Carlos Guevara Meza
Representantes de alto nivel de la Unión Africana (UA) se reunieron con el líder libio Muammar Gadafi para presentarle una propuesta que él aceptó. Aunque al momento de escribir estas líneas se desconocían los términos precisos, se hizo público que incluía un alto al fuego de las tres partes involucradas (las tropas de Gadafi, los rebeldes y la OTAN), que se facilite la entrega de ayuda humanitaria en las zonas de conflicto y que se permita la evacuación de los extranjeros (alrededor de seis mil personas, casi todos trabajadores inmigrantes africanos) que han quedado atrapados en las ciudades bajo fuego. La delegación africana presentará la propuesta al gobierno rebelde localizado en la ciudad de Bengasi, mientras la población se manifiesta en dicha localidad para presionar a que no se acepte ningún pacto que no incluya la salida de Gadafi del poder.
Tomando en cuenta la aceptación de Gadafi de la propuesta, es de suponer que ésta no incluye casi nada más que las condiciones para que cesen las hostilidades y se establezca una negociación. Sin embargo, el gobierno rebelde ha rehusado hasta el momento todas las propuestas de alto al fuego, precisamente por no incluir la renuncia del gobernante. Sin embargo, es claro a estas alturas del conflicto que no están en posibilidades reales de derrotar a los gadafistas en el campo de batalla.
Horas antes de la reunión de Gadafi con los representantes de la UA, sus tropas habían estado a punto de tomar la estratégica ciudad de Ajdabiya, que apenas una semana antes había sido retomada por los rebeldes. Sólo un bombardeo de última hora de la OTAN sobre las tropas gadafistas en el camino a la ciudad, lo impidió.
Los rebeldes se quejan de la falta de apoyo de la alianza atlántica que, aunque programa más de un centenar de vuelos diarios, la mayoría se limitan a vigilar el cumplimiento de la exclusión aérea. Y aunque no escapan a los servicios de inteligencia de la organización noratlántica los movimientos de Gadafi, por alguna razón esperan hasta el último momento para ir al rescate de los rebeldes a punto de izar la bandera blanca. Con tropas mejor armadas y más disciplinadas que las fuerzas de la oposición, Gadafi conserva la ventaja táctica. Por su lado, los rebeldes combaten lo mejor que pueden considerando que no tienen armas comparables y la mayoría son civiles sin ningún tipo de entrenamiento militar. Pese a ello, mantienen Misrata (la única ciudad en sus manos en el oeste del país), aun cuando ha sido sometida a un asedio terrible que no cesa ni con los ataques de la OTAN, que por su parte no puede hacer mucho ya que los combates se realizan dentro de la zona urbana, por lo que se corre el riesgo de que los bombardeos aéreos causaran bajas entre rebeldes y civiles.
Así las cosas, se ve difícil que una solución diplomática se alcance en breve. Pese a su debilidad militar, los rebeldes confían en que no se les retirará el apoyo armado y político internacional, además de contar con el de un buen sector de la población que, además, exige que no se hagan pactos con Gadafi. Este, por su lado, sabe que a menos que la OTAN decida involucrarse más de cerca en los combates, mantiene su ventaja sobre el terreno, además de, hay que reconocerlo, también cuenta con el apoyo de otra parte importante de la sociedad. Mientras, el interés de los medios internacionales sobre el conflicto va menguando, aunque la gente sigue muriendo en Libia.


