Elena Vega De la Mora
Personaje controversial, Jorge Díaz Serrano fue el protagonista e impulsor del boom petrolero que experimentó el país desde los últimos años de la década de los setenta.
Como director general de Petróleos Mexicanos (Pemex), del 1° de diciembre de 1976 al 6 de junio de 1981, Díaz Serrano logró ubicar a la paraestatal como el cuarto productor mundial de petróleo en la arena internacional.
Al ritmo del auge petrolero, en la prensa internacional se le mencionaba a menudo como “el segundo hombre de México”. Tal era su prominencia y poder que fue serio aspirante a suceder a su compadre y amigo José López Portillo en la Presidencia de la República.
Sin embargo, la caída del ex director de Pemex fue tan estrepitosa que debió pasar cinco años de cárcel, luego de que en 1993 fue desaforado como senador por Sonora —su tierra natal—, cuando se descubrió, ya en el gobierno de Miguel de la Madrid, que había cometido fraude en la compra de dos buques tanque para Pemex, con sobreprecio.
Díaz Serrano falleció la tarde del lunes 25 de abril, a los 90 años de edad, que acababa de cumplir el pasado 6 de febrero.
Empresario y contratista de Pemex
Díaz Serrano hizo la carrera de ingeniero mecánico electricista en la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica del Instituto Politécnico Nacional.
Apenas cumplidos los 35 años —en 1956—, Díaz Serrano se convirtió en empresario, precisamente como contratista de Pemex.
Director de la paraestatal
Cuando José López Portillo fue designado por Luis Echeverría como sucesor en la Presidencia de la República, el nombramiento de Díaz Serrano para ocupar la dirección general de Pemex no sorprendió a nadie.
Desde que Díaz Serrano asumió la dirección de Pemex, actuó con una autonomía y una autoridad que sólo puede explicarse por su viejo lazo amistoso con el Presidente, o por haber sido, en efecto, el mago que se sacó de la manga la recuperación económica del país. En efecto, durante los cuatro años y medio que duró su gestión, Díaz Serrano manejó a su arbitrio, y como propia, la industria petrolera nacional.
Triunfalismo sin límite: “México es rico”
En medio de la acalorada polémica por la construcción del gasoducto que llevaría energéticos a Texas en octubre de 1977, Díaz Serrano anunció ante la Cámara de Diputados “una de las noticias económicas más importantes del siglo”: México es rico, afirmó.
Asimismo, advirtió que teníamos suficiente riqueza acumulada en el subsuelo para resolver no sólo los actuales problemas económicos de México, sino también para crear “un nuevo país permanentemente próspero, un país rico donde el derecho al trabajo sea una realidad.”
La política de Díaz Serrano fue la siguiente: la reserva petrolera de México puede ser superior a los 60 mil millones de barriles. (Hasta noviembre de 1976 era de 11 mil millones de barriles). Durante el sexenio que se iniciaba, se estimaban en 500 mil millones de pesos las exportaciones de petróleo crudo.
“Los petroleros de México —dijo en su informe del 18 de marzo de 1979— estamos conscientes del momento que vivimos y reconocemos la grandeza y profundidad del cambio que para los destinos de nuestro país significa el descubrimiento y acertada utilización de la riqueza petrolera. Gran responsabilidad, enorme tarea: pero tenemos fe en los mexicanos: tenemos fe en los petroleros; tenemos fe en José López Portillo”.
México: un mercado de comparadores
El 25 de mayo de 1981, la revista Proceso publicó el contenido de un estudio elaborado por analistas de la Secretaría de Programación y Presupuesto. Según el estudio, Pemex estaba convertida en una empresa estatal que hacía prácticamente lo que se le antojaba, que pasaba por encima de leyes, reglamentos y normas de control oficial y que atravesaba por una etapa de organización, corrupción, fugas económicas y caos en sus finanzas internas.
Su publicación descubrió el desastre administrativo y financiero en que sumió Pemex la administración de Díaz Serrano, el llamado paladín de la abundancia nacional.
Los hechos que siguieron precipitaron su estrepitosa caída. El 1 de junio de 1981, menos de tres meses después de que en su informe anual había ponderado hasta el exceso la bonanza petrolera de México, Díaz Serrano declaró: “Este es el momento en que se convierte un mercado de vendedores en un mercado de compradores. Entonces, los que tienen las cartas fuertes son los que están comprando, y una lucha que era sorda con los mercados se convierte en lucha abierta”. Había que bajar los precios del petróleo.
Así las cosas, decidió una reducción de cuatro dólares por barril en el precio del petróleo mexicano y así lo comunicó a las compañías compradoras estadunidenses.
El 6 de junio de 1981, Díaz Serrano renunció a la dirección general de Pemex.
“En virtud de que mi decisión de reducir el precio del crudo no recibió la aprobación unánime del gabinete económico —dijo en el texto de su dimisión, que entregó a López Portillo— y no queriendo constituir un elemento de discordia, prefiero presentar ante usted mi renuncia irrevocable…”.
El 5 de octubre de 1981, cuatro meses después de su renuncia en Pemex, Díaz Serrano fue nombrado por su amigo López Portillo embajador de México en la Unión Soviética.
Y preparó su resurrección política: el 8 de octubre confió que tenía muy buenas relaciones con Miguel de la Madrid y ofreció su colaboración: “Espero que él tenga un lugar para mí”. Pero el lugar ofrecido no fue otro que la cárcel, en 1983, luego de que fuera desaforado como senador por Sonora. El delito: fraude a Pemex por la compra de dos buques-tanque, con sobreprecio.


