Ricardo Venegas
Narrador, editor y poeta, Francisco Hinojosa nació en la Ciudad de México en 1954. Estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México. Gran parte de su obra ha sido dedicada a la literatura para niños y jóvenes y ha impartido talleres de literatura infantil en distintos países. Su libro de poemas Robinson perseguido (1988) ha sido visto por la crítica como un volumen representativo de la generación de los cincuenta, además de la inclusión del autor en gran número de antologías de este grupo de poetas.
—¿Cómo incursionas en la poesía?
—Fue lo primero que comencé a escribir porque era lo que más leía. Hubo una época en la que leía tal cantidad de poesía que empecé a ensayar, primero muy informalmente, empecé con sonetos y los hacía mal, pero eran perfectos. Los sonetos funcionaban y poco a poco incursioné en poemas un poco más ambiciosos y que me importaran, que no fueran solamente ejercicios. Empecé con uno y publiqué tres poemas. Lo publicó en la primera edición Juan Pasco en su imprenta de libros, estos fueron mis tres primeros poemas, algunos de mucho odio, otros de mucho amor, las dos cosas. Después escribí un poema largo: Robinson perseguido, muy influido por Saint John-Perse, pero también con el mismo Robinson y con otros Robinsones como el de Leo Cortázar que se llama Viernes o los limbos del Pacífico; de esos Robinsones escribí el mío. A la distancia lo veo muy ajeno a mí. En este poema, al igual que en otro que se llama “Relato” creo que ya se empieza a ver el trabajo narrativo, ya no era difícil pasar de la poesía a la narración y creo que fue más o menos la secuencia que seguí al pasar de un poema a un cuento.
—¿Qué importancia tiene la tradición y las formas poéticas para ti?
—No sé si para todo mundo sea igual pero creo que el hecho de conocer las distintas formas poéticas (escribí sonetos y muchas décimas, pero todos eran ejercicios, nada más), en mi caso creo que fue muy formativo y me permitió conocer bien las medidas de los versos, me enseñó a manejar bien el tiempo poético sin necesidad de estar contando; al principio tenía que estar contando necesariamente, buscando las rimas más adecuadas y quedaban sonetos muy artificiales, como creo que suelen ser los sonetos actuales, muy artificiales.
—Hablamos de todo un proceso formativo por el que tuviste que pasar para llegar a Robinson perseguido, ¿cómo fue recibido por la crítica?
—Cuando publiqué el Robinson perseguido salió por primera vez en la Revista de la Universidad, fue bien acogido por mis contemporáneos y quedó en la memoria durante algún tiempo, por lo tanto las antologías que se hicieron lo consideraban, son como tres o cuatro, pero después cayó en el olvido, no hay nadie que se acuerde, salvo mis amigos, de esa publicación, y no lucho porque se acuerden. Este libro salió publicado gracias a uno de esos antólogos, José María Espinasa, quien me pidió que lo incluyera todo y lo volvió a publicar en su editorial Ediciones sin nombre; si hubiera querido no hubiera insistido y yo se lo agradezco, por supuesto.
—Pongamos el ejemplo de Juan Rulfo en la narrativa, quizá no hayas sido un poeta con una producción abundante, pero te han considerado autor referencial.
—Creo que era muy clara la tendencia de darse a la narrativa, empecé a escribir poemas más narrativos y realmente es el lugar en el que me siento mucho más a gusto, aunque sigo siendo lector de poesía más que de otro género; sería difícil que yo regresara a la poesía.
—¿Cómo se da la transición hacía la prosa en el sentido del tono?
—No lo sé, creo que en el fondo sí había en mí más un narrador, eso sucedió con algunos otros de mi generación. Daniel Sada, por ejemplo, empezó escribiendo poesía y después escribió novelas que estaban medidas, novelas escritas por completo en octasílabos. Su liga con la poesía fue constante, sin embargo era un narrador. Carmen Boullosa sí conserva ambas cosas, sigue escribiendo poesía y es incluso donde más se realiza, pero también tuvo la narrativa y escribió una gran cantidad de novelas; Guillermo Sheridan empezó con la poesía inédita, yo la tengo pero es inédita, casi nadie la conoce, alguna vez la publicó con un pseudónimo, se fue hacía la narrativa y a la crítica, fundamentalmente a la crítica y la crónica. Hay varios contemporáneos que empezamos así, Juan García Ponce empezó con un poema, Salvador Elizondo también; creo que hay algo similar en lo que a mí me sucede, a pesar de que tenga ya un libro publicado, es un libro que apenas alcanza a serlo. Robinson perseguido es el mejor poema que he escrito, además de que puedo sacar una gran cantidad de lecturas como las de Saint John-Perse, Michael Tournier y el propio Defoe, esas lecturas me dan oportunidad de crear mi propio poema y hablar fundamentalmente de la soledad, hay algo de eso en el Robinson; es el hombre que dialoga consigo mismo y al que también conocemos gracias a Defoe, Tournier y Saint John-Perse, esta fue la salida que encontré, fueron momentos de mucha soledad para mí y se refleja muy claramente eso.
—¿Qué tan importante fue para ti escribir los poemas que no publicaste?
—Creo que fue fundamental porque para escribir el Robinson perseguido debí haber escrito más de mil páginas, de las cuales, ya exprimidas, quedaron diez o doce, pero recuerdo haber juntado un paquete de aproximadamente quinientas, era el doble. Ese ejercicio de haber escrito Robinson perseguido, el haberlo hecho de esa manera, sigue estando presente en todo lo que escribo, cada cosa que escribo la reviso una y otra vez y lo más importante, ante todo, son las palabras, cada una de las palabras. Creo que es un cuidado que tiene mucho más el poeta que el narrador. El narrador se queda mucho más con la psicología de un personaje, con la trama, aunque hay a veces repeticiones, palabras de más, etcétera, yo cuido mucho eso y se lo debo a la poesía, tanto a la que yo escribí como a la práctica de la lectura.
—Te referías al momento en que recurres a tus maestros…
—Ante todo hay tres que fueron fundamentales: Perse, Seferis, Paz y el Borges poeta fue muy importante para mí. Tiempo después conocí desde Pablo Neruda hasta los Contemporáneos. Después, no antes, pese a que estudié Letras Hispánicas y llevé varios cursos; Góngora hasta después me llegó y fue que me convertí en lector de Góngora y Lope de Vega y después la lectura de todo lo que cayera. La idea de Paz sigue teniendo vigencia: “tradición de la ruptura y ruptura de la tradición”, creo que sigue teniendo mucha vigencia, sigue habiendo fracturas en la tradición y cada generación va no solamente teniéndolas como si fueran un accidente, busca esas rupturas.
—Volviendo a lo que fue Robinson perseguido y a sus bosquejos, ¿qué importancia le atribuyes a las antologías en las que fuiste incluido?
—Fui incluido en las antiguas antologías. Hoy en día no me consideran poeta, es más, una gran cantidad de colegas no saben que tengo obra poética, o han sabido de ella pero no la conocen y creo que tiene que ver con que la actividad narrativa que tengo opaca en mucho a esos muy breves poemas. Pienso en lo que tú decías: una obra como la de Rulfo, Pedro Páramo y el Llano en llamas, hacen una obra completa. Nunca pensaría que este librito hace una obra completa. Se quedó como una especie de muestra, de potencial que en algún momento pude haber tenido completo y se quedó como eso, hay que ser honestos con uno mismo y no pasar de más. Yo no me creo un poeta importante, creo que empecé, pude haber hecho más pero me interesó más la narrativa y ni modo, creo que soy mejor como narrador que como poeta.
