Burocracia cara e ineficaz

 

¿Qué sabéis vosotras, oscuras cimas,

de los bellos viejos tiempos?

Detrás de las cumbres la patria

¡qué lejos está, qué lejos!

 

Hugo Wolf (Melodía)

 Madrid.- La dispersión de opiniones sobre cómo salir de la crisis hunde a la Unión Europea. Sus dirigentes se contradicen y hacen públicas teorías unipersonales para evitar el fracaso. Entre los países de la moneda única se manejan criterios opuestos que chocan entre sí y no hay una sola política común para evitar el colapso.

Abruma escuchar cómo Francia pide la emisión de eurobonos y Alemania la rechaza. El Banco Central recibe préstamos al 1% y compra deuda soberana a intereses que oscilan entre el 4 y el 7%. Agio absoluto e impune.

El Fondo de Rescate solicita ayuda y se le niega. Los países periféricos son los paganos de la feria de confusiones. De ellos es toda la culpa. Se les exprime, sataniza y ayuda un día sí y otro también. Los ataques a sus economías y desarrollo social se suceden cuando conviene a los mercados y las bolsas. Son el tiovivo de la verbena.

Dictadura económica

Christiane Lagarde, presidenta del FMI, señala que es preciso crecer y reducir los recortes mientras que los bancos, omnipotentes opinan lo contrario.

Dicen que la austeridad es la solución aunque con ello se acose el nivel de vida y los servicios públicos de las naciones.

La gente vive peor, come menos, aumenta el desempleo y se cierran industrias; disminuyen los salarios o se estancan. Las fortunas crecen en los bolsillos de los especuladores y la ONU calla y Estados Unidos maneja el tinglado y utiliza los países emergentes como anzuelo para justificar sus desmanes.

Europa es otra vez territorio en guerra a las órdenes de la dictadura económica. Los soldados ya no manejan tanques, fusiles ni cartuchos; los cañonazos los lanzan cargados con miles de dólares y euros para refocilarse con la penuria ajena.

La máquina de Bruselas es ya una burocracia cara e ineficaz; aguafiestas, sin capacidad decisitoria. Se levantan dedos y manos de

parlamentarios para aprobar medidas contradictorias. Los diputados, cuya nómina asciende a cantidades exorbitantes, están a las órdenes de transnacionales que moderan el pensamiento y conducen a una Europa rota y tímida.

Estamos sometidos a sus designios. La globalización avanza y el progreso social se detiene y adormece. Está en el sopor de la resignación con el beneplácito internacional que ve con agrado la desaparición del equilibrio en el planeta.

Además, los agoreros baratos y las encuestas manipuladas establecen el camino a seguir. Desde hace tres años se habla de establecer un sistema fiscal único para la Unió Europea que supervise, asesore y unifique criterios pero todavía no se pone en práctica.

Mientras tanto, hace unos días la canciller alemana Angela Merkel expresó en el Foro Económico Internacional de Davos, Suiza, que respalda el actual funcionamiento del libre mercado y se mostró maternalmente coadyuvante para sacar del hoyo a los países periféricos del continente.

Sin embargo, es la primera vez que se toca el tema de la recomposición del orden financiero actual. Entre los asistentes a dicha junta se habla, aún informalmente, sobre la necesidad de compatibilizar ajustes sociales y crecimiento.

Una especie de miedo que avanza sigiloso parece penetrar en las conciencias de los más conspicuos y relevantes miembros del sector privado.

Lo dicho por la primera ministra germana se resume en un discurso ambivalente y ambiguo que reafirma la supremacía de su país frente a las demás naciones del entorno.

Pero no basta con quejarse del mal funcionamiento de los actuales métodos rigoristas que dividen Europa en dos o tres partes sin que nadie haya imaginado aún que esta situación es insostenible y precisa modificarse con una toma de conciencia distinta de la que impera.

¿Qué debe hacerse?

Se trata de contribuir con ideas y proyectos a mediano y largo plazo para evitar el colapso inmediato. Las medidas que deben tomarse son muchas. Entre ellas, establecer en la Unión Europea un gobierno federal que supervise finanzas, asesore países en dificultades para

que los informes de los Estados sean más claros, comprobables y producto de una investigación a fondo.

Además, ya es hora de instituir el sistema fiscal único con autoridad suficiente para rechazar mentiras y engaños regionales, advertirles que ése no es el camino e invitarlos a que rindan cuentas claras, siempre dentro de un contexto de diálogo y en bien del resto de las naciones.

Si no lo hicieran, hay que sancionar a los responsables pero no apretar el cinturón de las clases media y obrera que no son responsables del empobrecimiento.

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Sin liderazgo

Otro acuerdo que debería tomarse, sin que esto asustara a nadie, es expulsar de la Unión Europea al país que no cumpla con su obligación. Naturalmente que prescindir de cualquiera no representa una catástrofe y puede robustecer a los demás.

No nos debe asustar. Hay que tomarlo como una necesidad imperiosa después de agotar todos los recursos para evitarlo. Porque es preciso acostumbrarse a observar las reglas marcadas por el gobierno de Bruselas y aprobadas por su parlamento.

