“Ya no puedo más”, declaró a la revista Paris-Match

Guadalupe Loaeza

En el más reciente ejemplar de la revista Paris-Match, en la página 84, aparece una fotografía a todo color, la cual ocupa dos páginas, de una joven rubia, de cola de caballo y ojos claros. Su mirada y su sonrisa aparentemente alegre, nos hablan de una enorme melancolía.  No hay duda, Florence Cassez está triste desde que se le negara su traslado a Francia para compurgar su pena de 60 años por estar vinculada sentimentalmente con Israel Vallarta, cabeza de la banda Los Zodiaco, responsable de por lo menos diez plagios y la muerte de una de sus víctimas.

A cuatro años, el affaire Florence Cassez se ha convertido en un conflicto diplomático sumamente delicado entre Francia y México. El 12 de noviembre, se publicó en Francia un libro titulado Peines mexicaines, First Editions. (“Penas mexicanas”), cuyos autores, Alain Devalpo y Anne Vigna, sostienen, después de estudiar a fondo el expediente jurídico, que la detención de la ciudadana francesa fue “un montaje mediático para reinvindicar a las fuerzas de seguridad”.

La obra, en cuya portada aparece una fotografía de Florence detrás de las rejas, no nada más se concentra en su caso, sino que aborda otros más jurídicos de nuestro país, como son el de Atenco, o el de Jacinta de Santiago Mextitlán, o el de Ignacio. El objetivo de estos dos periodistas independientes es denunciar la situación de México en relación a los derechos humanos y la justicia.

 “Ya no puedo más”, le dijo Florence a su entrevistadora, Emilie Blachere. Encerrada en el penal femenil de Tepepan, entre 300 prisioneras, acaba de festejar su cumpleaños número 35; ese día, excepcionalmente recibió a más de cinco personas y pudo introducir en su celda algunos alimentos, lo cual molestó a muchas de sus compañeras quienes aseguran no tener este tipo de privilegios.

“La francesa, en el Dormitorio 1, no se preocupa por trabajar. Hace bisutería y va a las clases de aerobics y zumba; el resto del día permanece en su celda donde tiene todas las comodidades como aparatos de ejercicio, clóset, televisión, grabadora y cama con edredones. Es muy reservada, gran parte del día se la pasa hablando por teléfono, pero no se preocupa de nada, ni si quiera come del «rancho» porque paga 30 pesos para que le preparen comida especial. El Z (chofer) de la directora (Esmeralda Vázquez) va por ella hasta su estancia y eso está prohibido”, acusó una rea (Reforma 17 de noviembre de 2009).

Para saber aún más de su vida en la prisión, he aquí algunas preguntas de la entrevista.

Emilie Blachere: Obtener el respeto de sus demás compañeras, ¿ha sido complicado?

Florence Cassez: Sí, pero ser extranjera tiene sus ventajas, entre ellas y yo, hay una barrera. No obstante, me han insultado, pero yo aprieto los dientes. Sin hacerme la muy dura, procuro ser discreta. Para sobrevivir, hay que ser transparente, no entrar en chismes. No veo, no entiendo y ni digo nada.

E.B. Entonces, ¿no tiene amigas?

F.C. Tenía dos pero fueron puestas en libertad. Su partida fue muy dura para mí. Me cuesta trabajo que alguien gane mi confianza. Como no quiero establecer relaciones superficiales, prefiero quedarme sola. Pienso en mí.

E.B. ¿No es acaso esta soledad muy pesada para usted?

F.C. No, no me molesta estar sola. Sin embargo, estar encerrada, sí. Tengo deseos de caminar por la calle, de devorarme un plato de mejillones con papas fritas, de beber cervezas. Cuando vienen a visitarme, mis amigos se quejan del tráfico. Yo los envidio por poder vivir eso… Todas esas cosas forman parte de una vida, cosas de las que hace mucho tiempo ya no puedo probar…

E.B. ¿Cómo es su vida encerrada en estos cuatro muros?

F.C. Es un reto diario. Me despierto a las 6.30 am. y me acuesto a las dos de la mañana; así es que hay que “amueblar”, todas esas horas. Tengo una pequeña TV y un lector electrónico y libros. Me impongo una fuerte disciplina, procuro conservar una buena higiene. Rara es la vez que hay agua, entonces utilizo las toallitas (húmedas) que usan los bebés. Así hago mi toilette. Mi ropa siempre está limpia. Me maquillo. Conservar un semblante femenino, me revive.

Como trabajo obligatorio, Florence, trapea todos los días las escaleras de los dormitorios, se ocupa de un cine-club que ella misma creó. Selecciona los DVD y escribe las fichas de las películas que presenta cada viernes. Cuando termina el film, organiza un debate. “Tener un comportamiento ejemplar es recompensado”.

Para ganar su vida, fabrica collares de perlas y los vende. Con ese dinero compra sus tarjetas de teléfono, porque todos los días les habla a sus papás. Dos años estuvo Florence, deprimida.

“Pero ahora estoy en paz. No estoy enojada. Nunca he pensado en el suicidio. Leer mis correos de apoyo, me ayuda. Tengo una confianza absoluta en que Nicolas Sarkozy me sacará de la cárcel. (Mi error) fue estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado. No quiero terminar mis días aquí. Hace 4 años que no duermo en un cuarto oscuro y silencioso. Sueño con dormir con una noche completita, sin miedo de cerrar los dos ojos. Después ya pensaré en reconstruirme. ¿Cómo? Olvidando esta pesadilla…”