Muy pronto caerán por su propio peso

Carlos Jiménez Macías

“¡Qué emoción, qué emoción! ¡Ya se nos va Calderón!” Lo leí por ahí, en un camión de pasajeros de ésos que embellecen nuestro paisaje urbano.

En realidad, después de su informe-despedida que dio semanas atrás, hace tiempo que lo dimos, si no por muerto de la escena mediática, al menos por ido. Pero no: ahí está, sólo que en el extranjero, mandándonos mensajes traducidos del inglés (de su inglés), tratando de convencernos de la suerte que tuvimos al mal elegirlo presidente. Como Francisco Franco, que en su tiempo ordenó acuñar las monedas con su esfinge y la leyenda “Caudillo de España por la gracia de Dios”, el nuestro se cree enviado por la Divina Providencia para gobernarnos. No es broma. Palabras más, palabras menos, así lo dijo…

Lo que nos faltaba: un mandatario iluminado por la luz divina para actuar como lo hace. Acogido como un papa bajo el dogma de la infabilidad (porqué no, si su acción está inspirada por obra divina), don Felipe está creando su burbuja personal en donde espera guarecerse cuando tenga que rendir cuentas, que por cierto no falta mucho.

Pero hay algo más grave que este infortunado desliz: Calderón manifestó desde Houston que gracias a su política de empleos (abundantes, bien remunerados y con todas las prestaciones previstas por la ley) el flujo migratorio hacia Estados Unidos se ha revertido y (otra vez palabras más, palabras menos) son contados los mexicanos que quieren irse al otro lado, teniendo aquí condiciones de vida que ya quisieran los de Dinamarca.

Omitió decir, pequeño olvido, que nuestros vecinos del norte han reforzado la línea fronteriza con 8 mil 500 nuevos agentes; que emplean helicópteros, aviones espías sin piloto, además de nuevas cercas alambradas para detectar a los posibles mojados.

Asimismo y como nuevo negocio para el fisco norteamericano, en los últimos dos años se han recabado más de 80 millones de dólares por multas a los patrones que contratan a migrantes indocumentados…

A todo esto, hay que agregar que su discurso de Houston, de vanagloria y clara propaganda de su régimen, dicho en tiempos de pugna electoral, contradice claramente los señalamientos del Instituto Federal Electoral, que está obligado a sancionar los procedimientos de quien, más allá de nuestras fronteras, se vale del mal empleado y abusivo uso del fuero de su investidura para violar claramente ¾pero esperemos que no impunemente¾ las disposiciones de nuestra ley electoral.

Lo bueno es que pronto, muy pronto, los mitos y realidades de este Gobierno caerán por su propio peso.