Seguridad, estrategia fallida

Alfredo Ríos Camarena

El tema más importante y recurrente que marca este sexenio es el referente a la guerra contra el crimen.

Empezó esta batalla en Michoacán inesperadamente, y la presencia de las fuerzas armadas del Ejército, la Marina, la Policía Federal, las estatales y las municipales, cubrió el territorio nacional con el objetivo de frenar la acción del crimen organizado y de tratar de eliminarlo, ya sea encarcelando, ejecutando o desapareciendo a los principales líderes de los denominados cárteles de la droga. En esta tarea, 25 de los principales delincuentes han sido encarcelados, extraditados o ejecutados; el último, esta semana, fue supuestamente Heriberto Lazcano, líder de Los Zetas.

Hasta aquí la eficiencia de las fuerzas federales apoyadas por información de la CIA y la DEA ha tenido éxito. Pero el costo ha sido altísimo, impresionante, dramático, decenas de miles de asesinados y millones de ciudadanos impotentes y amedrentados por la inseguridad.

Existe una corriente que ha cuestionado la estrategia presidencial, tanto en lo interno como en lo externo, y que tiene que ver con la posibilidad de legalizar parte de las drogas; se han sumado voces de intelectuales, expresidentes y presidentes centroamericanos que apoyan esta postura, y que el gobierno federal mexicano siempre la negaba como solución viable; sin embargo, nos llevamos la sorpresa. En el último discurso del presidente Calderón en Naciones Unidas hace un reclamo a este organismo multinacional y, al parecer, abre la puerta de considerar este tema desde otros ángulos que tengan que ver con el análisis del fenómeno en función del mercado, lo que claramente nos hace pensar que es un disfrazado coqueteo con la posición de los “legalizadores”. Qué lástima que esta declaración la hace dos meses antes de salir del gobierno.

El nuevo gobierno ha declarado, en voz de Enrique Peña Nieto, una y otra vez, que habrá una estrategia distinta; este problema que enfrenta la sociedad es el más sentido y el más importante. Un Estado no puede ser tal si no cumple con su función elemental de seguridad.

No hay tiempo qué perder. Es urgente abordarlo desde el 1 de diciembre; su solución le dará una nueva dimensión al nuevo sexenio.

Quedan dudas graves sobre el tema de la seguridad; entre otros, el haber cerrado la información sobre el incidente, bastante cuestionado, de Tres Marías, y la inexplicable presencia de agentes de la CIA relacionados con funcionarios de la Secretaría de Marina. Lo que nos recuerda varios temas que han dejado huecos en la información, por ejemplo: el asesinato de Beltrán Leyva, el encarcelamiento del general Tomás Angeles, la extradición del delincuente denominado El Grande, las informaciones que surgieron de Wikileaks, o bien, la imposibilidad de capturar al Chapo Guzmán. Todo esto abre capítulos enteros de desconfianza y de falta de claridad.

Miles de vidas cercenadas infructuosamente, por supuesto, no culpamos al jefe del Ejecutivo de estos ominosos acontecimientos, pero sí lo responsabilizamos de una falta de capacidad para enfrentar, a plenitud, este tema que hoy nos mantiene entre la libertad y el miedo.