Aunque el régimen del presidente Bashar el Assad ha retomado recientemente, a un gran costo de vidas, las ciudades rebeldes de Homs e Idlib, el conflicto en Siria está lejos de acabar, pues pocos días después se registraron acciones de los sublevados en Alepo y en Damasco, las dos ciudades más leales a El Assad. La resistencia sigue viva y al parecer está dispuesta a llevar la sublevación a las mismas puertas del gobierno.
Según cálculos de organismos internacionales, la rebelión siria que ya cumplió un año, ha causado alrededor de 8 mil muertes, la mayoría civiles, y a como van las cosas no se detendrá ahí.
La situación se encuentra por el momento en un claro punto muerto, pues los rebeldes (desorganizados, divididos y con escaso material bélico) no están en posibilidad de derrotar al régimen por la vía militar enfrentándose a un ejército bien pertrechado y disciplinado cuyas unidades de élite, justamente las que realizan la represión, no han mostrado un solo signo de resquebrajamiento en su lealtad al gobierno. Y El Assad lo sabe bien. Pero el régimen ha perdido prácticamente toda su legitimidad interna y se encuentra en una situación de casi total aislamiento internacional, aunque China y sobre todo Rusia sigue mostrándole apoyo en los organismos internacionales (pero es de suponer que por las vías bilaterales también están presionando para que la situación se calme lo antes posible).
Asimismo las sanciones internacionales han comenzado o comenzarán pronto a hacer estragos en la economía, lo que posiblemente le reste aliados entre la burguesía comercial de Alepo y Damasco. Y todos saben que, después de semejante represión y de los atentados, una salida política es casi imposible: por ninguna negociación se consentirá en que El Assad y su familia permanezcan en el poder o se vayan a un exilio dorado sin responder por sus crímenes, y por lo mismo el presidente y su régimen saben que no pueden rendirse.
La situación podría cambiar en poco tiempo. Aunque bloqueada por Rusia y China una intervención internacional, nada impide que algunos gobiernos de la zona, afectados por el conflicto o que tienen cuentas pendientes con el régimen, comiencen (si no es que ya lo hicieron) a pertrechar a los rebeldes e incluso a prestarles asesoría militar. Unas cuantas victorias de lo que se ha dado en llamar el Ejército Sirio Libre, incluso aunque no fueran significativas desde el punto de vista estratégico, podrían bastar para que la oposición deje a un lado sus diferencias y se unifique políticamente.
Y esa oposición podría pactar concesiones con los países que aún apoyan a El Assad, en particular Rusia que en el último quinquenio ha vendido a Siria más de 630 millones de euros en armas y equipos bélicos, además de permitirle conservar en su territorio una base naval reliquia de la guerra fría pero aún en activo). ¿Cuánto duraría El Assad si Rusia pacta con la oposición?