Putin promulgó severas penas a quienes se manifiesten en las calles
Bernardo González Solano
“Rusia sin Vladimir Putin”, “nosotros somos el poder”, decían infinidad de pancartas enarboladas por decenas de miles de manifestantes —15 mil según datos de la policía, 100 mil según los organizadores de la marcha—, que caminaron por el centro de Moscú el martes 12 de junio, en una protesta autorizada por las autoridades siempre y cuando no excedieran más de 50 mil personas.
El viejo núcleo moscovita estuvo rodeado por las fuerzas del orden, más de 12 mil miembros —policías, unidades antidisturbios y tropas del ministerio de Interior—, movilizados para “garantizar la seguridad pública”. Después de una reunión a mediodía, en la plaza Puchkin, los participantes desfilaron hasta la avenida Sajarov, donde tuvo lugar la “marcha de los millones”, autorizada de 13 a 16 horas. En Facebook y en Twitter, los militantes convocaron a la movilización.
Los manifestantes fueron llamados a la movilización para esta primera gran reunión autorizada después de que Vladimir Putin prestó juramento para un tercer periodo presidencial, primero de seis ya que los anteriores sólo eran de cuatro años. “¡Todo mundo a Moscú! ¡Si no quieres vivir en una dictadura, como antes, entonces asiste a la manifestación!”, tuiteó Lyapis Troubetsko.
El endurecimiento de las sanciones para quienes infrinjan las rígidas normas de las protestas no impidieron que miles de rusos se echaran a la calle ese martes 12 de junio desde la mañana hasta la tarde, con las mismas proclamas que la oposición liberal usa desde su surgimiento en el mes de diciembre último. La ley antidisturbios elevó mucho las sanciones por la infracción de normas durante los mítines y actos públicos. La nueva ley impone multas hasta de 25 mil euros.
Asimismo, poco antes del inicio de la manifestación se bloquearon páginas opositoras en la Internet, como la web de la radiodifusora Echo Moskvy o la del canal de televisión Doshd. De acuerdo a este canal, hubo ataques de denegación de servicio, en los que una página recibe tantas peticiones de uso que se bloquea.
Putin: nada contra mí
Los organizadores de la segunda “marcha de los millones” llevaron un recuento puntual de los manifestantes desde el principio. “La gente se está congregando. Hay grandes colas ante los detectores de metal”, señaló uno de los portavoces del movimiento opositor Solidaridad, Serguei Davidis. Los moscovitas debían pasar por los detectores de metal situados al inicio del recorrido de la marcha para poder unirse a las columnas que recorrerían el centro de la capital rusa desde la plaza Pushkinskaya hasta la Sajarov, donde tuvo lugar el mitin.
Está claro que desde que prestó juramento para su tercera presidencia, el presidente Putin no está dispuesto a soportar que sea puesta en entredicho su autoridad ni en Moscú ni en alguna otra ciudad del país. Por tal razón, un día antes de la “marcha de los millones”, convocada por la cada día mejor organizada oposición, agentes del Comité de Investigación —organismo auxiliar de la Fiscalía creada por el propio Putin— llevó a cabo registros y confiscó documentos, material informático, objetos personales y dinero en efectivo en los domicilios de los líderes de la disidencia con el fin de neutralizarlos e impedirles asistir a la marcha del 12 de junio. Sobre todo al bloguero anti-corrupción Alexei Navalni; al dirigente del Frente de Izquierda, Serguei Udaltsov y su esposa; al líder del movimiento Solidaridad, Ilia Yashin, y a la presentadora estrella de la televisión Txenia Sobchak, entre otros.
¿El pretexto? El Comité de Investigación realizó estas operaciones por una investigación en curso sobre los “problemas masivos del orden público” a raíz de la manifestación del 6 de mayo último en Moscú, la víspera de la investidura de Putin en la presidencia. En los enfrentamientos hubo varios heridos entre los participantes y los policías.
Putin ganó en marzo último la elección presidencial desde la primera vuelta, aunque los comicios fueron denunciados llenos de problemas por propios y extraños. En pocas palabras, fueron amañados. Como sea, el ex agente del espionaje ruso volvió a ser jefe de Estado después de dos mandatos consecutivos entre 2000 y 2008, más cuatro años como primer ministro.
En tales circunstancias, como escribió Marie Jego, en su Carta de Rusia, “El Kremlin lo quiso, la Duma lo hizo”. El martes 5 de junio, los diputados afines a Putin en la cámara baja del Parlamento ruso (238 curules sobre 450) aprobaron una ley draconiana que limita el derecho de los rusos a reunirse y a manifestarse.
En lo sucesivo, agrega Jego, los participantes en reuniones, autorizadas o no, serán castigadas con fuertes multas —de 20 mil a 300 mil rublos, aproximadamente de 500 a 7 mil 400 euros— si obstaculizan el orden público, la circulación de personas, o “perjudican el escenario”.
