Entrevista a Raúl Trejo Delarbre/Periodista y profesor de la UNAM

Antonio Cerda Ardura

Contra la insistencia del presidente de la república, que no cesa de defender en los medios de comunicación el papel en su administración del secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, el pleno de los diputados aprobó el miércoles un acuerdo para exigir a la Procuraduría General de la República (PGR) toda la información en torno al montaje de la detención de la ciudadana francesa Florence Cassez, ocurrida en diciembre de 2005, por su presunta participación en tres secuestros.

Varios legisladores demandaron que García Luna (en aquel momento titular de la Agencia Federal de Investigación, AFI) sea sometido a un juicio político y que se sancione, con penas de prisión, a los responsables de la detención ilegal de la mujer.

El acuerdo de la Junta de Coordinación Política aprobado por los diputados pide a la titular de la PGR, Marisela Morales, toda la información sobre “sobre los procedimientos penales y administrativos seguidos en contra de los servidores y ex servidores públicos que ordenaron, participaron y ejecutaron la escenificación ajena a la realidad del lugar de la investigación y violaron las garantías del debido proceso en el caso de la ciudadana Florence Marie Louise Cassez Crepin”.

Precisamente sobre esa escenificación, al analizar el papel que desempeñaron los medios de comunicación en el caso Cassez, Raúl Trejo Delarbre, doctor en Sociología por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, catedrático, autor y periodista, dice a Siempre! que aquella mascarada “nos permite verificar cómo en ocasiones, si bien en los medios de comunicación hay complicidad con la mentira, también puede haber recursos para que se conozca la verdad”.

 

Complicidad con la mentira

A raíz del montaje sobre la detención de Florence Cassez, hubo una especie de linchamiento de esta persona por parte de los medios de comunicación. ¿Qué llevó a esto?

El asunto es complejo porque hubo una utilización deliberada de los medios de comunicación para falsear la realidad y, por lo tanto, hubo también una distorsión de la percepción que tiene la sociedad acerca de este acontecimiento. En primer lugar, llamó la atención la decisión de la Secretaría de Seguridad Pública para utilizar a dos empresas de televisión y fabricar un escenario en el que se escenificó la detención de varias personas y el señalamiento de sus presuntas víctimas de que las mantenían en cautiverio, lo cual no correspondía a lo que en realidad había ocurrido. Cuando aquella mañana de diciembre de 2005 se transmitió aquel operativo policiaco, los telespectadores y muchos periodistas no sabíamos que estábamos ante un montaje, de tal manera que lo que ocurrió en esa escenificación pasó como una información auténtica. Así que los culpables de esa distorsión de la realidad fueron, en primer lugar, las autoridades, que auspiciaron ese montaje, y, en segundo lugar, los medios de comunicación y sus periodistas: reporteros, camarógrafos, productores y conductores.

Callaron la verdad.

Era imposible que no supieran que se trataba de una escenificación y permitieron que corriera la versión que permeó en la sociedad. Quizá después hubo una escasa acuciosidad de algunos medios, que dieron como buena esta versión. También ocurrió que a esa percepción generalizada de una detención en flagrancia de los que parecían presuntos culpables de secuestro, el señor Israel Vallarta y la señora Cassez, se añadió una suerte de apreciación chauvinista que sumó el calificativo de extranjera a esta mujer. Que fuera extranjera, no la hacía más o menos culpable, pero se habla mucho de “la francesa Cassez”, y, en efecto, no siempre se aplican estos calificativos a ciudadanos de otros países que se hallan en condiciones similares. El que se tratara de una extranjera, parece haber hecho mucho más ominoso el papel de Cassez en este secuestro.

