Carlos Guevara Meza
Tremseh, cerca de Hama, en Siria, fue el jueves 12 de julio el escenario de una nueva masacre por parte del Ejército sirio. Como ya es habitual, tristemente, en estos casos, el gobierno sirio declara que la operación fue legítima, que el número de víctimas fue mínimo, 37, casi todos ellos milicianos armados (aunque reconoce que dos civiles murieron en los enfrentamientos), y que sólo utilizó armamento ligero: fusiles y granadas. También como es habitual, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, organismo que milita en la oposición, habló de más de 150 muertos, entre civiles y milicianos y del uso de helicópteros y artillería pesada sobre las casas. Civiles de la ciudad señalaron que los muertos podrían superar los 200 más 300 heridos, y que algunos de los asesinados eran heridos pasados a cuchillo por las guardias blancas del presidente Bashar el Assad.
Al mismo tiempo que llegaban las primeras noticias de Tremseh, el Consejo de Seguridad de la ONU terminaba su enésima reunión sobre Siria sin lograr acuerdos. Estaba en discusión una propuesta de resolución presentada por Estados Unidos y otros países que preveía sanciones económicas y diplomáticas contra Siria si el ejército no regresaba a sus cuarteles antes de 10 días, a lo que Rusia e Irán se opusieron. El conocimiento parcial de lo sucedido en Tremseh, aunque tarde para cambiar la decisión del Consejo, dio pie a que Estados Unidos endureciera sus críticas al régimen de El Assad, y a que Rusia viera debilitado su apoyo.
El enviado especial de la ONU para Siria, Kofi Annan, manifestó su preocupación sobre lo sucedido casi de inmediato, contrariamente a lo que acostumbra, es decir, esperar hasta tener mayores noticias.
Al día siguiente, personal de la ONU se trasladó a la zona y los observadores confirmaron que se había utilizado artillería, aunque señalaron que la zona de daños aparentemente estaba circunscrita, de modo que parecía que el ejército en efecto se habían concentrado en los milicianos y no había actuado de manera indiscriminada. No pudieron determinar el número de muertos y heridos. Ese mismo día, las tradicionales protestas del viernes se incrementaron apareciendo un nuevo actor: los habitantes del campo de refugiados palestinos de Yarmuk que se sumaron a las marchas en Damasco. En las manifestaciones la consigna más gritada fue: “¡Abajo Kofi Annan siervo de Assad y de Irán!”
El domingo 15 milicianos del Ejército Sirio Libre atacaron y tomaron varios barrios del sur de Damasco. La reacción del régimen no se hizo esperar. Infantería, blindados y helicópteros artillados de inmediato organizaron una contraofensiva, que fue resistida durante horas, mientras otros milicianos se desplazaron hacia el centro de la ciudad, lo que demandó una nueva reacción de los militares. Aunque ha habido enfrentamientos antes en la capital, es la primera vez que los combates se dan a plena luz del día, tan cerca de los centros operativos del régimen y con tanta duración, pues normalmente los milicianos atacan y se retiran. Esta vez ofrecieron resistencia.
Irán ofreció mediar entre el régimen y la oposición, sin que hasta el momento de escribir estas líneas, ninguno de los dos respondiera el ofrecimiento. No parece que vaya a funcionar: si alguno acepta, el otro se rehusará y el conflicto sigue.


