Candidatos invitados
Alfredo Ríos Camarena
Indudablemente la Iglesia católica representa uno de los factores reales del poder más importantes, particularmente en México, donde a lo largo de la historia esta entidad ha desempeñado un papel determinante, aunque casi siempre aliada a los intereses más conservadores y ajenos a nuestro proceso; no olvidamos que Morelos e Hidalgo, sacerdotes católicos, fueron los padres de la Independencia nacional.
No hay duda, la fe de los católicos mexicanos es extraordinaria y respetable, pero siempre se ha confundido la acción política de la Iglesia con su misión espiritual, tanto, que nos ha llevado a graves conflictos bélicos, donde el católico presidente Benito Juárez definió en la construcción constitucionalista de 1857 el laicismo de nuestras instituciones y la separación de la Iglesia del Estado; esta separación no se ha dado por completo, pues el alto clero siempre ha insistido en su oscura lucha por el poder; han sido los conservadores los aliados de las fuerzas más retardatarias, y hoy seguimos viviendo el mismo escenario con un clero agresivo, soberbio y con gran injerencia.
En Guanajuato, lugar a donde asistirá Benedicto XVI, se han gestado los grupos más radicales de la reacción mexicana, ahí estuvieron los cristeros, los sinarquistas y, hoy, controlan el poder político estatal a través de esa sociedad, estilo ku klux klan, que es el “Yunque”; tan es así, que aun dentro del PAN, el presidente Vicente Fox no logró la candidatura a gobernador del estado de Javier Usabiaga, ni tampoco el presidente Calderón logró la candidatura del hoy secretario de Educación Publica, José Angel Córdova Villalobos.
Estamos en un escenario de inicio de campaña presidencial, por lo que quizá no sea el mejor momento para la visita de su Santidad, pues en estas circunstancias, el nuncio apostólico, Christophe Pierre, invitó a los candidatos a la Presidencia de la República a una misa, lo que hace de este evento, una nueva pasarela similar a la de Joseph Biden, aun cuando esta vez, acertadamente, no tendrán encuentros privados.
En el pueblo de México pervive la popularidad y el amor de Juan Pablo II, de muy distintas características de Ratzinger, por ello, aun cuando el fervor será enorme, no se comparará a la inmensa corriente de simpatía que en México supo construir su predecesor.
Además de la influencia política que tengan estos actos, esperamos al menos un mensaje eucarístico que toque puntos fundamentales que afectan a los mexicanos, entre otros, la inseguridad y el clima de violencia que hoy nos aterroriza; también las víctimas de la pederastia eclesiástica esperarán una condena, aún mayor, de la que ya se le hizo a Maciel, personaje monstruoso y corrupto.
Vendrá Benedicto XVI a despertar la confianza y la fe en muchos, pero quizá en otros, la división y el encono.
Como quiera que sea, la visita papal debe convertirse en un encuentro de solidaridad y de paz, y de ninguna manera en un acto de presión política, pues el horno no esta para bollos; se discute la reforma del artículo 24 constitucional, se inicia formalmente la contienda electoral, y la Iglesia ha disminuido su influencia en la conciencia de los mexicanos.
En cualquier caso no olvidemos nuestro régimen laico, y los preceptos todavía vigentes en la Constitución General de la República en los artículos: 3, 24 y 130.
De todas formas, bienvenido Benedicto XVI, cuya visita ojalá signifique un símbolo de reconciliación nacional.
Los candidatos deben ser sobrios y respetuosos de la Carta Magna, de ninguna manera deben convertir su presencia en un acto simulado de campaña, pues constituiría una grave violación al régimen constitucional.
En resumen, otra visita, otra pasarela…

