Reencontrar el camino

Alfredo Ríos Camarena

Han trascurrido cerca de cien años en que México ha recorrido el camino hacia la democracia; la institucionalidad de los gobiernos de la revolución permitió un tránsito difícil, pero en paz, hacia la consolidación de este sistema. Prácticamente a partir del general Lázaro Cárdenas se han realizado comicios electorales, algunos cuestionados, pero que han permitido la transición pacífica; las instituciones electorales se han perfeccionado y modernizado a través de reformas constitucionales y de la creación de dos instituciones centrales: el Instituto Federal Electoral, regulado por el artículo 41 de la Constitución General de la República y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación por el artículo 99. Tenemos claros procedimientos, que definitivamente descartan la posibilidad de un fraude, y que aseguran a los mexicanos que su voto será respetado, pues los procesos garantizan la certeza y la imparcialidad.

En unas horas votaremos por un nuevo gobierno; todo apunta al triunfo del PRI a la Presidencia de la República y a la constitución de un Congreso ampliamente plural; sin embargo, para los mexicanos, la democracia no sólo es que los votos se cuenten, y se cuenten bien, sino que pretendemos un sistema que garantice un estilo de vida democrático, que mejore las condiciones sociales, culturales y materiales del pueblo de México, como lo mandata el artículo 3o de nuestra Carta Magna. Pero en ese terreno hemos fracasado, pues al insertarnos en la globalización —que se nos impuso como camisa de fuerza—, se dejaron de lado los objetivos nacionales; por eso, la desigualdad, la pobreza y la ignorancia siguen siendo flagelos permanentes de la nación y la inseguridad pública se traduce en una angustia colectiva que nos mantiene al borde del precipicio.

Ante este escenario, la elección presidencial abre las puertas a la esperanza, a la posibilidad de reencontrar el camino, retomando los paradigmas fundamentales sobre los que descansa el objetivo de la democracia y la justicia social.

La imposición del sistema global ha sido férrea y no nos ha resuelto los temas fundamentales; el PRI está obligado a recobrar el camino de la historia y no olvidar los objetivos paradigmáticos de la nación mexicana; esto sólo se logrará en el cumplimiento pleno a la Constitución General de la República.

Peña Nieto ganará las elecciones, pero no es suficiente, necesitamos que su gobierno se comprometa a plenitud a resolver estas carencias, que han producido una desigualdad que raya en la infamia, lo que se refleja en millones de mexicanos que carecen de lo más elemental. Afortunadamente creemos que Peña cumplirá, pues así lo demostró en el Estado de México.

Los priistas estaremos de fiesta, pero la fiesta será banal e incompleta si no se apoyan las líneas de política social que urgen en las comunidades; pero no sólo política caritativa, sino política productiva, que implica recobrar un nuevo trato a los ejidos y comunidades, que hoy están abandonados sin crédito, ni esperanza. La soberanía alimentaria es una meta necesaria y urgente.

El PRI debe volver a recobrar las banderas ideológicas por las que ha luchado el pueblo de México; no basta ganar la batalla electoral, se requiere derrotar la pobreza, la ignorancia, la desigualdad y la inseguridad.

El Congreso será pieza fundamental para rediseñar nuestro proyecto, buscando en el fondo del mismo la ideología histórica que nos convirtió en un país soberano, competitivo y libertario.

Las elecciones seguramente transcurrirán en paz, las protestas poselectorales —si se dan— serán mínimas; pues el margen electoral, donde votarán más de 50 millones de mexicanos, será lo suficientemente amplio para evitar protestas innecesarias.

Regresaremos finalmente a Los Pinos como partido, ojalá regresemos a la conducción social con una filosofía que nos dé libertad y esperanza.