Buena propaganda
Genaro David Góngora Pimentel
Ahora que acabo de leer en el periódico que un amigo mío desea demandar por “daño moral” a una escritora, vino a mi memoria el consejo que acostumbro dar a quienes están en ese transe, en vías de hacer tamaña demanda.
“Piensen —les digo— que un día lluvioso, caminando por la calle, pasa un automóvil y las llantas le salpican de lodo el traje; si llegan a su casa y de inmediato tratan de limpiarlo, lo que lograrán será mancharlo más. ¡Claro, es lógico pensar que quieran quitar cuanto antes esa mancha! Pero el apresuramiento causado por esa molestia, el ver su traje sucio de lodo, si bien pudiera justificar su coraje, sería algo deplorable lo que conseguirán: un traje con una mancha más grande; pero si se limitan a colgar el traje y esperar a que seque, después podrán quitar la tierra con un cepillito y, de esa manera caerá la tierra al piso y podrán quitarla sin problema”.
Lo mismo pasa con el daño que pudiera hacer esa escritora en los renglones de su libro que, ahora que ya se publicó, está por esa página que pocos podrán leer, pues en este país nadie acostumbra leer… así son más felices, diría don Vicente.
Pero ha sido suficiente la amenaza, parece que todavía no materializada, de presentar la demanda para que todos los que leímos la noticia busquemos el libro que, de tantos libros sobre el tema, nos ha pasado inadvertido.
Pedí en la librería el libro que ha provocado el enojo de mi amigo, y el vendedor, que ya sabía que la escritora sería demandada, me lo entregó de inmediato.
¡La nueva amenaza publicada será una buena propaganda!
Por otro lado, todos hemos tenido que sufrir a los periodistas que se prestan a escribir, por encargo, en contra de uno. No debemos guardarles rencor, porque de eso viven —y por cierto algunos viven muy bien—. Si saben lo que están haciendo, si no es ético, si dicen lo que nuestros enemigos no dicen en frente nuestro ni con su nombre, pero, ¿quién les va a causar daño?
La vida discurre mejor si cuando los vemos, los saludamos y les decimos: “Lo saludo con afecto y no le guardo rencor”. Es saludable decirlo y quedan contentos. Por tanto, tenemos el traje manchado de lodo, dejémoslo secar y después con un cepillito limpiemos la tierra.
