Venezuela reelige a Hugo Chávez

Bernardo González Solano

Se cumple cabalmente la sentencia: los pueblos tienen los gobiernos que merecen  o eligen. Así es la democracia. Ni más ni menos. Hay quienes ganan o pierden por un solo voto o por varios millones de boletas. Sin olvidar que en política —bajo las reglas de la democracia—, ni se gana ni se pierde para siempre.

Como declaró el candidato de la oposición derrotado en los comicios presidenciales de Venezuela, el domingo 7, Henrique Capriles Radonski: “Para ganar, hay que saber perder”, algo que no han aprendido algunos políticos “mesiánicos” mexicanos. Tanto en el triunfo como en la derrota hay que ser grandes. No es fácil. Algo que no podrá saberse nunca es cómo habría reaccionado el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías, si hubiera perdido su tercera reelección.

El hecho es que, pese a los contrarios de Chávez, el domingo 7 los electores venezolanos lo eligieron democráticamente como el próximo mandatario para el periodo sexenal de 2013-2019. Algo inusitado en Hispanoamérica. Chávez podría completar casi veinte años en el poder en forma legal, sin recurrir a la fuerza de las armas ni al golpe de Estado. Así de simple.

Más que una elección al uso, la crucial cita de los venezolanos en las urnas, primera en casi 14 años en las que Chávez no compitió como absoluto favorito, fue, podría llamarse así, un plebiscito sobre la figura del presidente y la continuidad de su régimen autocrático. Un modelo gubernamental basado en el carisma y el populismo y la perversión de la democracia y financiado con todos los recursos estatales, así como en sus masivos programas sociales y en sus excesos y descontrol, por la bonanza petrolífera.

Simpatías y diferencias aparte, el asunto es que Chávez Frías (Sabaneta, 28 de julio de 1954) retuvo en sus manos la presidencia venezolana por otros seis años más, después de vencer a Henrique Capriles Radonski (Caracas, 11 de julio de 1972), quien sin mayor escándalo aceptó su derrota, en los comicios más competidos en toda la historia de Venezuela desde que en 1821 Simón Bolívar fue declarado presidente por  mayoría.

Votos y electores

Tibisay Lucena, presidenta del Consejo Nacional Electoral, a las 22.30 horas del domingo 7 de octubre, dio a conocer en Caracas los datos que se contaban hasta ese momento: Chávez contaba con el 54.42% de los votos emitidos (siete millones, 444 mil 82; horas después llegaría a los siete millones 932 mil, casi los ocho millones); contra 44.97% (seis millones 151 mil 544 boletas) del opositor Capriles.

Asimismo, se informó que acudieron a las urnas el 80.94% de los venezolanos registrados en el padrón electoral, poco más de 13 millones 600 mil ciudadanos; se anularon 263 mil 954 sufragios. El alto índice de votación rompió todas las marcas anteriores. Chávez logró así su tercera reelección. Si llevara a cabo este nuevo periodo presidencial, acumularía un total de 20 años en el mando nacional, pues su primera protesta como presidente la hizo en enero de 1999. No obstante, el plan de Chávez, tal y como lo declaró en 2011, es mantenerse en el poder hasta 2031, para “profundizar el socialismo bolivariano”.

De tal forma, el lunes 8, Venezuela amaneció con las consecuencias de la resaca de una multitudinaria celebración en la que sólo tomó parte la mitad de los venezolanos. Claro, el 54.42% de los que dieron su voto a Chávez. “Seis años más”, titulaba la nota principal del periódico caraqueño El Universal, el único diario de la capital con una cabeza interpretativa para la apabullante e innegable victoria. Sin duda alguna, no se puede tratar a Chávez de “chiflado” porque no lo es y porque la sentencia decisiva sobre su gobierno será, a corto o mediano plazo, si han mejorado (o empeorado) las condiciones de vida para la mayoría de los venezolanos, particularmente de los jóvenes que no han conocido otro gobernante más que a él. Según la Organización de Naciones Unidas, la tasa de pobreza en Venezuela se ha reducido, en una década, en un 21%. Otros organismos no gubernamentales proporcionan cifras muy diferentes.

Chávez agradeció en su cuenta de Twitter su tercera reelección consecutiva: “Gracias a mi amado pueblo!!! Viva Venezuela!!! Viva Bolívar!!!  Gracias Dios mío! Gracias a todos y a todas!!!”  En su saludo felicitó a la oposición, a la que dijo: “Somos hermanos en la patria de Bolívar” y llamó  “a todos los que andan promoviendo el odio, a los que andan tratando de negar las cosas buenas que ocurren en Venezuela, los invito al diálogo y al trabajo conjunto”.

Por su parte, Capriles felicitó al presidente Chávez por su victoria, y agradeció a los más de seis millones de venezolanos que votaron por él. El mensaje fue: “Pido a quienes se mantienen en el poder respeto y reconocimiento a casi la mitad del país, que no está de acuerdo con este gobierno”. Y, a sus partidarios, que recibieron la derrota con lágrimas y caras de decepción, les dijo: “No se sientan derrotados. El tiempo de Dios es perfecto, y el tiempo de Dios ya llegará”.