Si bien el montaje fue difundido en un programa de la televisión nacional, en abono de los medios de comunicación cabe decir que los periodistas, igual que tienen una gran capacidad para hacerse eco de mentiras, también la tienen para aclararlas y desmitificarlas, ya que la enorme mascarada se desmontó en otro programa de la misma televisión nacional. El papel que tuvo el programa Punto de Partida, de Denise Maerker, en donde hubo una investigación a cargo de la reportera Yuli García, que le dio seguimiento a las versiones, muy débiles en ese momento, de que había sido una mascarada, fue crucial para comprobar el montaje y puso en cuestionamiento el papel de un funcionario, Genaro García Luna. Este fue un trabajo meritorio que nos permite verificar cómo, en ocasiones, si bien en los medios de comunicación hay complicidad con la mentira, también puede haber recursos para que se conozca la verdad.

En los últimos años, los medios han mostrado cosas, como algunas fotografías infamantes que circularon de un narcotraficante muerto en Cuernavaca. ¿Los medios están entrando también en una especie de espiral de violencia contra los delincuentes y sus lectores?

Contra la verdad, más bien diría yo, porque la propagación de imágenes que sólo muestran un flanco de la realidad, o la distorsión intencional de la verdad, va en contra del papel principal del periodismo, que es difundir esa realidad y no enmascararla. Yo creo que estamos ante dos escenarios que coinciden: por un lado, en todo el mundo los medios se solazan en espectacularidad porque saben que dar a conocer asuntos estridentes les brindan más lectores o televidentes que la transmisión de lo que conocemos como la “normalidad”.

Se busca el famoso rating.

Se suele decir, en una actitud que a veces es cínica, pero también descriptiva, que las buenas noticias son malas noticias y viceversa. Los dramas y los asuntos escandalosos suelen llamar más la atención que los que no lo son. Eso es una regla, ni modo, de los medios en todo el mundo. Sin embargo, los medios tienen códigos de ética y están ceñidos a leyes y, sobre todo, supeditados al contraste entre ellos mismos, de tal manera que cuando hay medios demasiado escandalosos, hay otros más escrupulosos que los balancean. Quizá un problema que tenemos en México es que no hay mucho contraste entre los medios, sobre todo en la televisión y en la radio, en donde no hay equilibrios suficientes. En la televisión, no es un secreto, Televisa y Televisión Azteca acaparan el 94 por ciento de las frecuencias para transmisión comercial y no hay más actores que contribuyan a balancear los excesos, que no son pocos, de estas empresas. En segundo lugar, las autoridades policiacas y judiciales suelen hacer un aprovechamiento muy ominoso de los medios de comunicación para prestigiarse. Así que estamos ante una interacción, en primer lugar, por parte de medios de comunicación que exigen primicias, tener acceso a las averiguaciones e imágenes de las acciones judiciales. Pero, por otro lado, hay una actitud de autoridades, como García Luna, que llegan, incluso, a distorsionar la realidad con tal de ganar el aplauso, no de la sociedad, sino de los medios de comunicación. Persiste, por ejemplo, la costumbre, que se ha extendido mucho y durante ya muchos años, de que autoridades judiciales o policiacas presenten como culpables a individuos que han sido detenidos, pero que todavía no pasan por un juzgado o no han sido sentenciados por un juez. ¡Eso es de lo más ominoso! ¿Cuántas veces no hemos visto fotografías o escenas en video de presuntos delincuentes que son exhibidos junto con dinero, armas, o drogas que supuestamente fueron decomisados al momento de la aprehensión? Es posible que esos individuos sean delincuentes, pero es posible que no. Y los medios de comunicación, al mostrarlos de esa manera, comienzan a juzgarlos.

Se prestan a lesionarlos. Se lesiona a la gente.

Y cometen un delito, porque están presentando como culpables a los que aún no lo son, de acuerdo con el dictamen de un juez. A eso se prestan los medios y las autoridades policiacas. Esto en otros sitios del mundo está prohibido. ¡No se vale! En primer lugar, porque no lo autorizan los códigos éticos, que en México prácticamente no existen. Y, en segundo lugar, es un delito mostrar a una persona como culpable, mientras un juez no lo haya dicho.

¿A qué puede llevar este uso amañado de los medios, sobre todo en épocas señaladas como violentas e, incluso, en épocas electorales, cuando los propios candidatos que quieren golpear distorsionan situaciones?

