Consideran La inocencia de los musulmanes un film anti-Mahoma
Bernardo González Solano
Parecía que el decimoprimer aniversario de los terribles actos terroristas cometidos por la organización yihadista Al Qaeda el 11 de septiembre de 2001, en varias ciudades de Estados Unidos, se conmemorarían casi como una fecha más, no obstante el increíble traumatismo que causaron en la sociedad estadounidense.
El golpe más duro lo dieron los yihadistas en el centro económico del Tío Sam y del mundo: la ciudad de Nueva York, en las Torres Gemelas del World Trade Center.
Pese a la década transcurrida, la tremebunda ofensa contra del último imperio no ha sido digerida. Todavía transcurrirá mucho tiempo antes de que esto suceda. Dados los últimos acontecimientos —en el momento de escribir este reportaje ya sumaban siete días consecutivos de violentas manifestaciones en contra de Estados Unidos en aproximadamente 30 países con población islámica—, el asunto va para largo.
En contraparte, el islamismo no soporta la más pequeña ofensa contra el profeta Mahoma, mucho menos una “película” que lo denigra en todos los sentidos. Pero, los seguidores del profeta, sí pueden despotricar contra todos los símbolos religiosos diferentes a los suyos y de los valores occidentales.
Asesinato de diplomáticos
Para que nadie se llame a engaño, el sábado 15 de septiembre, en un comunicado en el que no reivindica directamente el ataque contra el consulado estadounidense en Bengasi, Libia, Al Qaeda en la Península Arábiga, afirma que “la muerte del jeque Abu Yahya al-Libi alentó el entusiasmo y la determinación de los hijos de Omar al Mokhtar (en Libia), para vengarse de quienes se burlaron y atacaron a nuestro profeta”, y llama a proseguir las agresiones contra blancos de Estados Unidos.
El asesinato del embajador de Estados Unidos en Libia, John Christopher (Chris) Stevens en el asalto al consulado en Bengasi difícilmente es explicable únicamente a la luz de una violenta manifestación por una película (que nadie ha visto completa en una función de cine abierta al público) considerada blasfema por los islámicos.
Chris Stevens nació el 18 de abril de 1960 en Grass Valley, California, y se diplomó en la Universidad de Berkeley; hablaba inglés, árabe y francés; fue embajador estadounidense en Libia de junio a septiembre de 2012, y con él murieron otros tres miembros de la embajada, dos de ellos miembros de la fuerza de élite SEAL, el comando que mató a Osama Bin Laden.
Los pormenores del asesinato de los diplomáticos estadounidenses, confusos por muchas razones, hacen pensar en algo más que el odio o enojo de una turba incontrolable. Salafistas o no. Comprometidos o no a Al Qaeda, como sugieren las iniciales declaraciones de las autoridades libias —que acusan al grupo yihadista Ansar al-Sharia—, que llevó a cabo el sangriento ataque pertenecen a una de las muchas bandas armadas que “mandan” en la Libia posterior al dictador Muammar Gadafi debido a la blandura gubernamental. La “primavera árabe” no parió automáticamente la democracia libia.
La política y el terrorismo están llenos de mensajes cifrados. Algunos analistas señalan el hecho de que Bengasi enfrenta a Barack Obama (que lucha por no ser presidente de un solo periodo) con la primera y súbita crisis internacional de envergadura en la recta final de la campaña presidencial. Exactamente a 56 días de los comicios.
Puede ser que el asesinato de sus diplomáticos no afecte la presencia estadounidense en ese país norafricano —con gran reserva petrolera—, pero como indicaron algunos editorialistas europeos, con conocimiento de las sociedades islámicas “democratizadas” por la “primavera árabe”, el ataque al consulado norteamericano en la histórica Bengasi “podría ser el detonante y la antesala de una oleada de protestas violentas contra Estados Unidos en el mundo musulmán, de consecuencias impredecibles, aunque en el pasado han resultado graves”.
Opinión
Es claro el panorama tal y como lo analiza Jon Lee Anderson en The New Yorker:
“…Esta vez, ¿ha sido el ataque contra la embajada estadounidense en El Cairo un acontecimiento totalmente espontáneo o estaba previsto? Puede que tenga un poco de ambas cosas, aunque hasta el momento todo sigue siendo muy confuso. No es la primera vez que la violencia de las multitudes —a veces la forma más rápida de expresión de la que se dispone en entornos políticos represivos— se extiende por Oriente Medio, o que las embajadas de Estados Unidos se han convertido en su blanco…”
“En esta ocasión —continúa Anderson—, la ira ciudadana en Egipto y Libia estuvo causada presuntamente por una película antimusulmana publicada en Internet. También coincidió con el 11º aniversario de los atentados del 11 de septiembre de 2001 perpetrados por Al Qaeda en Estados Unidos. Esa coincidencia y el hecho de que el ataque contra el convoy del embajador Stevens fuese cometido por asaltantes que dispararon ametralladoras y misiles antitanques, da a entender que la violencia tal vez no fuese del todo la consecuencia espontánea de una multitud indignada y religiosa desahogándose…”
El hecho es que, por primera vez en 33 años, un residente de la Casa Blanca en Washington, recibió el viernes 14 de septiembre el féretro de un embajador estadounidense asesinado mientras desempeñaba sus funciones diplomáticas en el extranjero. Barack Obama y su esposa Michelle acudieron a la base aérea de Andrews, en Maryland, a presenciar la llegada de los restos de los cuatro estadounidenses muertos en el ataque al consulado de Bengasi.
