Susana Hernández Espíndola

La repercusión mundial que alcanzó la ofensiva militar a la ciudad de Guernica la ha convertido en un ícono antibélico. El 26 de abril de 1937, durante la Guerra Civil Española, la aviación alemana Legión Cóndor —fuerza militar nazi al servicio del general Francisco Franco— bombardeó el pueblo vasco de Guernica.
El ataque aéreo, también conocido como Operación Rügen, comenzó alrededor de las 16:30 horas. Durante tres horas y media, la incesante lluvia de bombas medianas, livianas y proyectiles incendiarios, destruyó más del 70 por ciento de la simbólica ciudad.

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El objetivo de la incursión, consideran algunos historiadores, fue acobardar a la población y desmoralizar al grupo republicano. Otros sostienen que el propósito del ataque era devastar Guernica, pues representaba un centro clave de comunicaciones para las tropas republicanas.
Gracias al sistema de refugios y alerta con el que contaba la ciudad, actualmente se estima una pérdida de 150 a 300 mil vidas. Cifra que, en su momento, manipularon tanto la propaganda franquista como la alemana. A la primera, convenía culpar del bombardeo a los republicanos, como parte de su estrategia de huída y de quemar todo a su paso. Y a la propaganda nazi le era prioritario demostrar, al mundo, su poderío militar.
La atrocidad de este hecho no quedó ajena al mundo artístico y fue plasmada en el pincel de Pablo Picasso, en su famoso cuadro Guernica, así como en la pluma de la chilena Gabriela Mistral, en su emotivo poema Arbol de Guernica.

Árbol de Guernica

Volverá a ser verde y ancho
el roble, el roble nuestro.
Mordido de la metralla,
no del rayo de los cielos,
volverá a brotar contadas
una hoja por cada Euskaro
y será a la semejanza
nuestra y tierno.
Mientras, andamos errantes
sin criar roble en otros suelos,
con un gajo sollamado
que se aprieta contra el pecho.
Volverá a ser en Euskadia
el abra, el árbol y el ruedo
del corro de manos dadas,
y el himno al Dios verdadero,
confesado y silencioso
como la encina sin viento.
Los heridos y aventados
y los que a mitad de ruta
dizque se quedaron muertos,
todos volveremos, todos,
el árbol, al ruedo.
Mientras tanto parecemos
casa en noche de saqueo.
Y desvariados que dicen
en refrán “Guernica” y “fuego”.
Sigue entero y da, mascado
en un brote verde
un sabor de salmuera que resbala
si lo muerden niño o viejo.
Y con él, caído el sol,
comulgan y esperan ellos.
Mientras tanto caminamos
tocando a puertas de acero
de los que han la libertad
y siguen sordos y ciegos.
Crece con nuestras fés
y voluntades y tuétanos.
Crece al día y a la noche
aunque le den pez y fuego
y aunque zumben su despojo
alguaciles y patán ebrio.
Mientras tanto le rezamos
sobre el jergón a dos leños:
el de Cristo y el de Ignacio
entrecruzados y ardiendo.
Por islas, por archipiélagos,
al asar pez y catar
vino bárbaro tenemos
sobre nosotros la sombra
del buen roble que da silbo y oreo.
Cortados como la sarta
y la madeja,
escupidos en la noche tártara
partida del bombardeo,
cada uno caminó
cargando flor y madero
cortado de él y llevándolo.
Mientras que cortamos el aire,
en la lengua sin orígenes
decimos el Padrenuestro
y el roble allá lo corea,
fiel, hirviendo y recto.

Gabriela Mistral

Foto: Weblog News At IE University