Acabar con el exceso burocrático y hacer más ágil y menos oneroso su funcionamiento sería otro paso eficiente.

Consideremos que la salida temporal de algún país del grupo de los 27 no traerá un quebranto tan importante como aseguran los defensores del statu quo. Comencemos porque una inhabilitación temporal de cualquier nación siempre estará sujeta a que en el futuro vuelva a integrarse en la comunidad.

Sin un liderazgo fuerte, Europa nunca será importante protagonista de la democracia en el mundo. Es necesario un continente sano. Su debilidad actual perjudica y nos mantiene marginados y sin capacidad de respuesta en los organismos internacionales a los que pertenecemos.

También hay que luchar por que no haya equivocaciones que lamentar. Antes de admitir en el seno de la Unión Europea a cualquier nación debe recabarse información suficiente sobre sus compromisos democráticos, la fortaleza de sus instituciones, constatar que sus gobiernos son elegidos por el pueblo y desterrar las ideologías totalitarias. Siempre habrá que respetar todos los puntos de vista de liberales y conservadores.

Aceptar todas las creencias religiosas será también un avance porque permitirá convivir en armonía sin imposiciones hegemónicas.

Los poderes ejecutivo, legislativo y judicial son baluarte para mejorar las condiciones de vida y distribuir mejor la riqueza.

¿Por qué no conjugar las dos teorías en que se afianzó el mundo después de la Segunda Guerra Mundial? Es decir, unir las teorías que defienden la prosperidad del hombre según sus necesidades o sus capacidades.

El comunismo y las dictaduras fascistas sólo consiguieron empeorar el presente y el futuro de las personas.

Quizá sacando una parte de ambas ideologías y uniéndolas podamos obtener resultados positivos en el futuro.

No debemos olvidar que a Europa lo conforman pueblos con historias distintas, raíces diferentes y lenguas propias que deberíamos dominar, al menos alguna de ellas.

La presencia de los líderes sindicales es importante siempre que no transijan en sus demandas y lleguen a acuerdos inaceptables para los trabajadores. De ésos hay muchos, abundan en todas partes y se justifican con planes insuficientes con el pretexto de evitar males peores. Estas excusas no muestran más que la debilidad y la entrega de quienes deben defender a las clases trabajadoras.

También, el Banco Central Europeo ha de cambiar su reglamento para convertirse en la institución rectora de la economía federal. Debe conceder créditos cuando sean para el bien común, para el desarrollo de industrias sanas y productivas, mejorar el campo y priorizar la subida de salarios que en estos momentos, como en el caso de España, será sólo el aumento de un 0,5% este año y un 0.6% en los siguientes 24 meses.

Ese acuerdo fue firmado por la patronal, la UGT y CC. OO., en detrimento, otra vez, de los que verán aumentar los precios de los productos de consumo a niveles muy superiores en ese periodo.

Los banqueros del Estado, los privados y las cajas deben reunir a sus funcionarios para buscar fórmulas que propicien el crecimiento sin revocar el progreso y encontrar fórmulas accesibles que permitan para el desarrollo de auténticos empresarios deseosos de contribuir al progreso.

Todos los países que se integran en los cuatro puntos cardinales del continente han de adoptar el euro como moneda identitaria. Quienes como Gran Bretaña no lo hagan, por evidente egoísmo, han de ser llamados al orden. ¡Te quedas o te vas! Pero no chupes de dos ubres con cinismo.

Los ingleses tienen una respetable historia, buenos y malos antecedentes, como todos. Cometieron errores, igual que otros. Entonces, olvidemos y perdonémonos mutuamente. Luego, hay que convivir en fraternidad y hablar un idioma común que es el de la decencia y el respeto entre todos y para todos.

El FMI, la ONU y las empresas multinacionales han de ser coadyuvantes del progreso en el mundo, no sólo en una parte de él. Deben coordinar sus acciones conjuntamente y no desechar a nadie que proponga proyectos que lleven el propósito universal de resguardar la libertad de pensamiento y de expresión aunque a veces resulte difícil.

Esta conquista reafirmará la vigencia de los 177 países que conforman el heterogéneo grupo de naciones y civilizaciones para hacer realidad sus anhelos de sustento y progreso.

No se trata de conformar un mundo ideal en una tierra donde la imperfección es el común denominador. Simplemente hay que disminuir el impacto que origina heridas graves, erradicar los enfrentamientos y aplastarlos. Si así ocurre, veremos un horizonte más limpio de sombras, más claro, dónde las prioridades que se establezcan serán la base para la mejoría del continente.

Europa está ante este reto y en esta parte de su historia. Pero también se mueve en un mar agitado aquí y en las geografías transoceánicas.

Aldoux Huxley soñó con algo así. Un mundo feliz que sigue siendo, por desgracia, un producto exclusivo de una imaginación enajenada.

Ojalá consigamos despertar las conciencias de los que todavía esclavizan.