Obama dijo: “Llevaremos la justicia a aquellos que nos la quitaron. Nos mantendremos firmes frente a la violencia contra nuestras misiones diplomáticas, claro que se hará justicia contra aquellos que hagan daño a los norteamericanos”. Acto seguido ordenó el envío de 50 soldados del Marine Corps para proteger a la misión diplomática en Yemen. La crisis no ofuscó a Obama. Su manera de conducir el problema le agregó puntos a su campaña presidencial.
Bajo presupuesto y actores desconocidos
Los ataques a embajadas y consulados norteamericanos y occidentales (Alemania y Gran Bretaña) empezaron el martes 11 de septiembre y se extendieron por 30 países musulmanes desde el norte de Africa a Asia, sine dia.
Si este tsunami de protesta no dura más días, sus consecuencias serán limitadas: unas revueltas más en una zona convulsa por naturaleza. Pero si se reproducen y prolongan durante más días, puede terminar con efectos considerable, tanto en los países afectados como en el proceso electoral de Estados Unidos.
Las manifestaciones de protesta comenzaron con el pretexto de un video emitido desde junio pasado en YouTube y que pretende ser el trailer (de 14 minutos) de una película “inexistente” en la que se denigra la figura de Mahoma.
Asimismo, Sam Bacile no existe. El hombre que se presentó, el 12 de septiembre, como el autor y realizador del filme islamofóbico no es un agente inmobiliario israelí-estadounidense de 55 años de edad, como afirmó ante la prensa, sino más bien, probablemente, un copto (cristiano), originario de Egipto, llamado Nakoula Basseley Nakoula. Identificado por la agencia Associated Press, afirmó dirigir la sociedad que produjo el filme, pero negó ser el autor.
Desde ahora en la clandestinidad, pidió la protección policiaca de California, donde vive. Al respecto, la policía lo interrogó por una posible violación de la libertad condicional de que gozaba. Nakoula no tenía permitido usar computadoras ni la Internet, tras ser condenado, en 2009, por fraude bancario al suplantar la identidad de clientes para robarles. Las autoridades lo buscaron durante 48 horas. Se le condenó a pagar 790 mil dólares de multa. Su expediente judicial indica que ya había usado varios seudónimos como Nicolás Bacily o Erwin Salameh.
El filme que “Sam Bacile” pretendió haber financiado con un costo de 5 millones de dólares que donaron un centenar de empresarios judíos norteamericanos, fue rodado con un presupuesto irrisorio con actores —de poca categoría— contratados para lo que creían una película titulada El guerrero del desierto, una obra de serie Z supuestamente ubicada ene el Egipto de los faraones, y no La inocencia de los musulmanes, una filmación anti-Mahoma, cuyo extracto de poco más de 13 minutos inflamó la indignación de una parte del mundo musulmán.
El fenómeno de La inocencia de los musulmanes no es nuevo. Empezó en la década de los años 70 del siglo pasado, cuando estaba lo más delicado de las tensiones entre el presidente egipcio Anuar el Sadat y el patriarca Chenuda. El escándalo revive una coalición explosiva entre fundamentalistas cristianos estadounidenses y cristianos de Oriente extremistas, unidos por la islamofobia y por un uso perverso de la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, que garantiza una libertad de expresión casi ilimitada en la Unión Americana.
Los fundamentalismos jamás unifican a nadie, excepto para denigrar al contrario, al extraño. Lo raro del caso es que muy pocos han visto la versión completa de la película, que al parecer sólo se exhibió una noche en un cine casi vacío de Hollywood.
El asunto es que 65 actores y 45 técnicos filmaron una película que casi provoca una guerra en el Oriente Medio. Ojalá que muy pronto se humedezca la pólvora del fundamentalismo islámico y los nuevos dirigentes de los países que sufren los frutos amargos de la “primavera árabe” demuestren que no son rehenes de los extremistas y que su Islam es compatible con la modernidad. De otra manera, darían la razón a la caricatura y a los adversarios del islamismo.