Martha Bañuelos 

París.- Con el final de la primavera, se termina el gran periodo electoral en Francia, los ciudadanos votaron y dieron un equilibrio al excluir los extremos, tanto de izquierda como de derecha. François Hollande y el Partido Socialista obtuvieron la mayoría absoluta en el Parlamento y el Senado, también tienen las regiones y numerosas alcaldías, por lo que Hollande no tendrá que perder un solo minuto, ya que no habrá ninguna excusa para diferir las principales prioridades del país.

Pero Hollande, autoproclamado, Presidente “normal” (en oposición a Nicolas Sarkozy) necesitará ser un presidente excepcional en esta época de una economía “anormal”, ya que es urgente que actúe en todos los frentes franceses y europeos: desempleo, déficit, poder adquisitivo, euro, economía, bases sociales. Siendo fiel a su argumentación socialista: primero tendrá que hacer la redistribución de las riquezas existentes para generar el desarrollo; segundo, aguijonear a los capitalistas, para distribuir las nuevas riquezas. Es decir, en una sociedad poderosa, Hollande no podrá quedarse mucho tiempo como un Presidente “normal”.

A la mañana siguiente de ganar las legislativas, Hollande comprendió que para salir de la crisis recurrente, debía detener la gangrena del desempleo ya que cada día las empresas siguen anunciando recorte de personal, pues sería peligroso para el poder y para el país, que los socialistas se eternicen en la ejecución de un programa presidencial de flexibilidad extravagante y brutalidad fiscal, esquema de consejos y conjuros que no hará surgir el crecimiento.

François Hollande no debe traicionar sus promesas ni efectuar inmediatamente la vuelta al rigor, pero debe prepararse y preparar a su campo a la desaprobación popular, ya que su programa se construye sobre conjeturas ya debilitadas por los hechos: la auditoría del Tribunal de Cuentas rechazada en sucesivas ocasiones; el discurso de la política general del Primer Ministro, que necesita de una mayor intervención y el cual corre el riesgo de sólo recibir calmantes, por lo que la hora de la verdad para François Hollande está cada vez más cerca, si no suena la salida del tren del crecimiento que tanto prometió.

Además Hollande deberá suprimir el gasto público, favorecer la competitividad de las empresas y ponerse de acuerdo con Alemania, por lo que si consume o abusa de la cómoda mayoría que el pueblo le dio, para hacer lo que quiere y no lo que debe, en seis meses estará derrotado, en nueve será impopular y en menos de doce tendrá a los franceses en las calles.

Y todo eso sin tomar en cuenta las patrañas que en poco tiempo ya están aniquilando la Presidencia “normal”, debido a que Valérie Trierweiler, la periodista y compañera de Hollande, publicó “tweeters” mortales contra Ségolène Royal, ex mujer de Hollande y mal lograda candidata presidencial en 2007.

Valérie está confundiendo la vida política de Francia con la vida conyugal, por lo que fue el Primer Ministro quien además de resolver los problemas del país, debió recordarle públicamente a Valérie su papel de primera dama, aunque no le guste.