obama estableció una línea directa de comunicación con el líder religioso y aunque no se conocen los detalles, expertos militares y antiguos responsables de estos asuntos han afirmado que el Pentágono ha estudiado varias alternativas para el uso de sus fuerzas navales en el mar Arábigo, y está convencido de su capacidad para derrotar la armada iraní y mantener la navegación en el estrecho. Además, el pasado fin de semana navegaban hacia esas aguas dos portaaviones estadounidenses con sus correspondientes flotas de apoyo.

Sin embargo, el propio general Martin Dempsey ha dicho que el país de los ayatolas tiene los suficientes recursos militares para clausurar el estrecho, sobre todo con las fuerzas navales de su Guardia Revolucionaria, el cuerpo de élite del ejército iraní. Por su parte, el Tío Sam cuenta con medios suficientes en la zona como para reabrirlo rápidamente, pero eso exigiría una compleja operación naval y militar en una región con muchas dificultades. El estrecho de Ormuz mide apenas 55 kilómetros de ancho en su parte más estrecha, lo que haría arriesgadas las maniobras de una gran flota. Una operación de esta envergadura implicaría, dicen los expertos, la utilización de un fuerte poder de artillería para hundir los barcos de Irán, lo que, seguramente, haría necesario bombardear también distintas posiciones ¾radares y artillería antiaérea¾ en suelo iraní. Esto sería una acción militar de grandes proporciones y, por lo mismo, de imprevisibles consecuencias políticas.

El mensaje que la Casa Blanca envió a Jameneí tiene por objeto aclarar a los más altos niveles del régimen que, no obstante lo complejo del escenario, Estados Unidos estaría decidido a asumir los riesgos y que, en última instancia, las consecuencias podrían ser mucho más graves para Irán. Pero, tampoco en esto se puede ser definitivo. No sería la primera vez que los marines estadounidenses tienen que abandonar un país con la cola entre las patas. Aunque de Irak no salieron deshonrados, tampoco puede decirse que su retirada fue llena de gloria.

Es claro que el actual momento es grave. Además, Israel ha advertido que no aceptará que Irán tenga su bomba atómica, porque eso pondría en peligro su supervivencia como nación. Eretz Israel no tendría otra oportunidad. Obama, a su vez, desde casi el inicio de su gobierno ha tratado de calmar la preocupación judía en ese sentido; por lo mismo, ha disuadido a Benjamín Netanyahu de no emprender un acción militar unilateral, aunque comparte la preocupación israelí, por lo que no permitiría que el régimen iraní posea un arsenal atómico.

El presidente Obama ha reconocido el derecho de Irán al uso de la energía nuclear para fines pacíficos, pero aceptar que desarrolle su bomba atómica significaría, con mucha seguridad, su derrota en las elecciones de noviembre próximo. A Obama no le preocuparía demasiado ser presidente de un solo periodo, pero no lograr la reelección por dejar que los iraníes impongan sus “legítimos” derechos, ya es diferente.

Pese a sus permanentes giras por el extranjero, Ahmadineyad no ha logrado el consenso internacional, quizás porque hasta Fidel Castro afirma: “Ningún país grande o pequeño tiene el derecho a poseer armas nucleares”. Utopía, claro, pero no deja de ser un buen deseo.