Temor de que Europa contagie el resto del mundo
Bernardo González Solano
Escepticismo es la palabra que define los trabajos de la 42 reunión del exclusivo Foro Económico Mundial de Davos, Suiza.
Al menos así lo pensó Klaus Schwab, presidente y fundador del publicitado encuentro alpino realizado la semana pasada. El famoso personaje dijo: “El capitalismo, en su forma actual, ya no encaje en el mundo. Hemos fallado en aprender las lecciones de la crisis financiera de 2009. Es urgente una transformación, la cual debe empezar con el restablecimiento de la responsabilidad social”.
Dicho de otra forma, en interrogativa: ¿el capitalismo del siglo XX es ineficaz para las necesidades del siglo XXI? Los oradores de la reunión lo dejaron suponer, pero sin un verdadero consenso sobre la ruta a seguir.
Miedo
El hecho es que, al clausurar el encuentro, el domingo 29 de enero, en el 42 Foro Económico Mundial fue más que evidente, en los medios financieros y políticos, el temor de que la crisis de deuda que arrasa a la zona del euro contagie al resto del planeta.
Debido a este miedo, fueron innumerables los llamamientos para que Europa actúe de inmediato para solucionar su crisis y disponga la instalación de “cortafuegos” para evitar que se expanda.
Sin embargo, aparte de los floridos discursos, ninguno de los mandamases asistentes dijeron esta boca es mía. La edición de 2012 del Foro Económico Mundial se clausuró lamentando la “santísima trinidad” por delante: Europa, el euro y la Unión Europea.
De tal suerte, como escribió Claudi Pérez: “Lamentamos sinceramente decirles que han vivido por encima de sus posibilidades y van a pasar años de penalidades. Lamentamos sinceramente reconocer que la banca es una de las grandes culpables de esta crisis, pero es intocable porque sin ella todo esto se viene a abajo. Lamentamos sinceramente comunicarles que todos los problemas globales se resumen en uno, Europa, y que como las leyes de la economía son despiadadas Europa lo va a pagar caro”.
Para que no haya duda al respecto, hay que citar una encuesta difundida en Davos por la consultora PricewaterhouseCoopers, según la cual únicamente el 15% de una muestra de más de mil trescientos ejecutivos de grandes empresas cree que la actividad económica mejorará en el presente año, mientras que el 48% es más pesimista y piensa que la situación económica mundial empeorará todavía más en lo que resta de 2012.
Dos años antes, en la misma reunión, el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, habló de “refundar” el capitalismo”; en 2011, Davos volvió a reclamar reglas globales para el “tigre” de los mercados. Ahora, Angela Merkel, al inaugurar la reunión, aseguró que su país está comprometido con una mayor integración y apoyo mutuo, aunque no dejó de lado su conocido escepticismo respecto a la idea de que la problemática regional europea únicamente se pueda resolver con dinero.
Enfatizó: “Lo que no queremos es prometer algo que no podamos cumplir. En ese caso, Europa tendría un flanco verdaderamente vulnerable. La confianza es la principal divisa que uno puede tener en el mundo actual”.
Nadie prometió nada
El hecho es que nadie prometió nada fuera de lo común, pero la gran transformación que reclama el foro contrasta con la crudelísima realidad: lo nuevo (nadie sabe qué es) no acaba de nacer y lo viejo se resiste, tenazmente, a morir.
Los organizadores del forum 2012 evidentemente tenían en la cabeza otros cambios para elegir como hilo conductor de la “gran transformación”. Es posible que alguno de ellos estuviera influido por el libro de culto del economista húngaro Karl Polanyi, que en su obra desarrolló la historia del capitalismo occidental desde el siglo XVIII hasta 1945. Porque la sociedad actual vive una “transformación” tan profunda como los dos siglos de la revolución industrial.
Hay que recordar que el Fondo Monetario Internacional calcula en 60% el crecimiento del PIB de China solo de 2007 a 2012 (y 50% para Asia emergente), cuando el PIB de los “países desarrollados” registra un crecimiento cero en ese mismo periodo.
Más allá de las cifras, la mundialización de las cadenas de producción está en vías de poner patas para arriba el manejo de las empresas. Respecto a las redes sociales, el año 2011 marcó la pauta (más de 800 millones de cuentas en Facebook) obligan a los políticos a reinventar la noción misma de leadership (liderazgo).
No todos son tan pesimistas. Aunque la crisis camina hacia su quinto año de vida, tampoco se puede afirmar que todo el sistema está a punto de venirse abajo, aunque hay quien lo jura y lo perjura así. A propósito del espíritu de supervivencia del sistema, hay que recordar a un político italiano, Gianni Ruffulo, que dijo: “El capitalismo tiene los siglos contados”. Por lo mismo, la última edición del Foro Económico Mundial inició sus trabajos con un lema impactante: “La gran transformación”.
¡Y vaya que se necesita! El año 2012 arribó en medio de los peores augurios. El Viejo Continente —es decir la Unión Europea— amenaza la recuperación mundial. Los bancos continúan siendo la gran incógnita; la deuda pública es, como nunca, otro escollo de incertidumbre. El desempleo parece no tener límites. La recesión amenaza a las potencias occidentales y las “burbujas” a las emergentes; las calificadoras descalifican a las antiguas metrópolis, les quitan aes como si fueran malos alumnos y, por ende, las desigualdades se han ensanchado como nunca. A lo que le podríamos agregar muchas cuentas de un rosario.
Desempleo y pobreza
La realidad y crudeza de los números hace que nadie se llame a engaño. Los hechos alarman: “Pese a los esfuerzos gubernamentales, la crisis del empleo no conoce tregua: un trabajador de cada tres en el mundo, mil 100 millones de personas, es desempleado o vive en el umbral de la pobreza”, deplora Juan Somavia, director general de la Organización Internacional del Trabajo.
En el frente del empleo, la crisis continúa haciendo tabla rasa: en este 2012 el planeta Tierra contará, según el informe mundial de la Organización Internacional del Trabajo, 200 millones de desempleados contra 197 millones en 2011 —sobre una tasa de desempleo de 6% de la mano de obra—, lo que representa 27 millones más desde el principio de la crisis.
“Nuestro escenario más pesimista, si la crisis se agrava en la zona euro, calcula hasta 260 millones de desempleados”, precisa uno de los autores del informe de la Organización Internacional del Trabajo, Ekkehard Ernst. Esto, sin incluir las personas privadas de trabajo que no se calculan en las estadísticas porque no están en activo. “Lo que equivale a 29 millones a escala mundial susceptibles de ampliar aún más las estadísticas”, agrega el economista de la Organización Internacional del Trabajo.
En este sombrío panorama, los jóvenes son las primeras víctimas de la crisis: con edad de 15 a 24 años, se encuentran sin empleo 74.8 millones, con una tasa de desempleo a nivel mundial de 12.7%. Y 6.4% han abandonado el mercado de trabajo.
La Organización Internacional del Trabajo insiste, además, en los 900 millones de trabajadores pobres, cuya mitad se sitúa bajo el umbral de extrema pobreza que sobrevive con 1.25 dólares por día. Con la aclaración, sin embargo, de que el boom de la década pasada —la primera del siglo XXI— de las economías emergentes, Asia a la cabeza, representada por la República Popular China, permitieron reducir esta extrema pobreza con 233 millones desde el año 2000.