A una mucho mayor desconfianza de la sociedad, ya no sólo en la justicia o en la política, sino también en los medios de comunicación. Los medios se están jugando su prestigio y, bien a bien, el único patrimonio sólido, que a la vez es muy frágil, que tiene un medio de comunicación, es su prestigio. Las televisoras lucran mucho con estas cosas y con el privilegio que mantienen de poder difundir su señal de forma abierta. Debido a las malas prácticas y a la mala calidad de la programación, cada vez menos gente ve televisión abierta en México. Los noticieros de televisión son cada vez menos el sitio principal en donde los ciudadanos se enteran de los asuntos públicos. Junto a la radio y la prensa, que está muy deteriorada con sus propios errores, están, por ejemplo, la Internet y sus redes sociales, donde muchos jóvenes, que ya no ven televisión, se enteran de los asuntos relevantes.

 

Acuerdo incumplido

Pareciera que la televisión empieza a perder terreno.

Porque la televisión aburre y no tiene credibilidad. A mucha gente le da una imagen de algo viejo o contaminado por los intereses de la política o de la delincuencia. Los medios se dan cuenta de esto, pero no son consecuentes con esta percepción. Por estas fechas, por ejemplo, se está cumpliendo un año de que los medios más importantes, encabezados por las dos televisoras, convocaron a una reunión muy vistosa para suscribir lo que llamaron “un gran acuerdo para el manejo de asuntos delicados en materia de violencia y seguridad pública”. Ese acuerdo establecía compromisos, como por ejemplo no dar a conocer los mensajes de los narcotraficantes, que me parece muy pertinente, para que los medios no se hagan voceros de la delincuencia, y no presentar como culpables a quienes no hayan sido juzgados por la autoridad correspondiente. ¿Cuántos de estos compromisos se han cumplido?

Tal vez ninguno.

¡Cabalmente ninguno! ¿Por qué los medios no cumplieron? Porque pesó más la inercia, el mantenimiento de prácticas profesionales poco escrupulosas, el negocio y la búsqueda, como usted dice, del rating fácil, pero, sobre todo, la ausencia de una auténtica calidad profesional en el trabajo de los periodistas. Este acuerdo no podía prosperar porque no pasó por las redacciones. Fue un acuerdo que firmaron los dueños de los medios y algunos conductores y periodistas muy relevantes, pero no los reporteros ni los redactores, que son los que a diario hacen el trabajo que nutre a los noticieros de radio y televisión.

Me hace recordar aquella frase de Emilio Azcárraga, de “al pueblo pan y circo”. ¿Queda hoy obsoleta? ¿Sería un epitafio para los medios de comunicación que no sean éticos?

No sé si un epitafio. Eso lo está anticipando usted. Puede ser que a la larga éste sea el motivo del deterioro de la credibilidad de los medios. Lo que hizo Azcárraga, el padre del actual dueño de Televisa, era una programación “para los jodidos” y en esto ya describía la vocación de Televisa. En los últimos años, esa empresa ha demostrado que puede haber distintas ofertas en televisión y yo creo que Televisa va a hacer cada vez más televisiones de distinto corte. Algunas, para las elites que quieren algo de discusión o de información sofisticada. Pero, mientras pueda, va a mantener la televisión de baja calidad, e, incluso, de baja calidad también en las noticias, porque la cobertura de sus principales noticieros dista de ser lo profesional que podría exigírsele. Va a mantener el mismo tipo de programación para quienes conforman todavía su audiencia mayoritaria, pero que están alejándose cada vez más del llamado Canal de las Estrellas.

¿Qué podría ser exigible hoy a los medios de comunicación?

Llamar a la responsabilidad, hoy parece demasiado ingenuo. Pero en todo el mundo las reglas éticas, los compromisos con normas profesionales, que no cancelan el cumplimiento de la ley, que es otro terreno, son el mecanismo privilegiado de los medios para ganar la confianza de la sociedad. Yo creo que en México se está acercando, cada vez más, la hora de los compromisos profesionales claros, sobre todo cuando haya competencia de televisión. No sé cuándo todavía, pero esto va a ir desplazando los comportamientos profesionales discutibles.