Entrevista a Darío Dávila/Editor de Periodismo Indeleble

Antonio Cerda Ardura

El hallazgo, el 3 de mayo, de los cadáveres de los fotoperiodistas Guillermo Luna, Gabriel Huge y Esteban Rodríguez, en el municipio de Boca del Río, Veracruz, no sólo ha causado indignación dentro y fuera de México, sino que ha dado pie a la continuación de un debate que se ha ido aplazando: la penetración del crimen organizado en el sector periodístico.

Y no es que se tenga algún indicio o sospecha de que la desaparición y asesinato de estos periodistas tenga algo que ver con el tema. Se trata de que la historia en las redacciones de México también está cambiando.

Como en muchos otros ámbitos de la vida nacional, el narcotráfico y el crimen organizado están haciendo impacto en las salas en las que se redacta la noticia, corrompiendo o amenazando con asesinar, para orientar la información.

A veces, mediante la imposición del terror, se ordena que se escriba, por ejemplo, que el Ejército viola los derechos humanos, para ejercer presión en contra de las instituciones armadas. En otras ocasiones, se reparte dinero para que las manzanas podridas pudran al resto en la canasta.

De esto habla, en entrevista con Siempre!, Darío Dávila, editor del blog Periodismo Indeleble (http://darioantonio.blogspot.com/) y consultor independiente sobre periodismo, quien indica que los Zetas, La Línea y otros cárteles han irrumpido en las redacciones nacionales para manipular su información.

Dávila ha escrito para Reporte Índigo, Emeequis, El Universal, Crónica, Revista Sole y Metro, y ha trabajado en la reingeniería de las redacciones del Diario de Juárez, Diario de Yucatán, Vanguardia, Noroeste, El Mañana, El Mundo, Publimetro, Am de León y Crónica, en zonas de México señaladas como “calientes”.

Como miembro del Centro de Periodismo Digital de la Universidad de Guadalajara, bajo el auspicio del Centro Internacional para Periodistas (ICFJ, por sus siglas en inglés) y la Embajada de Estados Unidos, ha impartido el curso Cobertura Segura: Guías para el ejercicio periodístico en zonas de riesgo.

 

Tema tabú

Hace por lo menos un año que se estableció un compromiso de editores y dueños de periódicos para determinar la forma en que se debe cubrir, con seguridad, la noticia relacionada con el crimen organizado. Ahora se habla de la liga de periodistas con la delincuencia. ¿Qué tan recurrente es esto?

Más que hablar de una frecuencia, yo diría que existe un tabú del que los periodistas nos hemos negado a hablar, o es una circunstancia que no queremos reconocer: la infiltración del crimen organizado en las redacciones. ¡Hay ejemplos vivos! El crimen organizado tiene reporteros que, desde el interior de algunas redacciones, influyen, determinan u orientan cierto tipo de contenidos. En las ciudades de Córdoba u Orizaba, en Veracruz, los Zetas tienen amenazados, o corrompidos, o comprados a reporteros relacionados con la fuente judicial o con la policiaca, como le llamamos en México. Estos reporteros son el enlace entre el contenido editorial policiaco y lo que al cártel local le interesa que se publique. Una técnica muy utilizada por los Zetas, por ejemplo, es desacreditar las acciones del Ejército a través de presiones periodísticas.

“Inflan” la nota.

Si el Ejército detiene, por ejemplo, a un taxista que estaba vigilando a distancia y que se pensaría que tendría una relación con criminales, se “infla” la nota. Esto se hace con la intención de exhibir supuestas violaciones a los derechos humanos por parte de los militares, para generar, por supuesto, una presión social. Pero también está la amenaza al reportero de que, o publica, o lo levantan, o le hacen daño a su familia, o ponen una granada en su periódico, o queman el diario. De manera que los reporteros quedan entre la espada y la pared porque tienen la presión de sus jefes, que piden que reporteen ese tipo de hechos como su agenda diaria, pero también sufren la presión de un cártel que les ordena orientar esos contenidos para desacreditar al Ejército.

¿Qué tan generalizada o con qué frecuencia se da la infiltración del crimen organizado en las redacciones?

Tal vez no podríamos hablar de frecuencias, pero sí puedo decir que yo mismo he indagado, documentado y revisado los casos de algunos periodistas asesinados en ciudad Juárez. Cuando uno revisa su pasado y su contexto histórico más allá del reporteo básico, que es ir y cubrir la nota policiaca, se da uno cuenta de que muchos de los hábitos de su vida cotidiana, de pronto no correspondían al salario de un reportero. No estoy insinuando que fueran comprados por los cárteles, pero sí hay muchos factores que, me parece, hemos dejado de ver. En el caso de La Línea, por ejemplo, yo tengo informes de que sus miembros daban dinero directamente a cierto grupo de reporteros para que ellos lo repartieran entre otros colegas. Si sabemos que en muchos estados del país los periodistas tienen los peores salarios, estos reporteros se daban lujos que no correspondían a su auténtico modo de vida. En la frontera tamaulipeca me tocó ver cómo, desde adentro de una redacción, se operaba para salvar la vida de una reportera. Esta operación no era, además, con un mando institucional de una fiscalía, sino que se trataba con el cártel local para pedir que le perdonara la vida a esa reportera, que se había equivocado al publicar una nota en contra de policías locales asociados con el Cártel del Golfo. Estas cosas son las que hemos dejado de ver. Me parecen muy genuinas las manifestaciones a favor de que no haya impunidad respecto a los crímenes de periodistas, pero también creo que hay que empezar a abrir los ojos a esa realidad en la que los reporteros hemos quedado en medio de una guerra, o finalmente hemos sucumbido ante la corrupción, cuando nos ponen una pistola en la cabeza o amenazan con hacer daño a nuestra familia. Yo lo he vivido y he estado a cargo de equipos de reporteros que han pasado por esas situaciones, o incluso en redacciones donde a los propios dueños de periódicos les ha costado muchísimo trabajo, también con muchísimo miedo, deshacerse de estos perfiles que, a veces, son como válvulas de seguridad. ¿A qué me refiero con esto? En que al empresario le conviene tener a alguien adentro, relacionado con el cártel afuera, porque ese enlace le dice o le da el termómetro de cómo siente el cártel cierto tipo de publicaciones. Bajo este escenario, hablaríamos entonces de que los cárteles son ya editores de periódicos.