La votación del domingo 7 de octubre deja algunas conclusiones. Una de ellas es la ausencia de violencia que ensombreció comicios anteriores. En pocas palabras, Venezuela ofreció en la sesión dominical una lección democrática de primera. Había temor por la reacción de cualquiera de las dos partes una vez conocidos los resultados. Los dos principales contendientes tuvieron un comportamiento ejemplar, dadas las circunstancias. Aceptaron los resultados sin rechistar, sobre todo el derrotado. El que gana siempre lo acepta con beneplácito.

Nada cambiará

La oposición fracasó en los comicios pero ganó un líder. El movimiento aglutinado en torno a la Mesa de Unidad Democrática logró un millón y medio de votos más (6.1 frente a los 4.3 millones logrados por Manuel Rosales en las elecciones de 2006), pero Capriles, a partir de ahora, tendrá que enfrentar las defecciones de sus propios “compañeros” dentro del movimiento y del gobierno bolivariano sin protección alguna. Una travesía por el desierto para la que no tiene escudo ni presencia institucional, pues no formará parte en la Asamblea ni tiene cargo de representación alguno.

Su discurso en la derrota, como hombre de Estado, lo agigantó, lo catapultó al liderazgo de la oposición. Un discurso conciliador (“colmilludo”, dijeran viejos políticos mexicanos), sin nada que ver con los conflictos del pasado: “Para saber ganar hay que saber perder”, dijo. Y concluyó: “El pueblo ha hablado y el pueblo es sagrado”.

No debe olvidarse que el chavismo también creció, aunque solo 400 mil votos, suficientes para demostrar su fortaleza, no obstante las enfermedades (el cáncer y otros problemas de salud) del bolivariano. Una de las estrategias clave utilizadas por el gobierno fue la maquinaria chavista que “sofocó” la oleada de fervor en que se había montado Capriles, lo que indudablemente asustó al partido oficial y al propio Chávez.

¿Cuánto cambiará el tipo de gobierno en el próximo periodo presidencial en Venezuela? La mayoría de los analistas aseguran que prácticamente nada. Chávez tiene muy claro su proyecto gubernamental. Incluso podría intentar el control de los medios venezolanos de comunicación. Así como aumentar su presencia internacional no sólo en Sudamérica, sino en sus relaciones comerciales y políticas con regímenes declaradamente antiestadounidenses, como los gobiernos islámicos de carácter ortodoxo; su cercanía con el gobierno de Cuba difícilmente cambiará, y sólo una grave crisis económica lo obligaría a suspender la entrega de petróleo al régimen de La Habana. De hecho, los jerarcas cubanos se mostraron exultantes por el triunfo electoral del bolivariano. No era para menos. En sus dos periódicos, Granma y Juventud Rebelde —ejemplos del antiperiodismo mundial—, los Castro adelantaron el triunfo de Chávez en las urnas.

Punto débil, la inseguridad pública

Muchos son los problemas que afectan el desarrollo de Venezuela. El país de la abundancia petrolera —se sabe que cuenta con las mayores reservas mundiales del crudo—, patria de los culebrones televisivos y participante número uno de los principales concursos de misses (coronas que ya tienen colección), hasta el punto de que sus bancos ofrecen créditos blandos para las operaciones de cirugía estéticas que mejoren la presencia de sus hermosas competidoras, se enfrenta desde hace varios años a una terrible pandemia: la sangrienta violencia.

Venezuela se ha convertido en uno de los países más violentos de Hispanoamérica, apenas a un paso de Honduras, pero más que México y Colombia, con una tasa de homicidios de 48 por 100 mil habitantes. El año pasado tuvo más de 19 mil homicidios. La inseguridad pública no deja de infectar cada vez más a órganos del cuerpo social.

En el aspecto económico, la producción de la compañía estatal de petróleo bajó de 3.5 millones de barriles diarios en 1998 a 2.4 millones en 2012. Es el 12º productor mundial. En 1998 exportó 3 millones de barriles y en el presente año, apenas 1.6 millones.

No obstante, la compañía estatal ha subido su plantilla de 32 mil trabajadores a 105 mil. El desempleo en 1998 era del 16.6% y descendió al 7.9% en 2011. El 43% de la población activa está en la economía informal. La renta per cápita en 1998 era de 8 mil 500 dólares y en 2011 fue de 12 mil 700 dólares.

Venezuela ocupa el puesto 92 en la clasificación mundial. El Producto Interno Bruto ha pasado de 91 mil 339 millones de dólares en 1998 a 315 mil millones en 2011. La inflación en 1999 era el 20% y se disparó al 27.9% en 2011.

Las importaciones también se han incrementado. En 1998 eran de 16 mil 755 millones de dólares y en 2012 casi se han duplicado hasta los 29 mil millones de dólares. A su vez, los empleados públicos han pasado de 1 millón en 1998 a 2.5 millones en 2012. Sin mayores comentarios.

Con su triunfo electoral en la mano, de ahora en adelante es un misterio lo que ocurrirá con Chávez y el cáncer que padece. En dos ocasiones anunció que estaba enfermo y en seis que ya había sanado. Aunque informes médicos independientes aseguran lo contrario. Según la Constitución Bolivariana, si Chávez falleciera durante la primera mitad de su mandato se deberá convocar a elecciones. Si muriera después de 2016, el vicepresidente —Elías Jaua— asumiría el poder.

Mientras tanto, las elecciones presidenciales en Venezuela fueron modelo en la democracia de nuestros días para todo el mundo.