Martha Banuelos

París. De los 46 millones de franceses inscritos para votar a la elección presidencial, 9 millones se abstuvieron, 2 millones votaron en blanco y casi 17 millones votaron por Sarkozy. Los 18 millones que votaron por François Hollande, el candidato socialista y antiguo secretario general del partido, lo convirtieron el 6 de mayo en el primer presidente socialista desde 1988. ¿Francia saltó a la izquierda? No, fue el rechazo de Nicolas Sarkozy lo que decidió el voto, más que una adhesión a la línea de izquierda.

En el centro de París, en la Plaza de la Bastilla, cientos de miles de franceses llegaron para celebrar el triunfo y gritar la victoria de la izquierda. Se apiñaron en la estatua de la Bastilla para cantar con el puño levantado la Marsellesa, mientras la bandera de Francia se confundía entre las banderas de otros países. El show se desarrolló como si hubiera estado escrito desde hace años, artistas y políticos pasaron en la escena, esperando la llegada del presidente Hollande, que con su equipo de campaña siguieron los resultados desde la ciudad de Tulle, en el suroeste de Francia, a 403 km de París, donde Hollande es presidente del Consejo General. Después del discurso de victoria frente a los “Tullistes” tomó el avión para “la Ciudad Luz”.

En la Bastilla, brindaron, cantaron y bailaron, las terrazas de los cafés se abarrotaron, y los vendedores paquistaníes más que nunca salieron a vender rosas. Mientras algunos gritaban eufóricos de alegría, otros hablaban de los retos y crisis que enfrentará Hollande, ya que en junio, en Francia serán las elecciones legislativas. Los socialistas vivieron la victoria modestamente, conscientes de la pesada tarea que les espera, por las esperanzas creadas con la elección de un presidente socialista. Para los electores de izquierda, François Hollande abre una nueva era de cambio.

 Con un 51,63% de votos a favor del socialista, la elección fue una protesta contra Nicolas Sarkozy más que una plena adhesión a François Hollande, por lo que en la Bastilla el entusiasmo era una mezcla: no se sabía si era por ver a Hollande entrar al Elíseo o el alivio de ver a Sarkozy salir.

 François Hollande ya dio el tono de su estrategia en una de sus primeras entrevistas declarando  que prometió un programa, pero ¡no se comprometió a llevarlo a cabo!

Entre los 60 puntos de su programa están: reducirá la parte de la producción de electricidad nuclear a 50% para el 2025, la que actualmente es del 75%; aumentará la imposición a las empresas que abusan de los empleos atemporales; creará 150 mil empleos con futuro; generará 60 mil puestos en la educación nacional para los próximos cinco años; aumentará de un 25%, la  ayuda que las familias reciben por cada niño para el nuevo ciclo escolar; propondrá a los socios europeos un pacto de responsabilidad, gobierno y crecimiento para salir de la crisis.

El nuevo presidente François Hollande es un hombre normal, hermético, discreto, un hombre de apariencia y sin locuras, que tenía, desde joven, el mismo objetivo que Nicolas Sarkozy: llegar a ser presidente de Francia ¡a cada uno su turno!