Filtran información a la prensa italiana
Bernardo González Solano
Durante más de veinte siglos, la historia de la Iglesia Católica Apostólica Romana se ha caracterizado por su incesante movilidad religioso-política, por estar en el centro o ser el blanco de infinidad de intereses.
Donde quiera que los conquistadores católicos pusieron el pie y clavaron la Cruz, ya nada volvió a ser igual; infinidad de papas han sido piedra de escándalo y no solo por cuestiones teológicas, sino por razones menos espirituales, mejor dicho carnales, hasta el incesto. Aunque sus enemigos han sido poderosos, la mayoría murió sin lograr que la Iglesia desapareciera.
Contra lo que pudiera pensarse, en pleno siglo XXI, la Iglesia (acapara el nombre como si fuera la única que existe sobre la Tierra) todavía suma más de mil cien millones de fieles no obstante que su influencia y poder ni remotamente son las del medievo cuando la triple tiara sobresalía sobre las coronas de reyes y reinas que morían dejando en la historia solamente su nombre o sus colonias repartidos por el mundo, mientras que la Iglesia de Roma continuaba asentada bajo la cúpula de San Pedro en la ciudad eterna. Hasta el 2012 cuando volvió a nevar en Roma, aunque sea una nieve sucia y salada que no cayó precisamente del cielo sino de la prensa matutina.
Los hechos
Asimismo, documentos secretos del Vaticano relacionados con la gestión humana y financiera de la Santa Sede fueron filtrados a la opinión pública. Y si Estados Unidos tuvo su WikiLeaks, ¿por qué el Vaticano no tendría su VaticanLeaks? aunque sin ningún Julián Assange denunciado por “ofendidas” amantes ocasionales?
El viernes 10 de febrero, el matutino romano IL Fatto Quotidiano “cabeceó” así su nota principal: Complotto contro il Papa entro 12 mesi morirà (Complot contra el Papa; morirá en 12 meses).
Por los mismos días, una cadena italiana de televisión privada, La Sette, transmitió la misma nota y, como el periódico, también ponía en tela de juicio el rigor de la gestión financiera del Vaticano y criticaba la capacidad del actual secretario de Estado, el cardenal italiano Tarsicio Bertone (auténtico número dos después de Benedicto XVI). Las dos noticias son importantes, pero sin duda la relacionada con la seguridad del sucesor de Juan Pablo II, anunciando la preparación de un atentado era un soberano escándalo.
Al paso de la prensa romana, apareció el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, que el martes 14 de febrero, día de San Valentín y de la Amistad, denunció un complot para desestabilizar el papado de Benedicto XVI, comparándolo con la presión que sufrió el gobierno de Barack Husein Obama, al hacer públicos documentos clasificados por WikiLeaks, con la filtración subrepticia de papeles secretos de la curia vaticana.
La Radio Vaticana publicó una nota con la aclaración de Lombardi: “La administración estadounidense tuvo WikiLeaks y el Vaticano tiene ahora su Leaks, que tiende a crear confusión y desconcierto y a ofrecer una mala imagen del Vaticano y del gobierno de la Iglesia”.
Para que nada quedara en penumbras, el periódico italiano L´Osservatore Romano publicó en primera plana un artículo titulado “Un pastor rodeado por lobos”. No es para menos, por lo que Lombardi admitió que la serie de filtraciones hace que la Iglesia sufra su propio VatiLeaks. Los especialistas en cuestiones de la Ciudad del Vaticano señalan que todas estas filtraciones descubren las descarnadas luchas de poder ante la posible inminencia del fin del papado de Benedicto XVI. Lo cual, por lo demás, tampoco es nada nuevo.
La doctrina dice que el Papa es el “representante de Dios en la Tierra”, pero la realidad es que el alemán Joseph Ratzinger es como cualquier otro mortal. Un ser humano enfermo que fría casi los 85 años de edad que cumplirá el próximo mes de abril y en dos meses su séptimo año al frente de la Iglesia católica, lo que azuza a los posibles sucesores, con perdón del Sacro Colegio Cardenalicio. Un corresponsal en Roma escribió: “Los lobos, aunque se vistan de púrpura, se excitan con la sangre”. Mejor dicho, imposible.
Hace dos años, en una entrevista concedida a Peter Seewald, que posteriormente convirtió en libro, Joseph Ratzinger advirtió que “cuando un papa alcanza la clara conciencia de no estar bien física y espiritualmente para llevar adelante el encargo confiado, entonces tiene el derecho y en algunas circunstancias también el deber de dimitir”. Estas consideraciones llegaron a los ojos de todos los cardenales en edad de poder suceder a Benedicto XVI.
