Cuántos tipos hay
Guadalupe Loaeza
(Segunda y última parte)
Sumisa natural
“Cada día que pasa me convenzo más que el hombre es superior que la mujer”, dicen estas sumisas con toda naturalidad. A ellas les encanta su rol de sometimiento. Viven felices haciendo sentir a su macho como el hombre más importante sobre la tierra. No hay conversación en que su “señor” no aparezca: “Como dice mi marido…”, comentan cada cinco minutos. Generalmente odian a las feministas y a las mujeres que trabajan. “Ay, a mí en el fondo, me dan lástima las mujeres que trabajan todo el día. En realidad son unas insatisfechas. Como dice mi marido lo único que están buscando es reafirmarse con los demás. Pobres, ¿no?” Estas les telefonean a su marido cada quince minutos para reportarles dónde están.
Sumisa interesada
Estas son sumamente sumisas por puritito interés. Entre más rico sea el marido, más sumisas son. Son las que por la mañana, ponen sobre la cama su camisa, su corbata, sus calcetines y sus zapatos. Inmediatamente después le llevan la toalla al baño y mientras lo admiran secarse, le dicen: “Has adelgazado muchísimo últimamente, ¿verdad? Te lo juro que te envidio. En cambio yo, me siento monstruosa”. Por lo general, éstas son muy hipócritas.
Sumisa inteligente
Aunque lista, culta, viajada, leída e informada, es bien sumisa. Todo el día “le da el avión” a su marido y le dice que es genial. Que ella es la tonta y él, el inteligente. ¿Por qué es sumisa? Para evitarse problemas, porque no le cuesta ningún esfuerzo y porque le conviene.
Sumisa amorosa
Esta mujer es sumisa por respeto, por amor, por entregada, por humildad, por solidaria, por cálida, por generosa, por convicción, por elección y por admiración. Cuando sus maridos les dicen: “Si me engañas, te mato”. Ellas contestan: “Si me engañas, me mato”. Su fuerza radica en que no se les nota nada que son sumisas.
Sumisa cursi
A su compañero o marido le dicen “mi rey”. Son empalagosas. Y así sean las tres de la mañana, siempre se arreglan para recibir a su “amo”. Por las noches usan camisones provocativos llenos de moños.
Sumisa frustrada
A esta categoría pertenecen las que a pesar de hacer todo por ser la perfecta sumisa, sus maridos las engañan con otra sumisa.
Sumisa convencional
Es muy decente, muy mocha, muy ignorante, muy buena madre, hace unos pasteles riquísimos, y siempre, siempre está en su casa cuando habla por teléfono su marido.
Sumisa masoquista
Sin duda, estas son las más felices. Entre más les griten, les peguen, las maltraten, las insulten y las desprecien, más adoran y admiran a su marido. “No me puedo quejar, por lo menos nunca me ha pedido el divorcio”, piensan orgullosas.
Sumisa ilegal
Estas son quizá las más sumisas. Aceptan todo: la otra familia, las larguísimas ausencias de su hombre, las no vacaciones, que nunca se casen con ella, las soledades de los días 24 y 3l de diciembre, las borracheras del compañero, pero sobre todo, sus variadísimas fantasías en la cama. Con razón, Juan de la Torre escribió en su libro El amigo de las niñas mexicanas (1898): “La mexicana no se distinguirá jamás por las virtudes ostentosas; la mexicana brillará siempre por las virtudes modestas. La mujer mexicana es el raudal inagotable de la ternura maternal, la inextinguible pira del amor conyugal; es el impalpable efluvio de la abnegación, que se esparce y se derrama en torno de cuando la rodea, como invisible vapor, como fragante esencia, cual misteriosa melodía”.

