¿Moral? Sí, moral. Porque mientras la candidata del PAN Josefina Vázquez Mota hablaba como la encarnación de la Santísma Trinidad y el candidato de las izquierdas Andrés Manuel López Obrador decía ser —para variar— el poseedor de la verdad absoluta, Enrique Peña Nieto nunca intentó burlarse, durante el debate, de la inteligencia de los mexicanos.
Lástima que las encuestas no incluyen en sus mediciones el valor ético de las actitudes y propuestas de los políticos. Si lo hicieran, habrían coincidido en que la imagen de la panista —con todo y el humanismo religioso propio de una derecha ultraconservadora— fue, en varios sentidos, el de una máscara.
Josefina recitó sus parlamentos como una niña que intentó aplicarse para que Felipe Calderón no la expulsara de la contienda, pero cayó en gravísimas contradicciones y ofensas a la moral pública. El verdadero escote no fue el de la edecán Julia Orayen sino la “audacia” de la panista cuando se montó en el cadáver de la niña Paulette para atacar al candidato del PRI.
Peña anotó a su favor varios puntos cuando se lo hizo ver: “Usted utiliza un drama familiar para revivir su campaña”.
La hipocresía es el antivalor que caracteriza a Vázquez Mota. En varias ocasiones —sin pruebas en mano— intentó vincular al PRI y a sus gobernadores con el crimen organizado. Peña se abstuvo, evidentemente, de contestarle con una pregunta que hubiera sido demoledora: ¿Qué participación tuvo el empresario chino Zhenli Ye Gon, acusado de tráfico de efedrina, en el patrocinio de la campaña de Felipe Calderón?
El gemelo ideológico de la candidata del PAN, Bruno Ferrari, secretario de Economía, maestro en Ciencia del Matrimonio y la Familia, apologista de la Legión de Cristo, panegirista y financiero de Marcial Maciel, salió dos días después del debate a tratar de reforzar a su candidata en desgracia.
Como quien se siente bañado en agua bendita, dijo que los gobiernos del pasado —en obvia referencia a los sexenios encabezados por el PRI— habían sido unos “ladrones”.
Muchos ciudadanos se preguntan si no ha llegado la hora de quitarle al PAN la aureola de santo inmaculado. Esta misma semana, la Comisión de Vigilancia de la Cámara de Diputados pidió investigar la desaparición de 400 mil millones de pesos en Pemex en el año 2010.
Hace apenas un mes, los legisladores reprobaron las cuentas públicas 2008 y 2009 por opacidad, corrupción y desvíos. El Consejo Coordinador Empresarial denunció recientemente que el costo de la corrupción pública y privada en México asciende a 1.5 billones de pesos. El Reporte de Competitividad del Foro Económico Mundial 2011-2012 señala que México está reprobado por pagos irregulares y que el país está desprestigiado internacionalmente por la forma en que se otorgan las licitaciones.
Josefina Vázquez Mota utilizó más de un minuto en televisión para decir que ella es diferente porque encarna la honestidad del planeta. ¿Qué pensar, entonces, del cargo que le consiguió a su hermana Margarita en la Procuraduría General de Justicia, quien durante tres años cobró como si fuera abogada, cuando es, en realidad, diseñadora gráfica?
La automática renuncia de Margarita Vázquez Mota, a raíz de que se hizo pública su contratación irregular en la PGR, evidencia que la candidata trató de sacudirse rápidamente el pecadillo de haber incurrido en tráfico de influencias.
Si Peña Nieto hubiera querido, se habría convertido el debate y el país en un estercolero. PAN y PRD llevaban listas sus bacinicas. Peña… prefirió resistir.