La democracia no es milagrosa

La democracia necesita una virtud: la confianza.

Victoria Camps

 

 

 

José Fonseca

Hoy elegiremos los mexicanos al próximo presidente de la república en comicios que, a pesar de los delirios de algunos, reflejarán, como hace ya quince años, la voluntad ciudadana expresada en las urnas.

A pesar de lo andado en esta democracia nuestra, sorprenden todavía las expresiones de tantas mentes lúcidas que ante la sola posibilidad de que el PRI recupere Los Pinos se quejan por la “pobre democracia” que tenemos.

Curiosa reacción de tantas inteligencias que subestiman lo que el diario europeo Neue Zürcher Zeitung llamó hace doce años “una transición casi mágica”, según consigna el libro La mecánica del cambio político en México.

Sorprendido por la tersura con que el PRI entregó a Vicente Fox la Presidencia de la República perdida en aquellas elecciones del 2 de julio de 2000.

Recordó el diario que Chile tuvo que hacer un referéndum especial, instaurar un comité de elecciones libres y crear la figura de los senadores vitalicios para compensar a la junta militar. Y cómo España necesitó nueva constitución y el manto protector de la monarquía para su afamado Pacto de la Moncloa.

Ese julio de 2000 culminó la transición mexicana.

Algunos nos quieren convencer de que no ha terminado, porque la izquierda no ha ganado la Presidencia de la República. Lo decía Ricardo Monreal, vocero de la campaña de Andrés Manuel López Obrador hace unos días: “ya gobernaron setenta años el PRI y doce años el PAN, es el turno de la izquierda”. Olvidan que eso lo decidirán hoy los votantes.

Es una falacia que tengamos una pobre democracia. Esa idea surge del desencanto en diversas facetas. Unos, por las derrotas electorales, otros porque la realidad no corresponde a sus hipótesis ideológicas concebidas en los cubículos de la academia.

No está mal el sistema de democracia representativa que nos hemos dado. Estamos mal quienes, desde los medios o desde la academia, estamos empeñados desde hace varios años en pregonar a los cuatro vientos que todo está podrido.

Estamos mal quienes creíamos que la democracia era milagrosa, que, como el viejo dicho,  “cumple caprichos y endereza jorobados”.

Olvidamos que la democracia es sólo el mecanismo más eficaz para resolver los conflictos de la lucha por el poder con métodos civilizados y legales, mediante el voto universal de los ciudadanos.

Desencantados están quienes creyeron que la democracia es algo más. Frustrados están quienes creían que la alternancia es cuestión de turnos, no de votos.

 

jfonseca@cafepolitico.com