Entrevista a Marcos Chávez/Economista
Irma Ortiz
Carlos Tello, economista, exdirector del Banco de México señalaba que para que en México hubiera una recuperación económica sostenida, acelerada y duradera era necesaria la existencia de un Estado fiscalmente fuerte. Apuntaba que los países con más alto desarrollo económico y bienestar social presentan la característica de altos niveles de recaudación tributaria.
Recordaba en un texto universitario que en 1960, el gobierno mexicano contrató a Nicolás Kaldor, destacado economista británico para que realizara un estudio sobre la reforma fiscal mexicana. El especialista destacó en ese entonces la necesidad de una urgente reforma radical y general del sistema impositivo mexicano ya que el ingreso fiscal “es de alrededor del 9 %, uno de los más bajos del mundo”.
Hoy la situación no ha cambiado gran cosa en opinión del economista Marcos Chávez, quien asevera que la recaudación en México es una de las peores en el mundo, al destinar cerca del 10.6 % con respecto al PIB.
Hoy, de nuevo en la mesa de discusión nacional la necesidad de una reforma hacendaria, siempre pospuesta pero hoy más que nunca necesaria si se quieren solventar las promesas de campaña del presidente electo Enrique Peña Nieto como el seguro universal, tal como lo ha señalado el responsable del área para la transición gubernamental, Luis Videgaray.
El analista en temas económicos Marcos Chávez, habla a Siempre! sobre el contexto actual del sistema tributario y expresa su dudas sobre las posibles reformas del gobierno entrante ya que considera que se mantendrá la misma línea de continuidad que han aplicado en términos fiscales tanto gobiernos panistas como priistas.
El equipo de Peña Nieto habla de modificar el sistema recaudatorio, ¿cuál es el entorno de las reformas y qué características deben de tener?
Las características actuales del sistema tributario mexicano implicarían una profunda reforma fiscal. México tiene una de las peores recaudaciones del mundo, nuestro país forma parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) y es el peor, representa alrededor del 10, 11 % del PIB, con todo lo que son los ingresos tributarios del Estado. Hay países como Suecia u Holanda donde es de alrededor de 50 puntos porcentuales.
Si se le compara con América Latina, México también es el peor, comparable a Guatemala o Haití que rondan en alrededor de 11, 12 puntos porcentuales, uno de los más bajos del continente. Hablamos de los países más pobres de la región y el promedio en la región es del orden del 20 % del PIB, mientras que en países como Argentina o Brasil es del 16 y 25 % del PIB, uno de los más altos. Vamos realmente el abismo.
Estructura fiscal, de las peores
El segundo elemento es que tenemos una estructura fiscal petrodependiente que oscila entre 35 y 40 pesos por cada 100 que recauda el gobierno, proviene de los ingresos arrancados a la paraestatal y eso ha llevado a otra situación que es verdaderamente dramática. Pemex, después de que se inició la aventura petrolera en México desde el periodo de José López Portillo, pero sobre todo con los gobiernos panistas y especialmente con Felipe Calderón, prácticamente se le descuentan los impuestos a Pemex y hoy resulta que la empresa arroja números negativos.
Alrededor de los años 80 y parte de los 90, de cada 100 pesos que tenía de ingreso Pemex, se le quitaban alrededor de 98. Con Felipe Calderón supera los 100 pesos y ha llegado a 110 o 112 pesos lo que tiene que pagar, se está desfinanciando la paraestatal y eso justifica la privatización en aras de financiar la hacienda pública.
Un tercer elemento es que es inequitativo, recesivo y tiende a favorecer a los sectores de altos ingresos, sobre todo a las grandes empresas que prácticamente no pagan impuestos en el país. Si se consideran los mecanismos de deducción la elusión y la evasión fiscal o los regímenes privilegiados que existen para algunas actividades, por ejemplo la de alimentos procesados que, una vez eliminados esos beneficios, al final terminan pagando unos cuantos pesos—si es que los pagan— y la mayor parte de la recaudación descansa sobre todo en los sectores medios de la población, con ingresos fijos y que todavía pueden tener un puesto laboral estable en el país.