Ley del absurdo
El presidente Putin lo ha dicho: la ley “reforzará el carácter democrático de nuestro Estado”. Por su parte, los diputados de Rusia Unida, el partido en el poder, aseguran que el texto está “conforme a lo que se hace en la Unión Europea”. ¿Acaso no es lo más normal que los diputados busquen proteger el orden público? El invierno de 2011-2012, las calles de las ciudades rusas fueron teatro de protestas sin precedentes contra la “democracia dirigida” de Putin, por ende, Rusia debe reglamentar el desarrollo de las manifestaciones.
El asunto es que no puede comprobarse que los diputados putinistas —en español el término suena ad hoc y podría agregársele un toque mexicano para que la idea sea redonda— hayan actuado con el mejor sentido posible. Para empezar, el texto es tan flojo que linda con el absurdo: “Una fiesta de matrimonio puede convertirse en materia de la ley si se transforma en una reunión política y que el orden público sea violado”, explica, con toda seriedad, Alexander Siadiakine, uno de los diputados autores de la “ley”. No es todo, hay más. Por ejemplo, pisotear el césped de un parque en una manifestación costará más caro que la ocultación de material nuclear, castigado actualmente con una multa de 5 mil rublos (121 euros).
Para que todo estuviera listo para el 12 de junio, los diputados oficialistas fueron convocados —por no decir urgidos— para votar el texto a matacaballo. El procedimiento debería tomar menos de media jornada, la Duma (cualquiera de las asambleas representativas de la Rusia moderna), en todo caso “no es lugar para discusiones”, como lo afirmó antiguamente su ex presidente Boris Gryzlov.
Sin embargo, ¡oh sorpresa!, el martes 5 de junio, día de la votación, la Duma tuvo su bronca. Durante once horas, los diputados de la oposición (socialdemócratas de Rusia, justamente), presentaron enmienda tras enmienda, 400 en total, para retardar la aprobación de la ley.
“Líbranos de Putin”
El texto terminó por ser votado, pero los diputados, agotados de haber discutido tanto, abandonar la Asamblea cerca de la medianoche, algo jamás visto desde la guerra ruso-georgiana de agosto de 2008. Como se sabe, la Duma recibió el aval del Senado y la firma del presidente, por lo que la ley entró en vigor casi inmediatamente. La única sombra en la mesa resultó que la indignación generalizada aseguró la realización de la “marcha de los millones”.
Mijail Fedotov, el consejero de Putin sobre derechos del hombre, previó “una radicalización del humor antigubernamental”. “La ley es un estorbo para los principios de un Estado de derecho y del derecho de los ciudadanos para reunirse pacíficamente”, explicó Alexei Kudrine, ex ministro de Finanzas, en una entrevista en la radiodifusora Echo de Moscú.
La senadora Lyudmila Narussova, viuda del alcalde de San Petesburgo, Anatoli Sobtachk, el mentor de Putin en política trató de leer el texto antes de votarlo. “¿Por qué tanta precipitación?”, acotó. Muy pronto se dio cuenta por qué. Su propia hija, Txenia Sobtchak, la presentadora estrella de la televisión convertida en lideresa de la oposición, desapareció de la antigua “caja idiota”, después que asistió a todas las manifestaciones. Ninguna cadena de televisión quiere nada con ella. ¡Qué raro!
También está el caso de los miembros del grupo Pussy Riot, encarcelados por haber cantado “Santa María, madre de Dios, líbranos de Putin”, en la catedral de Cristo Salvador en Moscú. María Alekhina, Nadejda Tolonnikova y Ekaterina Samutsevitch pueden ser condenadas a siete años de cárcel acusadas de “extremismo”. Están en prisión desde hace cuatro meses.
Las detenciones de los líderes de la oposición poco antes de la “marcha de los millones”, que coincidió con el llamado Día de Rusia, en el que Putin convocó a la unificación nacional, ya se consideran como una victoria pírrica del reelegido presidente ruso.
En fin, como explica Carmen Claudín, en su artículo “¿A quién teme el Kremlin?”: “Esta nueva oposición que ha conseguido un lugar visible en el espacio público es sin duda un fenómeno nuevo, aún difícil de discernir, y todo permite pensar que su representatividad es más alta que lo que las meras cifras de los participantes en las manifestaciones callejeras indican. La sociedad rusa se ha diversificado y la proporción de los que ya no dependen directamente del Estado ha pasado a ser mayoritaria. Por otra parte, el innegable aumento del nivel de vida material, que había silenciado a amplias capas sociales durante varios años, ya no es suficiente para compensar una creciente exigencia de los rusos de ser tratados como ciudadanos modernos y no como sujetos feudales”.


