Javier Galindo Ulloa

Perteneciente a la generación de Juan José Arreola y Juan Rulfo, el escritor jalisciense Antonio Alatorre (1922-2010) se dedicó a la filología española, a la traducción, a la crítica literaria y al estudio de la vida y obra de sor Juana Inés de la Cruz. Pero después de su muerte, a la edad de ochenta y ocho años, apareció una novela que dejó inconclusa, titulada La migraña. Cuenta Martha Lilia Tenorio que el maestro había dejado dos versiones, “una más temprana y fragmentaria, otra, posterior, más acabada, aunque igualmente no terminada”; había entonces este afán del escritor de pulir su novela, pocos conocían de esta vertiente narrativa hasta que sus herederos la extrajeron de su archivo personal. La migraña resulta ser una novela de aprendizaje, donde el narrador, llamado Guillermo, realiza una autoevaluación de su propia capacidad de escribir una historia. El protagonista es editor de una revista literaria y profesor de latín, el alter ego de Alatorre, pues a partir de la lectura de un artículo sobre Roberto Artl, reflexiona acerca de su situación existencial entre su pasado y presente; pretende describir el momento cuando reposa en el jardín de su casa y su esposa le sirve un martini bajo la luz del sol. De ahí que comienza a evocar su infancia en Autlán de la Grana, Jalisco. Hay párrafos que manifiestan un espejismo con el pasado. El narrador es un intelectual maduro que evoca la niñez, la adolescencia y la edad adulta en un solo instante de la escritura; manifiesta asimismo su experiencia como escucha de la música de Beethoven y Mozart, y como lector de autores determinantes en su formación: Gustave Flaubert, Wiliams James, Marcel Proust, Rainer Maria Rilke… La novela es una disertación sobre el mundo de las ideas, el sueño, el tiempo y la realidad. El protagonista considera que el ser humano se representa en una multiplicidad de aconteceres en un solo tiempo, que la realidad es una apariencia no verdadera, sólo produce sensaciones. Así, define su estado de salud con el síntoma de la migraña y la dificultad de ver las cosas a su alrededor; dice Guillermo: “El choque contra el tiempo es la única realidad. La única realidad es la conciencia”. De esta manera representa su pasado a partir de las sensaciones que le produce el presente. Después, este relato ensayístico se convierte en la historia de un adolescente en la época del cardenismo, cuando empezaron a expropiar los colegios religiosos. Así, el narrador evoca ese mundo católico y conventual con el despertar erótico. Como si fuese un viaje a la semilla, el personaje va reconociendo su sexualidad a través de esta imagen ambivalente de erotismo y pudor. Los tres hijos de Alatorre (Silvia, Gerardo y Claudio) propusieron un final a la novela, con un párrafo escrito en cursivas, pero resulta innecesario puesto que el relato de ese pasado irresoluble puede cerrarse tal cual lo abandonó el escritor. Antonio Alatorre, La migraña. Advertencia editorial de Martha Lilia Tenorio. Fondo de Cultura Económica (Letras mexicanas, 143), México, 2012; 94 pp.