A eso sumamos el problema de la evasión fiscal que, por ejemplo en el caso del IVA, equivale oficialmente, según se ha señalado, a alrededor de un 30 % de la recaudación total con respecto a esta clase de impuestos, tenemos una de las peores estructuras fiscales, sin exagerar.
El otro elemento es que tiende a descansar sobre todo en los impuestos indirectos, básicamente en el consumo que es el IVA y otra clase de impuestos especiales que normalmente afectan el poder adquisitivo de la población. Ese es el escenario al que se enfrenta el país que no es nuevo y ya desde los años sesentas en México, se buscó la asesoría de un fiscalista británico, Nicolás Kaldor, que planteaba la necesidad de modificar la estructura fiscal del país, impulsando los gravámenes a la propiedad y sobre todo a los impuestos directos, gravando más a los que más tienen, con el objeto de hacer más equitativa la recaudación y la propia estructura fiscal.
Insisto, no es un fenómeno nuevo, es viejo y cada una de las reformas que nos han presentado como modernas, simplemente han deteriorado más la situación tributaria del Estado y fue una de las razones que se utilizaron para justificar todo el proceso de desmantelamiento de la estructura del Estado y su retiro de la economía.
A este escenario le podemos añadir una debilidad del mismo crecimiento económico y es que mientras una economía crece más tiene más posibilidades de recaudar, aún sin necesidad de aumentar impuestos, por el simple hecho de la creación de riqueza, de la generación de puestos de trabajo y de empresas y eso no se observa.
El país está prácticamente estancado de 1983 a la fecha, cuya tasa de crecimiento es del orden en promedio de dos por ciento comparado a poco más de 10 % que se vivió de 1950 hasta 1982, y estamos en una fase de desaceleración mundial que va a afectar más la recaudación. El escenario es realmente complicado, producto de las propias políticas de Estado.
¿Qué tipo de reforma fiscal se requiere?, ¿cuáles son los márgenes de acción del gobierno para aplicarla y cuál es la formación ideológica de quienes van a ocupar los puestos públicos, en particular la secretaría de Hacienda?
El asunto también es complicado; en mi opinión creo que no va a haber soluciones porque vemos al señor Luis Videgaray, que posiblemente pudiera ocupar la Secretaría de Hacienda y tiene la misma formación como economista de aquéllos que aplicaron, no reformas, sino contrarreformas fiscales. Hablo de Miguel de la Madrid a la fecha, que han preferido gravar más al consumo o a través de los impuestos indirectos antes que aumentar los impuestos directos, los impuestos a la renta.
Videgaray, durante la campaña, manejó la idea de gravar con IVA, a alimentos y medicinas, que era de alguna u otra manera un cierto mecanismo que atenuaba las cargas fiscales sobre los sectores medios y, en particular, de los bajos ingresos. Si se aplica esa medida — no veo razones para que haya cambios en esa lógica—, va aumentar la regresividad y va a recargarse más en la población de bajos recursos, por cuestiones elementales.
Se ha tratado de decir que aumentar el IVA beneficiaría al conjunto de la población primero porque mejoraría la recaudación del Estado y sobre todo, porque afectaría a los sectores de altos ingresos que se ven beneficiados sobre todo con las exenciones fiscales que existen sobre todo a alimentos y medicinas, sin embargo, es una postura engañosa porque habrá que considerar que alrededor del 30, 40 % de la población más pobre, gasta hasta la mitad de sus ingresos en alimentos y medicinas.
Cualquier aumento o la aplicación de gravámenes en cualquier magnitud o aun manteniendo una determinada cantidad de productos de la canasta básica como exentos, simplemente va a reducir las compras de la población pues van a tener que destinar más dinero a pagar impuestos, es lo que posiblemente pudiera aplicarse por voz propia de gente cercana al próximo ejecutivo.
