Assange enfrenta a Quito con Londres y Washington

Bernardo González Solano

El gobierno de Ecuador anunció el jueves 16 de agosto que había decidido conceder asilo político (“asilo diplomático”) al fundador del sitio WikiLeaks, el ex-hacker de origen australiano, Julian Assange, refugiado en su embajada en Londres, Inglaterra, desde el martes 19 de junio pasado.

Así, la saga judicial de Assange se agravó con la medida aprobada por el debatido presidente Rafael Correa, pues el asilado está acusado de violación y de agresión sexual en Suecia, país que solicitó a las autoridades del reino inglés que lo deportaran a territorio sueco para continuar el juicio que tiene pendiente.

Al mismo tiempo, el gobierno británico manifestó la amenaza de sacarlo por la fuerza de la residencia diplomática ecuatoriana, apoyándose en una legislación local, acción extrema de difícil encaje en el derecho internacional para un caso como este.

El embrollo, que parece un problema ideado ex profeso para estudiantes de diplomacia —un crucigrama de derecho internacional privado—, coloca a la Foreign Office en una situación inextricable. En una carta enviada la víspera a las autoridades de Quito, Londres manifestó estar decidido a invocar la Diplomatic and Consular Premises Act de 1987 que permite suspender —“en circunstancias particulares”— la inviolabilidad de las embajadas protegidas por la Convención de Viena de 1961. Pero un asalto al edificio de piedra roja en el número 3 de la calle Hans Crescent, donde en encuentra la embajada de Ecuador, cerca de la famosa tienda Harrods, en el centro del exclusivo barrio de Knightbridge, parece poco probable.

De tal suerte, nadie sabe hasta dónde podrá llegar este difícil caso. Entonces, la definición de diplomacia que Sir Ernest Satow da en su libro A Guide to Diplomatic Practice de que “la diplomacia es la aplicación del derecho internacional por medios pacíficos”, quedaría en un simple deseo.

 

Prestigio británico, en riesgo

La Diplomatic and Consular Premises Act fue promulgada después del asesinato, en 1984, de una mujer policía por un diplomático de Libia. Por cierto, esta legislación no ha sido aplicada más que una sola vez para expulsar a invasores ilegales de la embajada de Camboya en la capital inglesa. Sólo como completo, nadie fue enjuiciado por la violenta muerte de la policía inglesa.

Además, como lo explica Sir Tony Brenton, ex embajador de Su Majestad en Moscú: “Si los gobiernos pueden revocar de manera arbitraria la inmunidad diplomática y penetrar en una embajada, nuestros diplomáticos no podrían ejercer su misión”.

Si recurre a la fuerza para extraditar al “prisionero” a Suecia, el Reino Unido corre el riesgo de manchar su imagen en el extranjero que, hoy por hoy, está al alza gracias al éxito de los Juegos Olímpicos de los que las empresas británicas quieren aprovechar para vender su mano izquierda no solamente en la Olimpiada de Río de Janeiro en el 2016, sino al conjunto de los países emergentes de Sudamérica.

Al mismo tiempo, el gobierno británico no puede soslayar la decisión de la Corte Suprema del Reino Unido de autorizar la extradición de Assange. El derecho inglés, basado en la jurisprudencia, hecho por los jueces, es sacrosanto.

Por añadidura, Londres trata de restablecer sus créditos europeos, desprestigiados por la crisis de la eurozona, cumpliendo la orden de arresto europeo contra Assange. La Foreign Office también debe cuidar a Suecia, uno de los raros aliados del Reino Unido en el seno de la Unión Europea.

El panorama del diferendo entre Inglaterra, Ecuador y Assange, en el que necesariamente se encuentra la influencia de Washington, debido al manejo de los miles y miles de documentos diplomáticos —clasificados, secretos y de otro tipo— por medio de WikeLeaks, nadie puede predecirlo.

Pese a las negativas del Departamento de Estado en las que se trata de establecer que el gobierno de Estados Unidos no pretende enjuiciar (o castigar) a Assange, sólo los interesados afirman que son sinceras, pero el resto están seguros de lo contrario.

En estas condiciones, los participantes en este lío juegan a ciegas. No es fácil esperar que el gobierno de Ecuador retire el asilo diplomático concedido a Assange, como tampoco que el propio asilado decidiera rendirse y aceptar que lo extraditen a Suecia, pues casi seguro que sería entregado a los estadounidenses.

Un héroe

Algunos analistas aventuran que el camino conducente sería que la justicia británica pudiera interrogar a Assange en el interior de la embajada invocando la legislación de 1987.

Desde las dos piezas situadas en la parte trasera del recinto diplomático en donde está refugiado el fundador de WikeLeaks ha proclamado “una victoria importante”.

