Por Susana Hernández Espíndola
El mar guarda una inmensidad de sorpresas, secretos, recursos, animales aún desconocidos y rastros de poblados, ciudades, pirámides, tesoros y una gran diversidad de objetos de todas las épocas de la vida del hombre. En agosto pasado, por ejemplo, una escultura de bronce dorado que representa a un león y una armadura fundida en bronce y cobre fueron hallados en el mar de Calabria, al sur de Italia, no muy lejos del sitio donde hace 40 años fueron descubiertos los Bronces de Riace, dos estatuas griegas del siglo V antes de Cristo.
Ese mismo mes, desde la Patagonia argentina se confirmó que los fragmentos de madera hallados en 2011 en esa región, pertenecen al buque “Santiago”, uno de los cinco barcos con los que el portugués Fernando de Magallanes integró la “Armada de las Especierías”, que dio la primera vuelta al mundo, comprobando que era redondo, en 1522.
Un poco antes, en el mes de mayo, frente a las costas de Croacia, en el mar Adriático, fue hallado no sólo un poblado neolítico bien preservado, sino los restos del barco más antiguo de todo el Mediterráneo, hecho aproximadamente mil años antes de Cristo.
En septiembre de 2011, la compañía busca tesoros Odyssey descubrió en el fondo del Atlántico Norte, al sudoeste de Irlanda, al Gairsoppa, un buque británico con 43 toneladas de plata, valuadas en 155 millones de euros. El carguero fue hundido por un submarino nazi, en febrero de 1941, cuando navegaba de Calcuta a Londres.
Más atrás, en julio de 2011, en la costa del Pacífico, en Baja California, investigadores del INAH encontraron la escultura de un “Perro de Fo”, de unos 430 años de antigüedad, que formaba parte de las mercaderías que los primeros galeones de Manila o naos de China llevaban a Acapulco, tras de que esa ruta comercial, de más de 16 mil kilómetros, quedó establecida en 1565.
El 2 abril de 2010, en otra parte de México, cerca de Playa del Carmen, en Quintana Roo, la Cooperativa Turística del Mar Caribe encontró dos misteriosas estatuas mayas, cuyo origen y antigüedad aún no se han establecido en forma oficial.
Arrecifes artificiales
Pero el mar también da cobijo a paraísos llenos de maravillas, no solamente naturales, sino construidos a propósito, por el hombre. Uno de estos sitios de ensueño se encuentra, precisamente, en México. Se trata del Museo Subacuático de Arte (MUSA), ubicado en las aguas que rodean el Parque Marino Costa Occidental Isla Mujeres, Punta Cancún y Punta Nizuc, en Quintana Roo, creado por el artista inglés Jason deCaires Taylor.
Este museo de esculturas bajo el mar, inaugurado el 26 de noviembre de 2010, constaba al principio de una colección titulada Evolución silenciosa, de 400 figuras humanas de tamaño real realizadas por Jason, pero actualmente son alrededor de 500, ya que se han incorporado obras de otros aristas supervisadas por el maestro británico.
Realizadas a base de un cemento especial resistente al deterioro, que guarda semejanza con el material de los arrecifes, las esculturas no alteran el ecosistema marino y, por el contrario, sus características permitirán su transformación, con el tiempo, en hermosas formaciones coralinas artificiales.
Estas esculturas descansan sobre una base de concreto que pesa doce toneladas, la cual evita que la fuerza del oleaje y los huracanes las desplacen.
El objetivo del museo, fue la protección de la barrera natural de arrecifes de coral ubicada frente a las costas de Cancún, misma ha sufrido destrozos por los huracanes, el paso de embarcaciones y la visita de miles de turistas.
La zona, que poco a poco, se está llenando también de peces Angel y crustáceos en espacios creados ex profeso para albergar a la fauna marina, atraerá a sus aguas cristalinas a los visitantes, que podrán sumergirse con snorkel o equipo de buceo, o admirar las figuras desde embarcaciones con fondo de vidrio. Esto permitirá el desalojo paulatino de la vecina barrera de arrecifes.
Jason seleccionó a sus modelos de manera que sus expresiones proyectaran las distintas facetas de la vida humana. Las primeras esculturas que se sumergieron, en noviembre de 2009, antes de un lote de 350, el 7 de septiembre de 2010, fueron El Coleccionista de los Sueños Perdidos, Hombre en llamas y La Jardinera de la Esperanza, pero hoy también se pueden observar bajo el mar a Rosario, una monja de 85 años, hasta Santiago, un niño de tres años, o un contador, un instructor de yoga, un pescador, un estudiante, un acróbata y un carpintero, etcétera.
Artista sin igual
Nacido en 1974, de padre inglés y madre guayanesa, Taylor pasó gran parte de su infancia explorando los arrecifes de coral de Malasia. En 1998 se graduó con honores en el Instituto de las Artes de Londres, a la vez que se desempeño como instructor de buceo completo y naturalista subacuático. El artista es también un experimentado y galardonado fotógrafo submarino, y en mayo de 2006 fundó el primer parque de esculturas bajo el agua, en la bahía de Moilinere Granada, en las Antillas, el cual es una de las 25 maravillas del mundo enlistadas por National Geographic.
Descrito por Forbes como uno de los destinos turísticos más exclusivos, el bello museo de Jason, que atrae a unas 750 mil personas cada año, cuenta con dos “salas de exhibición”, principales, llamadas “Manchones” y “Nizuc”, ubicadas a treinta minutos en barco de Cancún, muy cerca de Isla Mujeres, y al sur de ese mismo puerto, en los alrededores de la zona hotelera.
El proyecto del inglés pretende que sean un total de 650 esculturas que estén bajo el mar, incluido un ejército de guerreros mayas, sólo comparable en belleza a los Guerreros de terracota, que se hallaron, en marzo de 1974, cerca de la tumba del primer emperador de China.
Tras sus huellas
El ejemplo de Taylor fue seguido por la artista española Cristina Iglesias, quien, en octubre de 2010, sumergió a 15 metros de profundidad, en aguas de la isla Espíritu Santo, en el Mar de Cortés, frente a Baja California, la escultura Estancias sumergidas, con el mismo propósito de que, al paso del tiempo, se convierta en una formación coralina repleta de vida.