Presión de grupos empresariales
Existe otro elemento, que es la presión de los grupos empresariales que de alguna u otra manera se han beneficiado con los gobiernos tanto priistas como panistas para gravar justamente esta clase de productos y, sobre todo, aplicar un tipo de política tributaria que ha fracasado especialmente en los países de Europa del Este, los llamados impuestos planos, es decir aplicar una tasa única, que pudiera ser del 17, 18 por ciento en promedio a todos los contribuyentes.
Esta medida evidentemente beneficiaría a los sectores que señalaba y que sobre todo, en el problema de la disputa de la política fiscal y de cualquier otro tipo de medidas que pueda aplicar un gobierno, está determinado por la fuerza, la capacidad de influencia sobre los gobernantes y ésta no ha sido precisamente la situación de los trabajadores, sino de los grandes empresarios.
Estamos en la disputa, es una constante en la realidad de cualquier país sobre las relaciones de fuerza de los sectores sociales que participan. A mi juicio, han sido muy cuidadosos en tocar el tema fiscal de Pemex, se maneja en términos muy ambiguos pero sobre todo, no se define esa situación.
Si realmente hubiera interés en consolidar la estructura fiscal del Estado, recuperando el viejo principio de la equidad como instrumento redistributivo del ingreso, lo que tendría que hacerse entre otras cosas, es gravar a quienes ganan más, a través de los impuestos a la renta, los impuestos directos, impuestos al patrimonio y sobre todo gravar las transacciones financieras.
Tenemos ejemplos, aquel conocido de la venta de Banamex y otras operaciones que se han realizado recientemente que se hacen a través del mercado de valores por la sencilla razón de que están exentos de impuestos, es otro instrumento más de la especulación financiera, que afecta las finanzas públicas.
Gravar capitales especulativos
Tienen que gravarse esos capitales especulativos, bursátiles, el impuesto a la renta en el sentido progresivo, es decir, aumentar la tasa a los sectores de altos ingresos y sobre todo a las empresas grandes con la eliminación de aquellos espacios de beneficios, aquellos sectores especiales y evidentemente tendría que ser mantenerse desgravado lo que es consumo y alimentos, con el objeto de dotar de más recursos al Estado.
Es posible obtenerlo de esa manera y ello implicaría considerar otro aspecto de Petróleos Mexicanos, que es un problema delicado, aunque creo que va a haber esa continuidad y es convertir Pemex en una simple administradora de inversiones privadas. En lugar de eliminar las sangrías a las finanzas de Pemex, lo único que van hacer es justificar mayores contratos privados —a mi juicio anticonstitucionales.
Si se quisiera fortalecer la empresa y despetrolizar las finanzas públicas, implicaría reducir sustancialmente la carga de impuestos, con el objeto de poder bajar entre un 10 o un 20 % de ingresos del Estado, obtenidos del petróleo. Reducirlos gradualmente hasta que pudieran ser un 10 o un 20 %, eso le daría una gran cantidad de recursos a la paraestatal para poder financiar con sus propios recursos sus actividades, y no a través de contratos privados, que en los pagos de las inversiones privadas o de los contratos está implicando otra sangría significativa de recursos.
La deuda de Pemex es de alrededor de 55 mil millones de dólares, tiene que pagar intereses sobre los mismos y aquí entra otra cuestión, que es el problema de la corrupción. La opacidad en los contratos y los sobrecostos, que fue una constante de los gobiernos panistas, con un manejo oscuro de la forma en que se entregan dichos contratos, y el aumento de los costos los puede otorgar, dadas las cláusulas que permiten ampliar los gastos que se van a ejercer y que recaen justamente en las finanzas públicas.
En mi opinión, el futuro de Pemex está prácticamente hipotecado por esta circunstancia y si realmente hubiera un interés por fortalecer las finanzas públicas implicaría, por definición, la modificación del trato fiscal de Pemex o de otras empresas como la Comisión Federal de Electricidad, que sufren ese mismo problema y ello explica el deterioro en cuanto a la calidad de sus actividades.