VaticanLeaks
“Fantasmagorías”, dijo el portavoz vaticano ante la posibilidad de un complot para asesinar al pontífice de origen alemán. Pero, tomado por sorpresa frente a la amplitud de las revelaciones, el jesuita Lombardi tuvo que poner a prueba su sentido del humor para desdramatizar el problema e inventó, con originalidad, lo de VaticanLeaks.
La fórmula, sin embargo, no tranquilizó a nadie. La Santa Sede no descarta nada. Las especulaciones se prestan para saber “a quién beneficia el crimen”, pero, por el momento, nadie sabe de dónde viene la “fuga”. Sobre todo quién se tomó el trabajo de organizar la maniobra.
Mientras son peras o manzanas, una verdadera “confusión” reina en los palacios apostólicos. El viernes 17 de febrero, el Papa reunió a todos los cardenales del mundo para una jornada de intercambios y de reflexiones sobre la “nueva evangelización”, pero estos “senadores” de la Iglesia (y electores del Papa en caso de cónclave) aprovecharon la oportunidad para interpretar estos misterios que no tienen, por el momento, nada de religiosos.
Y el sábado 18 de febrero, fue una fiesta especial para la Iglesia, a saber un consistorio en el que Benedicto XVI “creó” 22 nuevos cardenales, que revistió una gravedad particular y mucho de amargura: la Iglesia católica que todavía se debate en un escándalo mundial causado por los sacerdotes pedófilos, enfrenta una nueva prueba, en la que los ingredientes no son de carácter sexual, sino de dinero y la ambición.
El dinero, no en el sentido de una malversación personal, sino el dinero que sirve a la gestión cotidiana. El de la Ciudad del Vaticano. Y el dinero que está depositado por las congregaciones religiosas y las diócesis del mundo entero en las cuentas del Instituto para las Obras de Religión, el famoso IOR, considerado como el Banco del Vaticano.
Los documentos publicados pusieron en evidencia dos problemas. Uno es relativamente menor y fue denunciado por monseñor Carlo María Vigano, actualmente nuncio apostólico en Washington. El hombre que Benedicto XVI envió para dialogar con el presidente Obama, quizás el hombre más poderoso del planeta. En una carta que Vigano escribió al Papa después de su abrupto cambio a Estados Unidos, Carlo María no digirió que le hubiera sido retirada su responsabilidad de secretario general del Governatorato —el departamento que se encarga de licitaciones y abastecimientos— de la Ciudad del Vaticano, es decir el gobierno material y administrativo del Estado Vaticano.
Justificando su “buena gestión”, Vigano afirmó haber puesto fin a un cierto número de prácticas incorrectas. Las adquisiciones concertadas con empresas exteriores al Vaticano no están sometidas a reglas normales, sino se deciden según las redes de amistad y, por lo tanto, sin control serio de los precios fijados. Ahí fue donde se armó la de todos los diablos. Sobre todo en un país, Italia, que publicó las cifras oficiales de la “corrupción” ordinaria, fraudes fiscales y otros (todo un deporte nacional) que cuestan anualmente 60 mil millones de euros al Estado italiano.
Lavado de dinero
El segundo problema ligado al dinero es mucho más técnico. El Papa y su secretario de Estado, Tarsicio Bertone —que cuenta con la antipatía general del resto de la administración vaticana—, decidieron aplicar normas internacionales en contra del lavado de dinero ilegítimo. La decisión se tomó después de la advertencia, dada en 2010 por el gobierno italiano, que congeló una importancia transferencia de dinero entre el IOR y bancos italianos. Esta medida se tomó sobre fondos cuyo origen no era conocido pero del que jamás se demostró que fuera ilegítimo. Después se desbloquearon. Pero los responsables de esta estructura interna de control, la Autoridad de Información Financiera del Vaticano, acaban de sonar la alarma para los correos internos que también se manejan en la prensa…
Así, se acusa al secretario de Estado de haber modificado, a principios de 2012, el reglamento de esta célula de control. En pocas palabras, desacreditan su eficacia y su autoridad.
En el fondo se encuentra la sucesión papal, dicen los expertos en cuestiones de la Santa Sede. Y, otro alto responsable, declaró a un corresponsal: “Estas cuestiones habrán terminado por convencer a los cardenales sobre todo para no elegir un papa de origen italiano si Benedicto XVI desaparece pronto”.
Por mera curiosidad, el salesinao Tarcisio Bertone, de 77 años de edad, nació en Romano Carnavese, provincia de Turín. Con todo el poder, fue nombrado secretario de Estado en 2006 y camarlengo en 2007. Lo quiso como interlocutor entre la espiritualidad de Ratzinger y los asuntos puramente mundanos del Vaticano. Parece que la jugada no le salió bien al Papa. Así sucede.