El cyberguerrero se ha convertido en un héroe para los altermundialistas de todo el planeta, que han creado comités de apoyo muy activos en la Internet. También ha recibido el apoyo de los intelectuales de la izquierda estadounidense y de juristas (como Baltasar Garzón que decidió ser uno de los abogados defensores sin paga) y de los abanderados de la libertad de expresión. Asocian su causa a la de Bradley Manning, el soldado sospechoso de haber entregado a WikeLeaks los documentos secretos militares  publicado en el famoso site y que se encuentra en la cárcel desde hace más de dos años en espera de que se realice su proceso.

Rodeado por la policía, y por decenas de reporteros de todo el mundo, y de ruidosos partidarios, la embajada ecuatoriana situada en el número 3 de Hans Crecent parece un baluarte. El ministro de Relaciones Exteriores británico, William Hague, declaró que la solución de este affaire podría tomar un  tiempo “considerable”.

En tales circunstancias, la izquierda de Iberoamérica aplaude la decisión del presidente Correa. Al conceder el “asilo diplomático” a Assange, el gobierno ecuatoriano atrajo la simpatía de buena parte de la población y de los gobiernos del Nuevo Continente. La reacción virulenta del gobierno británico reforzó las convicciones de los latinoamericanos orgullosos en cuestiones de soberanía nacional. Alienta la imagen del pequeño país que desafía al imperio.

Once razones

El canciller de  Ecuador, Ricardo Patiño, enumeró en una conferencia de prensa once razones por las que Quito concedía a Asange el asilo diplomático: es un profesional de la comunicación premiado en el mundo; compartió con la opinión pública información privilegiada; existen indicios de represalia por parte de los países afectados; existe la certeza de que es factible la extradición de Assange a un tercer país (EU); en caso de ser extraditado a la Unión Americana no tendría un juicio justo; Ecuador está convencido de que se han menoscabado los derechos procesales de Assange; Ecuador constató que Assange no tiene la debida protección y auxilio de Australia, el país de origen del fundador de WikeLeaks; Gran Bretaña, Suecia y Estados Unidos no respetarían las convenciones y tratados internacionales; si Assange fuera encarcelado en Suecia, se impedirá tomar medidas contra la extradición a un tercer país; la fiscalía sueca mantiene una actitud que impide a Assange el ejercicio del legítimo derecho a la defensa; varios países a los cuales se han requerido garantías para Assange se han  negado a facilitarlas.

Oposición ecuatoriana

Al mismo tiempo, en las filas de la oposición ecuatoriana, la concesión del asilo dio lugar a que se manifestaran fuertes críticas en contra de Correa: “El presidente es un populista que busca se hable de él”, considera Carlos Rojas, jefe de la sección política del  diario El Comercio. Agregó: “Su decisión le permite sobre todo redorar su blasón en materia de libertad de prensa”.

Para el analista Jorge León, “la decisión de Rafael Correa obedeció a consideraciones de política interior… Este asunto le permite reposicionarse, con menor costo, con el bando de los impugnadores y sin temer  represalias de parte de Estados Unidos. Correa juega a lo seguro: sabe que puede contar con la solidaridad de los países latinoamericanos”.

Habla Assange

Reunido de urgencia en Washington, el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos está dividido. La mayoría de los países presentes apoyaron a Quito, que pidió una reunión de los secretarios de Relaciones Exteriores para estudiar “las amenazas manifestadas por el Reino Unido de la Gran Bretaña contra el Estado ecuatoriano y sus locales diplomáticos”. Estados Unidos y Canadá evidentemente se opusieron a la reunión.

En tales circunstancias, el domingo 19 de agosto, un envalentonado Assange, desde un balcón de la embajada de Ecuador en Londres, dijo a los medios de comunicación convocados para la ocasión: “El  mundo está mirando porque ustedes están mirando… Pido al presidente Obama que haga lo correcto y que ponga fin a la caza de brujas contra WikiLeaks”.

Un revigorizado Assange, que lleva ya dos meses viviendo en la pequeña oficina de la embajada, convirtió sus palabras en un canto a la libertad de expresión, que considera amenazada “en el mundo actual y mientras WikiLeaks esté bajo amenazas, también lo estarán la libertad de expresión y la salud de todas nuestras sociedades”.

Por su parte, la diplomacia estadounidense rechazó el lunes 20 de agosto frontalmente las acusaciones de Assange de que Washington ha organizado “una caza de brujas” contra él y el portal de filtraciones WikiLeaks.

El caso Assange parece abocado a un callejón sin salida que ha abierto una grave crisis diplomática entre Quito y Londres. Sólo queda preservar fundamentalmente el derecho internacional y el derecho a la defensa del acusado. Sería un gravísimo error que la policía británica allanara la sede de la embajada de Ecuador en la capital inglesa. Este diferendo llevará un largo tiempo. Y el final no es fácil de predecir.

“La diplomacia es la aplicación del Derecho Internacional por medios pacíficos”, afirmó Sir Ernest Satow. El espíritu de esta afirmación continúa siendo válida.