Columna: BALLESTA
Párrafo:
Entregó el sistema de seguridad nacional a las agencias norteamericanas de inteligencia.
Insiste en su visión distorsionada
Mireille Roccatti
El gobierno calderonista, al que afortunadamente sólo le restan alrededor de 80 días —cuando el lector tenga a la vista este artículo—, se termina como empezó: en medio de controversias, abucheos y diatribas de un segmento importante y nada desdeñable de la sociedad.
Alterado el rito republicano de rendición de cuentas por excelencia, que es la comparecencia del titular del Ejecutivo ante el Pleno legislativo a informar del estado que guarda la administración, hoy presenciamos cómo por una serie de mezquindades políticas y salidas fáciles ante realidades parlamentarias, únicamente testimoniamos cómo el secretario de Gobernación, reducido a simple empleado de mensajería, acude al Palacio Legislativo a hacer entrega a los integrantes de la Mesa Directiva del Congreso recién instalado dos volúmenes que contienen el VI y ultimo Informe del régimen que agoniza.
Con la obstinación, terquedad y necedad con que se ha conducido desde su arribo al poder, Felipe Calderón insiste hasta el cansancio en presentar a los mexicanos una visión distorsionada de la realidad, que sólo él percibe.
La negativa del gobierno, por ejemplo, a presentar las cifras de muertos, desaparecidos y desplazados como consecuencia de su errática y absurda “guerra contra el narco” es sólo una muestra de su gusto por la opacidad y muestra el desprecio —contrario al discurso— a la transparencia y la rendición de cuentas.
Es cierto que todos los gobiernos buscan presentar una visión optimista de sus administraciones, pero se les juzga por sus logros y resultados, no por sus propósitos e intenciones.
En el caso del segundo sexenio panista, es indudable y así lo hemos reconocido en anteriores ocasiones que debe acreditársele que, producto de su férrea disciplina fiscal, ha mantenido unas finanzas públicas sanas y equilibradas, que en el renglón macroeconómico son indudables los buenos resultados, a pesar de que deben revisarse los niveles de endeudamiento que crecieron de forma significativa, el índice inflacionario comienza a moverse a la alza. Se impuso la ortodoxia financiera.
El presidente del empleo sólo fue capaz de generar un promedio de 400 mil empleos anuales, esto es sólo el 40 % de las necesidades del país, los salarios perdieron capacidad adquisitiva y la pobreza creció.
En conclusión, en materia económica es donde pueden apreciarse y reconocerse buenos resultados, especialmente en el nivel macro. En otros rubros —seguridad social, hospitales, carreteras, Oportunidades— sería mezquino regatear los avances.
Lo que habrá de caracterizar y definir el gobierno calderonista será, sin duda alguna, la política en materia de seguridad pública, convertida en obsesión monotemática de su gobierno, se empeñó en hacer de ésta su insignia de gobierno. Los resultados son innegables: 70 mil muertos, miles de desaparecidos y desplazados, violaciones de derechos humanos, un gasto público desmesurado y sin control para el sostenimiento del conflicto armado en un combate que, al hacerse un balance, parece haberse perdido. Sólo vale destacar que todo ello se hizo violando flagrantemente la Constitución al militarizar la acción de persecución del delito, al costo del descrédito que hoy arrastra el instituto armado, y por si hiciera falta, se entregó el sistema de seguridad nacional a las agencias norteamericanas de inteligencia.
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