Vicente Francisco Torres
(Tercera y última parte)
Dije en la primera parte de esta colaboración que, en La gata revolcada, Borges y Cortázar son los pilares. Sin embargo, al atender las reflexiones dedicadas a la vida y a la obra de Cortázar, y que no son tan atractivas como las del primero, éste siempre aparece, se niega a abandonar el escenario, y ya sea que se hable del humor o de la traducción literaria, el autor de El aleph siempre tiene algo qué decir. Borges era frugal en sus alimentos (arroz, sopa, queso, leche) y detestaba los asados y parrilladas argentinos (riñones, morcillas, chorizos), pero cuando quería hacer paradojas y anécdotas humorísticas, las presentaba incluso a costa de él mismo. Un taxista le dijo a Borges: “Señor, ¡qué honor el mío tenerlo a usted como pasajero! Cuando se lo cuente a mi mujer y a mis hijos no van a poder creerlo, señor, porque quién no conoce a Ernesto Sabato?”. Y Borges no se guardó la anécdota a pesar de su animadversión a Sabato, porque el autor de El túnel siempre quería ser el primero en todo…
Un dato significativo: Borges emprendió la traducción de su obra al inglés con Norman Thomas di Giovanni, a condición de que sus textos no se tomaran como sagrados. El resultado fue asombroso pues, a decir de Carter Wheelock, “en realidad Borges había aprovechado la oportunidad para reescribir sus cuentos en inglés y reemplazar su prosa trabajada de los cuarenta por el estilo más claro y sencillo que adoptó en los setenta”.
Aunque escritores como Elena Garro, Artemio de Valle Arizpe y Manuel José Othón son comentados en el presente libro, la entrevista con José Donoso es una manera de insistir en que los acercamientos que hoy rechazan los académicos son absolutamente válidos, útiles y atractivos al momento de iluminar la obra de un escritor.
La gata revolcada es muestra de que los métodos biográfico e histórico están de vuelta para insuflar vida a los estudios fríamente textuales.