Carlos Guevara Meza

En medio de denuncias de nuevas matanzas por parte de las fuerzas leales al presidente sirio Bashar el Asad, de rumores sobre combates importantes planteados por los rebeldes en las puertas mismas de la capital, Damasco, y de una creciente tensión con Turquía, la reunión del Grupo de Acción para Siria el pasado 30 de junio no augura más que la continuación del conflicto.

Compuesto por los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (incluyendo Rusia y China, principales valedores de Assad), el representante de la Liga Árabe, la jefa de la diplomacia de la Unión Europea, representantes de Irak, Qatar, Kuwait y Turquía (pero no de Arabia Saudita e Irán, que no fueron invitados) y presididos por el enviado especial de la ONU para Siria, Kofi Annan, el Grupo de Acción para Siria ratificó los términos del plan de paz de Annan, que ya entró en vigor y no se ha respetado en absolutamente nada, así como propuso la idea de un gobierno de transición que incluyera representantes de la oposición y del actual régimen, sin decir nada explícito sobre la salida de Assad.

Por si fuera poco, cada representante declaró lo que quiso al término de la reunión en Ginebra, lo que confunde aún más sobre el sentido de los acuerdos: Hillary Clinton, Secretaria de Estado norteamericana, dijo que el acuerdo sentaba las bases de una era “post-Assad”, pero el ministro de Exteriores ruso prácticamente dijo lo contrario.

La reunión, curiosamente, puso de acuerdo a los adversarios en una cosa: que el plan era una “farsa”. Efectivamente, tanto el Consejo Nacional Sirio (que aglutina una parte de la oposición en el exilio, aunque no a los que combaten con las armas al régimen), como el gobierno rechazaron el plan: unos porque no están dispuestos a sentarse a negociar con “sus verdugos”; los otros porque no aceptarán la “intervención extranjera”.

Por lo pronto, parece claro que las acciones militares contra Assad por parte de la comunidad internacional, como aconteció en Libia, no sucederán en el futuro inmediato. Y es que el gobierno sirio cometió apenas una semana antes el gran error de derribar un avión turco en espacio internacional, además sin advertencia previa, lo que habría dado el pretexto perfecto para una intervención armada sin tener que pasar por el Consejo de Seguridad de la ONU donde Rusia y China podrían vetarlo: Turquía podría haber invocado el artículo 5 del Tratado de la OTAN, a la que pertenece, para que esta organización atacara Siria. Pero no lo hizo.

Y tan es posible que el presidente turco Erdogan no lo considerara adecuado, como que Estados Unidos y Europa no lo hubieran aceptado, o ambas cosas. Por supuesto, se entiende que si Occidente hubiera querido usar el pretexto, sin duda habrían presionado a Turquía para brindarlo. Erdogan se limitó a desplegar tropas en la frontera con Siria, con gran alharaca por cierto, y a tomarse una foto sentado en la cabina de un avión de combate para dejar clara su posición. Conclusión: conflicto sirio para rato.