Es de suponerse que esa relación daría una determinada certeza de que el cártel no atacaría al medio.

Es correcto. Es una fórmula para estar cerca del diablo, para entender sus pensamientos y sus fobias, y también, por supuesto, para cuidar la vida.

Entonces no sólo es corrupción de reporteros, sino de dueños de medios.

Si uno tiene indicios o información confirmada de que uno de sus miembros de la redacción está corrompido y no toma una decisión empresarial al respecto, me parece que está en medio de dos escenarios: o quiere seguir teniendo este facilitador con los cárteles, o le interesa ser cómplice de los cárteles. No veo otra salida. Algunos han tomado la decisión de pedirles a sus reporteros que se vayan de vacaciones dos o tres meses, pero, finalmente, siguen dentro de los periódicos. Es una realidad, insisto. En Sinaloa, por ejemplo, hay reporteros asociados con la gente de Ismael el Mayo Zambada. El, incluso, ha sido padrino de los hijos de estos reporteros. Sé lo que le estoy diciendo. Si uno está reporteando ciertos hechos policiacos, a veces ve a estos reporteros de los cárteles, por así llamarlos, que están no sólo reporteando el hecho policiaco, sino quién está; ¡están reporteando a los reporteros!

 

Periodismo responsable

¿Hace falta un código de ética en la prensa? ¿Eso bastaría? ¿Hasta dónde hay que ir?

No. Yo creo que la ética no va a resolver lo que el gremio empresarial no quiere resolver. Quiero decir que un código de ética bonito, colgado en las paredes, no va a resolver los malos salarios.

Los directores de medios se comprometieron a tratar estos temas, pero fue de dientes para afuera. Como lo testifica el caso de Veracruz, sigue la desprotección a los reporteros.

Sí, claro. Por principio, en este acuerdo tan mediatizado, no se ve la participación de los reporteros de a pie. La gente de campo no ha opinado al respecto. Ha habido la intención de crear protocolos de seguridad para los periodistas, pero creo que el mejor protocolo empieza no sólo desde la ética periodística, sino desde la ética empresarial, en fijar salarios dignos para sus periodistas, capacitarlos, prepararlos, y ejercer un periodismo socialmente más responsable. Hace falta un periodismo que esté descubriendo más los conflictos que enunciando lo que los políticos o los poderosos dicen.

Entonces no hablamos de corrupción por corrupción, sino igual de circunstancias que están llevando a esto.

Hay un debate al respecto de que cada quien camina con su ética interna y decide si se corrompe o no. ¡Es una decisión interna! Sin embargo, yo creo que sí hay factores externos. Un reportero bien pagado y bien capacitado es un reportero feliz. Es un reportero que, finalmente, hará su mayor esfuerzo por traducir ciertas realidades y caminar más allá de los barrios. Para un reportero que está secuestrado en su redacción, haciendo cosas que no le gusta hacer, como ocurre con muchos periodistas, la corrupción siempre estará latente. Muchos de los casos de periodistas corrompidos se iniciaron como reporteros susceptibles a las caricias del poder. Eran reporteros que en la frontera aceptaban el desayuno con el alcalde, o la rifa de Navidad o de fin de año, o la carne asada con el político. Y ya con la incursión de los cárteles, bueno, finalmente los cárteles saben con quién van a operar. No lo van a hacer con un reportero que ha tenido cierto comportamiento congruente ético y periodístico, van a operar con quien saben que es corrompible. Yo creo que ahí se iniciaron estas cadenas que ahora les ha costado la vida a muchos periodistas. Hace unos días tenía un debate con algunos colegas que me preguntaban: “¿Nos están matando por nuestro trabajo, o por otras cosas?”. Yo sugeriría que fuéramos más fríos en la manera en que exigimos justicia ciegamente; hay que entender los contextos en que se dan los crímenes. Y esto no significa regatear la solidaridad periodística.

¿No cree que la autoridad maneja esto políticamente? Se prefiere no tratar el tema de la corrupción periodística para no enfrentarse con la prensa.

Si, pero en algunos estados el editor de la primera plana de los periódicos es el gobernador. En Veracruz así es. Aquel director de medios de Veracruz que me diga que su portada no está negociada dos horas antes con Javier Duarte, estaría mintiendo. Al menos el 70 o el 80 por ciento de los periódicos veracruzanos decide su primera plana en función de los espacios reservados para la publicidad oficial. No estoy peleado con estas formas de financiamiento, porque hay partidas en el presupuesto para la publicidad oficial. Pero una vez que la agenda de un medio la determina el poder y ese medio quiere jugar a hacer periodismo, bueno, ahí hay un tema de incongruencia.